Somos anarquistas. Un alegato contra la indefinición política.

Por liza
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Hablando con algunos compañeros del movimiento libertario y poniendo en común las ideas y las prácticas que rigen nuestra militancia, ha surgido en más de una ocasión el cuestionamiento de la necesidad de definirnos como anarquistas, aunque todos lo seamos y nos entendamos como tal. Es importante partir de la base de que el anarquismo es un movimiento muy amplio que engloba distintas corrientes, aunque algunos discursos y críticas interesadas pretendan hacer un solo monstruo indiferenciado. Estas corrientes dentro del espectro ácrata parten de presupuestos teóricos, análisis y propuestas estratégicas concretas y diferenciadas, que sitúan a los anarquistas que se ubican en cada una de estas “líneas” en posiciones separadas. Aunque hay acuerdos amplios en cuanto a los principios y valores, y también en torno a los objetivos emancipadores, las lecturas y apuestas de cada corriente hacen que no podamos hablar de un solo anarquismo.

La duda sobre si es necesario o contraproducente que un colectivo se defina abiertamente como anarquista tiene que abordarse desde un análisis estratégico y no identitario. En otras palabras, hacer público un posicionamiento y una adscripción a una corriente determinada es una cuestión táctica que responde a unos análisis y objetivos concretos dentro de una estrategia mayor. Me explico: una parte muy amplia de los anarquistas consideran que la actividad de los militantes libertarios debe producirse en espacios de masas, lo más amplios posibles, en los que apoyar los procesos de auto organización y toma de conciencia. Y hasta aquí todo conforme, desde el anarquismo social y organizativo y en especial desde las organizaciones plataformistas o especifistas apoyamos esta lectura. La diferencia surge porque algunas creemos que esa actividad es mucho más efectiva cuando se realiza de forma organizada con aquellos con los que tienes un alto grado de acuerdos estratégicos e ideológicos. A esta forma de organizarnos la llamamos militancia dual y defendemos que no incurre en ninguna contradicción ideológica siempre que se opere en pro de la construcción de fuerza social, concienciación, auto organización y bajo códigos éticos claros.

Como podemos ver, entendemos que explicitar nuestra orientación política en aquellos entornos donde nos implicamos activamente es también una garantía libertaria y antiautoritaria. Lo que conseguimos no escondiendo que somos anarquistas, que pertenecemos a una determinada corriente y organización, que realizamos unos análisis coyunturales concretos y públicos, y que proponemos una línea estratégica determinada (también pública) es explicitar nuestros objetivos en contraposición a esas vanguardias ocultas que operan en las sombras y pasillos y que son capaces de dinamitar aquellos espacios que no controlan. Si bien abogamos por la estrategia dual que enunció Bakunin, nos distanciamos radicalmente de su propuesta de hacerlo de forma clandestina.

Junto a estos dos beneficios de la militancia explícita como anarquistas, claridad y potencia, encontramos otros objetivos que podemos afrontar con una práctica explícita: confrontar con la idea de que solo hay un anarquismo y contrarrestar una imagen negativa a veces asociada a los anarquistas (en ocasiones por culpa de las caracterizaciones que hacen de nosotros otras corrientes socialistas y, en otras, por nuestras propias prácticas).

 

Por qué algunos compañeros libertarios no quieren definirse como anarquistas

 

No es que no quieran definirse como tal. Es más, si les preguntas, no tienen ningún problema en reconocerlo y se sienten orgullosos. Lo que consideran es que tácticamente no aporta, es más, puede llegar a restar. Como decimos, intentan desvincularse de los prejuicios que se han creado en torno a la figura del anarquista y que han sido construidos por rivales y adversarios políticos y, ¿por qué no decirlo?, en algunas ocasiones algunos militantes que se definían como libertarios han dejado poco que desear con su comportamiento.

Aquí hay una diferencia táctica clara, como nosotras creemos que el anarquismo es una ideología que puede aportar a la lucha obrera por la emancipación y por la superación del capitalismo, creemos que comportarnos de acuerdo con estos objetivos es una forma de combatir esa mala imagen que nos precede, construida o merecida.

En segundo lugar, y quizás más importante, no compartimos el presupuesto de que la táctica más efectiva y coherente con los principios y objetivos anarquistas sea diluirnos entre las obreras, el pueblo o lo movimientos sociales. Este posicionamiento tiene mucho que ver con cuál consideramos que es el sujeto revolucionario (el pueblo, el proletariado, la ciudadanía…) y qué significa ser vanguardista. Lo desarrollamos brevemente: aquellos libertarios que consideran que el sujeto con capacidad emancipadora es un sujeto interclasista tenderá a adoptar autodefiniciones menos “tradicionales” o claras, frente a aquel que piensa que la lucha depende de la creación de conciencia de clase. A su vez, los que consideran que organizarse para intervenir en los movimientos de masas implica necesariamente una agresión contra los principios de igualdad y libertad que defiende la Idea, participarán a título individual, como afectado, vecino y obrero. Desde nuestra perspectiva, ni intentar dotar a los movimientos de masas de una conciencia de clases lo más desarrollada posible implica caer en prácticas autoritarias, ni intervenir bajo seudónimos políticos asegura que tu práctica no tenga intenciones directivas.

