¿A qué nos referimos cuando hablamos de militancia dual? Un ejemplo de intervención en el movimiento de vivienda de Madrid.
Este articulo pretende profundizar en cuestiones estrategias y tácticas relativas a la INTERVENCIÓN de organizaciones anarquistas “especifistas” en movimientos de masas. Sobre esto que se ha llamado militancia dual o inserción social. Desde el inicio, Liza, se adhirió a aquellos grupos que tenían el propósito de no realizar teorizaciones en el aire, ni grandes abstracciones que no tocasen tierra. Este articulo parte de nuestra militancia real, en los barrios, en el movimiento vecinal, en el movimiento de vivienda, para coser nuestros planteamientos estratégicos a hechos concretos, y dejarnos de grandes argumentos imposibles de testar en la realidad, porque solo se sostienen dentro de las nubes que flotan en la cabeza de unos pocos.
Debido a nuestra trayectoria militante previa, a la autocrítica que realizamos para orientar nuestra acción presente, entendemos que estos planteamientos, incapaces de ser llevados a la práctica y, posteriormente evaluados, generan mucha frustración, lo que nos aboca a una militancia intermitente y derrotista. Por ello, este artículo pretende realizar una teorización en dialéctica con procesos reales. Concretamente, en la intervención política de Liza en los llamados Sindicatos de Barrios (SSBB), el en Movimiento de Vivienda y en el Sindicato de Barrio de San Blas Canillejas que hemos impulsado junto con los movimientos sociales del distrito.
Contextualización histórica del Movimiento Vecinal en Madrid y la lucha política obrera desde los barrios populares
El movimiento vecinal surgido en el tardofranquismo se mostró como una herramienta efectiva de organización y lucha para las clases populares que se concentraron en las periferias de las grandes ciudades y que habían sido desplazadas por las nuevas directrices desarrollistas del régimen. En un ambiente de represión política, estas agrupaciones abiertas y plurales, que se centraban en luchas concretas (esto que ahora denominan como “parciales”), estaban formadas por vecinas con diferentes grados de politización, organización y filiación política.
Las asociaciones vecinales lograron un impacto significativo en la vida de las personas y el desarrollo de las comunidades, siendo un espacio cómodo y amable para la iniciación a la participación y a la militancia para muchas personas, al lograr involucrarlas en asuntos políticos que les afectaban de primera mano. Estas organizaciones se convirtieron en medios para la adquisición de experiencia política para un amplio espectro de vecinas, más o menos politizadas y pertenecientes a diferentes corrientes ideológicas. En palabras más conocidas para el movimiento libertario: hablamos de acción directa y de autogestión de las luchas, de crecimiento a través de la militancia y la lucha de clases.
Las organizaciones políticas, como partidos políticos de índole marxista o militantes del movimiento libertario y del anarcosindicalismo, entendieron que su presencia en esos espacios era crucial. Les otorgaba la posibilidad de congregarse y de comunicar sus ideas en una forma política menos criminalizada y perseguida que la del sindicato o del partido. Además, les ponía en contacto con la masa trabajadora más allá del lugar de trabajo, y lo hacía por problemáticas concretas y visibles que se podían encuadrar dentro de una crítica sistémica. El cuestionamiento a los problemas de la infravivienda, de la falta de servicios públicos, del abandono de las clases populares, era la base para construir una crítica anticapitalista y que cuestionase la función del Estado. La problematización de esa realidad insufrible a la que eran relegados cientos de miles de personas fue la base para construir la crítica a un sistema político y económico injusto.
Los logros y desarrollos producidos en los barrios en el tardofranquismo y en los primeros pasos del régimen del 78 hubiesen sido inalcanzables sin las luchas de estas organizaciones. Fue la posterior reconfiguración del modelo productivo y urbanístico, acompañada de fases de bonanza económica alternadas con otras de crisis profunda, las que no favorecieron la permanencia de los movimientos vecinales. Aquellas organizaciones estructuradas en torno a una federación regional (FRAVM) consiguieron independencia política y una fuerza social más que considerable, no obstante, fueron incapaces de evitar un proceso de institucionalización, que, si bien las permitió perdurar en el tiempo, no logró asegurar un crecimiento orgánico de sus bases. Sin embargo, el movimiento vecinal continuó siendo un agente importante en el desarrollo urbano y en las políticas de distribución durante bastantes años.
