Hace unas semanas, la plataforma de cine en línea Filmin estrenaba una colección de películas catalogadas bajo la etiqueta “Juventud y revolución”. El título que daba pie a esta compilación es el largometraje Sabotaje (2022) de Daniel Goldhaber, al que han calificado como eco-thriller. A pesar de parecernos una película lamentable a nivel artístico y político, nos permite hacer algunas reflexiones que nos parecen interesantes. En otras palabras, la película es malísima, propia de un telefilm de domingo en la hora de la siesta, y además tiene un fuerte carácter reformista (a pesar de vender todo lo contrario), pero nos regala dos temas en los que debemos pensar desde el anarquismo: por qué es tan fácil vincular el radicalismo político con un posicionamiento adolescente y cómo podemos generar un imaginario atractivo desde el anarquismo de masas.
A modo de introducción
No vamos a perder el tiempo en hacer una reseña de una peli tan mala, ni siquiera vamos a profundizar en todos los problemas políticos que tiene. Vamos a centrarnos en tres cuestiones introductorias que nos dan pie a explicar nuestra propuesta política.
En primer lugar, esta película ya la hemos visto antes y mejor hecha. The East (2013) trata exactamente el mismo tema, con los mismos problemas políticos, pero al menos el reparto y el rodaje es mucho mejor. También se asemeja a Y mañana el mundo entero (2020) y, en cierto modo, a Los Edukadores (2004). ¿Y cómo puede ser que la misma película se repita casi en los mismos términos y replique los mismos posicionamientos políticos? Pues porque son los planteamientos políticos del sentido común militante y, en particular, diría yo, del sentido común activista libertario.
En segundo lugar, parte del posicionamiento más asentado en los movimientos sociales: el individual. Las personas implicadas en la trama no parten de un análisis coyuntural y colectivo que les lleva a proponer una estrategia capaz de superar el sistema capitalista. Es más, ni siquiera llegan a señalar al sistema capitalista como el enemigo político de sus acciones. Como mucho, señalan a algunos de sus personajes más famosos y a sus expresiones concretas. Es por esto por lo que, por mucho que no paren de hablar de revolución, no son planteamientos revolucionarios. No señalan al sistema, no desarrollan una estrategia y no plantean una alternativa. A lo sumo hablan de pequeñas comunas y de salidas individuales y parciales.
En tercer lugar, terminan siendo reaccionarias. Y lo son por los motivos que hemos anunciado en el punto anterior. Al no tener un análisis sistémico y unas propuestas realistas y generalizables, son, en el mejor de los casos, una salida para unos privilegiados e iluminados que dan un toque de aviso a un sistema que se está pasando y que tiene que reformarse; y, en el peor de los casos, muestran la lucha política como un camino sin salida, que parte de la rabia y de jóvenes caprichosos y poco maduros.
Sobre la discusión política en el anarquismo
Felipe Correa, historiador y militante anarquista de Brasil, propone la categorización de dos grandes corrientes dentro del anarquismo en cuanto a su propuesta estratégica y su análisis coyuntural, que aquí denominaremos como Insurreccionalismo y Anarquismos de masas.
Las diferencias entre las dos concepciones revolucionarias son profundas y radicales. Mientras que los primeros tienen un posicionamiento más individualista y en cierto modo esencialista del sujeto (creen que en cada ser humano existe cierto instinto de rebeldía de forma natural), los segundos consideran que la posibilidad de la revolución está determinada por la capacidad de que los trabajadores se constituyan como una clase social que pelee por sus intereses.
El insurreccionalismo apuesta por la propaganda por el hecho, acciones radicales que llamen la atención de los desheredados y les haga actuar y liberarse, mientras que el anarquismo de masas busca la acumulación de fuerza social, lo que implica concienciación, organización y crecimiento paulatino. El anarquismo insurreccionalista aboga en contra de las organizaciones políticas grandes y permanentes, ya que ve en ellas un riesgo de burocratización, vanguardismo y autoritarismo. Por el contrario, el anarquismo de masas entiende que la posibilidad de derrotar a las fuerzas del capital pasa por la organización obrera y es consciente de que los grupos pequeños de afinidad no son ninguna herramienta eficaz contra las derivas burocráticas, autoritarias o vanguardistas. Es más, todos estos problemas se agudizan allí donde no se explicitan y se tratan de raíz.
No podemos abordar aquí toda la discusión y evidentemente estos posicionamientos tienen matices y distintos grados de grises. Aun así, son útiles para asentar nuestra tesis: la estrategia y la lógica insurreccionalista se ha instituido como el “sentido común” de parte del movimiento libertario más radical y del activismo propio de los movimientos sociales. Sin duda esto tiene que ver con las derivas impotentes y los desvíos en los que han caído algunos proyectos organizacionales, pero también, en nuestra opinión, tiene mucho que ver con que recoge un espíritu muy típico de nuestra era: un posicionamiento individualista, experimentalista, aventurero y, por qué no decirlo, radicalmente vanguardista a su pesar.