También tiene que ver con: si entendemos que la revolución es posible o no, y cuál es el camino para llegar a ella en las mejores condiciones posibles para vencer. Pero este es otro tema que ya abordaremos más adelante, aunque cabe decir que nosotras creemos que la revolución es posible y que es el único camino de transformación real.

 

Anarquistas por cuestiones estratégica y no identitarias

 

Nuestra identificación como anarquistas responde a que nos alineamos con una tradición socialista que expresa una serie de valores y objetivos sociales y políticos, y que a su vez está compuesta por una serie de corrientes con diferencias estratégicas considerables. Somos anarquistas porque creemos que los valores que deberían condicionar toda realidad social son los de igualdad en libertad y viceversa. A su vez, proyectamos nuestra práctica hacia a la consecución de un sistema que permita que esos valores sean los que rijan todas las relaciones sociales. Lo que nos diferencia dentro del socialismo es cuál creemos que es el camino que nos puede llevar desde donde estamos, hacia donde deseamos llegar sin que por el camino traicionemos nuestros principios. Es más, creemos que algunos caminos nos alejan inevitablemente del punto de destino al que aspiramos.

Mientras que hay corrientes dentro del socialismo que consideran que la construcción de organizaciones radicalmente jerarquizadas son la herramienta de intervención política con más potencial, otras tendencias advierten que estas organizaciones no solo no respetan los principios de igualdad y libertad, sino que además son incapaces de producir sociedades igualitarias y que tienden a reproducir sistemas clasistas. Mientras que hay compañeras que piensan que las asociaciones temporales y poco estructuradas tienen una capacidad de incidencia social suficiente, a la vez que aseguran la coherencia entre principios y prácticas, otras señalan que muchas de las cuestiones que intentan salvar con estas formas de organización menos explícitas no se logran; sigue habiendo liderazgos, relaciones de dominio, jerarquizadas y autoritarismo, pero, encima, quedan invisibilizadas y ocultas.

El propósito de este artículo no es resolver cuál de las estrategias organizativas es la que tiene más potencial político y es más coherente. Lo que pretendemos es señalar que una identificación política es la adherencia explícita por una de estas estrategias y no una identificación basada en adjetivos más o menos llamativos o vínculos emocionales con procesos históricos concretos. Cuando nuestras organizaciones hablan de anarquismo social y organizativo, poder popular y especifismo o plataformismo, lo que hacemos es un ejercicio descriptivo de nuestras posiciones políticas.

Ojo: sin descripciones políticas, sin adhesiones a estrategias, sin categorías claras, no se puede construir una crítica profunda y honesta, que es condición necesaria para la construcción de alianzas, coordinaciones y espacios amplios.

 

La indeterminación como táctica de crecimiento

 

La definición tiene por tanto riesgos, como toda apuesta táctica. Definirte claramente y asumir una estrategia concreta va a suponer que el resto de sujetos políticos te ubiquen. Esta delimitación de tus propuestas va a entrar en conflicto con otros planteamientos estratégicos, y no podemos negar, que también con aquellos que se definen políticamente desde posiciones puramente identitarias.

Por dejarlo más claro, definirte política y estratégicamente genera un límite, una muralla. Deja dentro a aquellos con los que se comparten ideas y excluye a quienes de forma más o menos reflexiva optan por otros posicionamientos. Como venimos defendiendo, el problema no es solo que haya gente con la que no compartes análisis, una hoja de ruta u objetivos, es que una parte no desdeñable de la gente activista o militantes se adhiere a etiquetas políticas de forma emocional, es decir, de forma identitaria.

Así, cuando decimos que nuestra organización es anarquista dentro de la corriente social y organizativa y que adoptamos una táctica de intervención dual y una estrategia de Poder Popular, todos aquellos que no hagan los mismos análisis coyunturales que nosotras, los que no compartan nuestras líneas estratégicas, los que entiendan que el sujeto político por el que apostamos es erróneo o no compartan nuestros valores y objetivos, simplemente no entrarán en nuestra formación.

A su vez, todos aquellos, que, sin conocer nuestros presupuestos estratégicos, entiendan que nuestra propuesta es incompatible con los valores que defendemos y con los objetivos que enunciamos, independientemente de que estén en lo cierto, hayan asumido bulos o tergiversaciones, se hayan comido un muñeco de paja o se esfuercen lo más mínimo por contrastar sus ideas, simplemente nos rechazarán.

Cuando decimos que definirse crea límites al crecimiento de una organización, también decimos que algunas organizaciones evitan definirse o apuestan por mantener un grado alto de indeterminación y ambigüedad porque su principal objetivo es crecer lo máximo posible. Nosotras no podemos asumir esa táctica de crecimiento porque buscamos una profunda unidad ideológica y estratégica. Queremos que quien quiera participar hombro con hombro con nosotras lo haga porque cree y entiende lo que pensamos y proyectamos.