Las Asociaciones Vecinales, bajo un modelo federal, lograron durante años ejercer como un interlocutor a nivel local capaz de articular parte de las reclamaciones populares. La dificultad para lograr un relevo efectivo dentro del movimiento vecinal y las nuevas formas de articulación de las demandas locales que no terminaron de integrarse con las formas más clásicas son cuestiones que tenemos que considerar para entender el debilitamiento de asociacionismo. Ahora bien, son insuficientes; los nuevos modelos de ciudad, la recomposición de los sectores sociales en el territorio, las nuevas formas de socialización y la consolidación de una cobertura de servicios sociales en casi todo el territorio urbano (sin negar sus déficits y reparto desigual) han sido algunos de los motivos que han dejado bajo mínimos a estas estructuras sociales que emergieron en las periferias.
Sin duda, el 15M fue otro punto de inflexión. Con la descentralización y la emergencia de las Asambleas de Barrios y Pueblos, algunas asociaciones vecinales fueron capaces de adaptarse a las nuevas condiciones políticas, poniendo a disposición de este movimiento sus espacios, conocimientos y recursos. Otras se mantuvieron al margen marcando distancia con unos modos de protestas que con los que parecían no conjugar. Mientras que las segundas aceleraron su proceso de desaparición, las que se embarcaron en el nuevo fenómeno social, vieron un resurgir de parte de su militancia que alargó su actividad casi una década más. No obstante, el movimiento vecinal y asociacionista no puedo escapar a la desmovilización que conllevo la asunción generalizada de la vía electoralista de partidos de la izquierda parlamentaria, que paradójicamente fueron gestados en el mismo 15M.
Aunque fueron estas estructuras sociales autogestionadas quienes formaron la primera línea de auxilio social en la crisis sanitaria y social del COVID-19, “la vuelta a la normalidad” terminó de evidenciar un reflujo político en forma de derechización institucional de la ciudad de Madrid. Desde esta coyuntura: un movimiento vecinal escuálido y una derecha envalentonada, las costuras del asociacionismo empezaron a saltar y la contra ofensiva continua hasta el día de hoy. Fueron atacados sus principales logros: su presencia en los planes de inversión y redistribución como un agente importante, sus medios de financiación y sus espacios de gestión vecinal. Menos reconocimiento político, menos capacidad monetaria y menos espacios de confluencia. Estallaban así algunas burbujas en las que parte del movimiento libertario se había integrado en el ciclo de movilización y en el que había puesto parte de sus esperanzas y fuerzas.
El final del ciclo político surgido con el 15M y desviado por los partidos neoreformistas, (para algunas reflexiones en torna a esta cuestiones puedes leer El Anarquismo ante el nuevo ciclo político – Regeneración (regeneracionlibertaria.org) que han supuesto el efectivo rescate del régimen de la crisis en la que estaba inmerso, ha activado un proceso de reorganización en la extrema izquierda patente hoy en día. Todas las organizaciones no institucionales, incluso fracciones por la izquierda y por la juventud de estas, han reactivado un debate que pone en el centro el problema de la estrategia. Nos aventuramos a afirmar que este mismo proceso se está dando en los movimientos vecinales y sociales, y que de esta reorganización crítica están surgiendo y consolidándose nuevos sujetos políticos más radicales y nuevas tácticas de luchas más combativas, que a la vez que ponen en valor la construcción de movimientos y organizaciones populares, cuestionan la institucionalización procesos anteriores y hacen hincapié en la necesidad de asegurar la independencia de los mismos.
El caso de San Blas-Canillejas
En el popular barrio de San Blas se dieron todas las condiciones materiales necesarias para la configuración de un movimiento vecinal fuerte. La llegada de multitud de trabajadores a un espacio infradotado, la instalación de multitud de institutos que favoreció la presencia de agrupaciones juveniles politizadas, una lucha por la legalización de la vivienda tras un proceso de ocupación masiva por parte de las vecinas y la pandemia que provocó la entrada de la heroína en la década de los 80’. No nos equivocamos si afirmamos que la lucha vecinal en el distrito, y en particular la realizada por la Plataforma Vecinal San Blas-Simancas, fue un éxito y un ejemplo de lucha y de fuerza social real.