¿Juventud? y ¿revolución?
Como decíamos al inicio de esta “reseña”, Filmin ha catalogado esta recopilación de películas bajo la categoría “Juventud y revolución”. Aquí sostenemos que, donde dicen juventud quieren en realidad decir algo más parecido a adolescente, impulsivo, iracundo o naif; y que cuando hablan de revolución se están refiriendo a revuelta, acción directa violenta y sabotaje.
Como decimos, la revolución es imposible si no parte de un análisis acertado y de una estrategia coherente. Lo máximo que se plantea en estas películas son acciones espectaculares para promover negociaciones parciales y reformas puntuales. Por mucho que se disfracen de radicales, disruptivas y revolucionarias, no lo son. Porque no construyen una fuerza capaz de doblegar el sistema capitalista (ni siquiera lo señalan), y por tanto no pueden aportar una estrategia realista.
Además, y esto es lo más importante de los productos culturales que analizamos aquí, se muestra esta carencia. Esta limitación es constante y palpable. Aunque empatizamos con los protagonistas, con su rabia, su dolor y sus ganas de construir un mundo mejor; somos conscientes de que lo que plantean no tiene potencial. Por eso parece más una rabieta adolescente que una propuesta política seria. Es por esto que estos productos culturales son profundamente reformistas, cuando no reaccionarios, ya que nos enseñan que esas acciones no llevan a nada (porque detrás no hay nada) y que, aunque el reformismo sea una mierda, vaya muy lento y sufra mil varapalos, al menos es un avance.
Hacer sexy el anarquismo de masas.
Las que nos posicionamos en el anarquismo de masas vamos en contra de todo esto. Lo que se puede decir de nuestra propuesta es que no da para una peli. Nuestras asambleas interminables, los análisis coyunturales, las discusiones estratégicas, apoyar las luchas vecinales y laborales e intentar darles más potencial emancipador, nuestras peleas con los burócratas… no dan ni siquiera para telefilm.
Es mucho más molón ver cómo se deja sin argumentos a un tipo de una ONG por reformista, cómo se construye una bomba, cómo se dejan mensajes súper ingeniosos a la policía, etc. Incluso cuando son detenidos, abatidos o reprimidos por las fuerzas de seguridad, parece una lucha épica que demuestra todo su potencial dado el nivel de represión que moviliza.
El problema es que, aunque sepamos que esas prácticas, al no tener una articulación estratégica mayor, son impotentes (porque llevamos años viéndolo y experiencias históricas recientes y lejanas no nos faltan) e incluso desatan la justificación de una represión que se desplaza a otros militantes y movimientos generando olas de criminalización y desaliento; seguimos siendo los sosos de la peli.
Pero esto no siempre fue así, y debemos luchar porque deje de serlo. Si habéis visto o leído Germinal de Zola, sabréis que los personajes más interesantes y los más atractivos, son los que pelean por la organización del proletariado y por una violencia siempre y cuando sea de masas. El personaje que representa al terrorismo insurreccionalista es mostrado como un tipo que se mantiene al margen, no se mezcla con los trabajadores porque en cierto modo los desprecia, y su desprecio le lleva a actuar por encima y en contra de la voluntad de estos.
La pregunta es ¿cómo volvemos a hacer atractiva la militancia revolucionaria? Entendida aquí como algo completamente diferente al activismo movimentista y al insurrecionalismo. En términos más pedantes ¿cómo hegemonizamos el compromiso partisano? Porque nadie quiere ser el aburrido de la historia. Los jóvenes quieren acción, quieren emociones… ¿o quieren ver avances?
Yo apuesto más por esto último. Lo que moviliza, lo que anima profundamente a la implicación, lo que inspira y emociona, es creer. Creer que se puede vencer. Por esta misma razón, los personajes revoltosos de las películas nos parecen una mezcla de romanticismo y honradez: tienen buenas intenciones, pero son unos inconscientes. Y hoy parece que muchos se han cansado de no avanzar. Se está dando un reordenamiento en la extrema izquierda. La crisis, digamos estratégica, que se está produciendo en estos días surge de la desilusión que dejaron prácticas pasadas. Pero no las prácticas de otros, las nuestras propias. Esto que algunos llaman lucha cultural aquí lo identificamos con “cambiar los protas de la peli”.
Tenemos que hacer que los personajes más atractivos no sean los más iracundos y reactivos, sino los más profundamente comprometidos con la construcción de las condiciones sociales que hagan posible la derrota del capitalismo. Pocas películas actuales caminan en este sentido y es una pena. Quizás la que más nos acerca a este posicionamiento, y que aprovechamos para recomendar, es Pride (2014). Si no la habéis visto, disfrutadla. Esperamos que os llene el corazón tanto como llenó los nuestros y que después de eso tengáis renovadas ganas de dar la pelea. Si es así, ahí nos encontraremos.
Miguel Brea, militante de Liza.