Este problema está íntimamente relacionado con el anarquismo, aunque evidentemente no solo atañe al movimiento libertario. Es quizás la mayor limitación que encontramos a las organizaciones que apuestan por estrategias de Síntesis. ¿Qué sería esto? Pues grosso modo, la idea de que hay que construir espacios amplios, integrados por diferentes sensibilidades políticas o por diferentes formas de entender el anarquismo, porque lo que nos une es más que lo que nos separa. Coordinadoras antifascistas, libertarias, antirrepresivas… que por sí mismas no son problemáticas, siempre que se entiendan como espacios donde se reúnen diferentes tendencias en búsqueda de objetivos comunes. El problema empieza cuando se las entiende como la única forma, o la forma natural de organizarnos. En esos casos, lo que sucede es que presuponemos que tenemos una afinidad política y estratégica mayor de la que realmente hay entre nosotras. Ya sea porque nos definimos en oposición a algo (antifascistas, antirrepresivo…) o porque nos identificamos con un sujeto político poco definido (anarquistas en genérico, vecinos…). En estos espacios, lo hemos visto mil veces, pronto surgen los desacuerdos, las jornadas infinitas de debate, las peleas…

Evidentemente apostamos por la creación de diversos espacios de lucha, lo más amplios e integradores posibles, pero en ellos participamos explícitamente como anarquistas organizadas en una organización específica y no como individualidades o cualquier otra categoría ambigua.

 

La indefinición para la formación de una base de operaciones

 

Hay organizaciones en nuestro entorno que rehúsan construir presupuestos teóricos y estratégicos claros, o que teniendo una producción considerable no se esfuerzan por extender estos postulados en sus bases. Y que quede claro que esto no solo pasa en organizaciones políticas con un posicionamiento más clásico, hay movimientos sociales que utilizan estrategias muy similares abriendo espacios amplios donde están claramente diferenciados los espacios de proyección estratégica y de dirección de los espacios de los “usuarios”.  Y es que la ampliación cuantitativa y no cualitativa de las bases es el síntoma más evidente de que se está construyendo una base de operaciones al servicio de un grupo de dirigentes.

Pero no solo es una cuestión táctica la que nos lleva a no poder asumir esta forma de crecer. El problema es aún mayor. Incurriríamos en una incoherencia con nuestros valores si asumiésemos esa táctica de crecimiento, porque en una organización donde no hay un alto grado de afinidad ideológica y estratégica, o esta se impone desde direcciones opacas, o directamente no se puede hablar de organización. O bien es una coordinadora donde se relacionan espacios y sujetos políticos que buscan acuerdos mínimos, tan mínimos que se limita mucho la capacidad de incidencia, o se apuesta por una radical segmentación entre los dirigentes y los que entran, que no lo hacen porque saben dónde entran con claridad, y que se espera que puedan ser formados en la peor acepción de la palabra. Un crecimiento grande y prolongado basado en una falta de determinación política, solo puede responder a que se está construyendo un espacio inoperante o bien una base de operaciones a la que dirigir.

Organización anarquista vs síntesis

Este es un problema del que no se escapa al anarquismo. Dentro del sentido común anarquista está bien arraigada la idea de que juntar a todos aquellos sujetos u organizaciones que se definan como libertarias es un buen plan. Es una idea errónea que parte de análisis poco acertados. Se presupone que todo aquel que comparte ideales y objetivos los va interpreta de igual manera y que generará estrategias compatibles, y esto claramente no es real.

Es muy común en nuestro entorno la creación de federaciones o coordinadoras que presuponen que tienen una cercanía política mayor de la que realmente tienen. Al no haber definido con claridad sus presupuestos ideológicos y estratégicos, y adherirse al termino anarquista de una forma identitaria y poco crítica, pronto descubren que ni piensan lo mismo, ni quieren lo mismo, ni pueden colaborar. Por el contrario, aquellos espacios amplios que funcionan son los que no dan por sentada la afinidad y que construyen su colaboración en torno a la explicitación de objetivos, principios y estrategias.

Evidentemente que, de nada de lo que aquí se ha expuesto, se puede entender una negativa hacia los procesos de formación o por la creación de espacios amplios donde colaborar y generar coordinaciones. Somos fervientes defensores de la libre asociación, lo que implica justamente desarrollar el conocimiento más profundo posible sobre qué son y proponen los espacios políticos para comprobar el grado de afinidad y decidir plenamente informado si es el idóneo para cada cual. Por descontado apostamos por la participación activa en aquellos espacios de coordinación y cooperación, pero también en aquellos movimientos que reúnan a diferentes tendencias, pero donde podamos pelear por objetivos concretos comunes. Un posicionamiento claro es todo lo contrario a una actitud sectaria, implica que nuestras decisiones dependen de un proceso racional y no de prejuicios y lugares comunes.

Miguel Brea, militante de Liza.

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Liza es una plataforma revolucionaria de socialistas anarquistas ubicada en la ciudad de Madrid.