No obstante, una vez solucionados los problemas principales de urbanismo y habitabilidad, el destrozo que dejaron el consumo y tráfico de drogas y las nuevas intervenciones urbanísticas con un claro interés especulativo y con formas de organización residencial enfocadas al individualismo, el tejido social construido quedó prácticamente deshecho. El efecto desproletarizador de la implantación de una sociedad de clases medias supuso el principio del declive del movimiento asociativo vecinal en la ciudad de Madrid y en el Distrito de San Blas-Canillejas. Pervivieron, solamente, los locales vecinales y algunos planes de intervención social. Las nuevas condiciones sociales transformaron el activismo vecinal en un reducto de incansables luchadoras que no lograban un remplazo generacional, vecinas que tenemos como referente indudable de sacrificio y compromiso militante.
En San Blas, las vecinas que resistían en la asociación vecinal supieron entender el ciclo de movilización del 15M a la perfección y comprendieron que el momento exigía la apertura a nuevos vecinos y vecinas. Esta acogida de nuevos militantes se materializó en la ocupación y posterior cesión del Espacio Vecinal Montamarta, que fue el sustrato de la red de apoyo vecinal y que se encargó de llegar, con solidaridad y apoyo mutuo, donde no llegó el Estado.
La desmovilización no tardó en sentirse en los barrios. Las fuerzas acumuladas habían empezado a dispersarse. Algunos de los militantes activos en ese momento achacan este declive a una falta de estrategia capaz de considerar los límites de sus proyectos y dotarlos de una proyección mayor. No se consiguió popularizar y distribuir las responsabilidades de gestión del espacio vecinal, no se logró mantener una tensión real y efectiva con la concejalía del distrito, otra vez institucionalización, otra vez incapacidad para generar un relevo. Tampoco funcionaron las redes de coordinación con otros espacios, la clara falta de una estrategia coherente y emancipadora fue una herida que desangró este autonomismo.
Actualmente, las asociaciones vecinales siguen en claro retroceso, embarcadas en luchas que sólo implican a los militantes de toda la vida, los de siempre. Los procesos colectivos de lucha contra los efectos del capitalismo, como la PAH y los bancos de alimentos (en este caso representados por el colectivo de Trabajadores en Paro), se han visto, igualmente, mermados. Las entidades pertenecientes al movimiento asociativo vecinal se encuentran en una situación de supervivencia, realizando un trabajo mucho más discreto y orientado a conseguir financiación y subvenciones públicas para mantenerse económicamente. Los colectivos culturales críticos están bajo mínimos y son casi incapaces de mantener sus actividades básicas. El feminismo a escala local se ha fraccionado en la misma forma que lo ha hecho a escala nacional.
Los Sindicatos de Barrio
En diferentes territorios han surgido, bien como espacios impulsados por organizaciones políticas combativas, bien por la reorganización de los espacios ya existentes, lo que venimos denominando como Sindicatos de Barrio o de vivienda. Si bien no todos tienen la misma forma, función u objetivos algunos de sus denominadores comunes son:
- Implantación territorial fuerte y actividad política sobre las demandas concretas de la vecindad.
- Una fuerte crítica sistémica anticapitalista que articula las luchas concretas con demandas generales.
- Cierto nivel de desarrollo estratégico, con una predominancia de posturas que en el fondo esconden lógicas autonomistas.
- Una crítica a formas previas desde posturas más radicales y combativas, que abogan por mantener la independencia de procesos de institucionalización, y por formas de asamblearismo popular con un alto grado de nivel de ambigüedad.
- Un intento por fomentar la activación de nueva militancia a través de la acción directa y la implicación en procesos de apoyo mutuo que rompan con dinámicas asistencialistas, cuestión que obviamente no se ha logrado resolver a día de hoy, y que supone uno de los principales problemas políticos que aborda este movimiento.
Esto puede entenderse como una ruptura con los modelos propios del asociacionismo vecinal y de las asambleas populares o como parte de una reorganización de las luchas del territorio que sea integradora sin perder su potencial combativo.
Fuerza social
La estrategia defendida por Liza no es autonomista. Como ya hemos explicado en otros artículos y espacios, consideramos que el autonomismo tiene límites muy obvios y contrastados históricamente, y creemos que su papel es el de ser una táctica concreta dentro de una estrategia mayor o, como mucho, una solución en momentos históricos y políticos donde las fuerzas estatales estén debilitadas, no siendo este el caso actual. El ejemplo de lo sucedido en San Blas-Canillejas es cristalino y debería ser muy ilustrativo. Al menos para nosotras lo ha sido.
Nuestra propuesta estratégica responde tanto a los análisis históricos previos como de una crítica a nuestra propia trayectoria militante. Se trata una estrategia revolucionaria y clasista, que considera que sólo a través de la acumulación de fuerza social (entendida como capacidad organizativa, experiencia militante, capacidad de análisis y conciencia de clase) en manos del pueblo trabajador y desposeído pueden generarse las condiciones necesarias para enfrentar el poder capitalista y superarlo. Desde esta misma lógica se analiza la construcción de espacios que luchen por las demandas parciales o que construyan espacios alternativos; solo si suman a la concentración de fuerza social se implementan como prácticas, si el momento social nos lleva a concluir que están manteniéndose como fines en sí mismo, la experiencia nos dice que lo mejor es replantearnos nuestra acción y reconducirla. Y justo esto es lo que hacemos al cambiar nuestra forma de intervenir en nuestro barrio.
Dicho esto, el objetivo de Liza en su intervención en los movimientos de masas y populares es justo ese, generar las condiciones que posibiliten la concentración de fuerza social anticapitalista y antiautoritaria, aumentando la capacidad combativa de los movimientos de masas y a su vez fortaleciendo las organizaciones militantes, el movimiento libertario y las corrientes y organizaciones especifistas.
Sindicato de Barrio San Blas-Canillejas
Impulsando la conformación de un Sindicato de Barrio en el distrito de San Blas-Canillejas, se pretende rescatar, a través de la coordinación y la hegemonización de una estrategia conjunta, a los colectivos combativos que han sobrevivido estos años.
En el distrito existen colectivos que pueden cubrir casi la totalidad de las problemáticas políticas y sociales que afectan al vecindario: la crisis de la vivienda, de la alimentación y de los recursos mínimos para una subsistencia digna, del transporte, la movilidad y el acceso igualitarios, de las coberturas publicas básicas de educación, cuidado y salud, de la convivencia y la integración, de la cultura y la memoria, de la igualdad de género, orientación sexual, raza y etnia.
Estos colectivos ya existen y hacen su trabajo. El objetivo es favorecer y apoyar su coordinación para construir un espacio de apoyo mutuo, solidaridad, acción directa, autodefensa proletaria y de agitación y propaganda que les posibilite trascender sus parcelas de acción y que permita alcanzar un nuevo nivel a la lucha por la dignidad organizada.
Las tareas en las que se involucra Liza son precisamente esas: apoyar la autoorganización, aportar análisis y propuestas estratégicas que puedan superar el ámbito meramente particular y el autonomismo, aportar tácticas como las propuestas por la Red de Solidaridad de Seattle de solidaridad no asistencialista, el sindicalismo de base, activar una política real de alianzas, proponer acciones de agitación y propaganda, combatir los procesos de cooptación y desvio y, en definitiva, construir una voz colectiva con más alcance.
(en cuanto a la aclaración de los términos de “hegemonizar” y “cooptación” aquí tenemos el enlace de un artículo reciente donde los analizamos: Cooptación no es hegemonizar. – Regeneración (regeneracionlibertaria.org)
Desbordar las fronteras locales
A su vez, Liza pretende desbordar la tradicional barrera social que nos han impedido históricamente generar una articulación efectiva con los movimientos de masas de la ciudad y del resto del Estado. Animamos así a la participación en las coordinadoras de barrios y pueblos donde se integren los diversos proyectos combativos locales, creando una organización social desde abajo y a la izquierda, que se convierta en una potente máquina de lucha social. Evidentemente, nuestro carácter antiautoritario y revolucionario hará que participemos en dicha organización social atentos a derivas autoritarias (propias y ajenas), a desvíos, cooptaciones o a la implantación de estrategias que no tengan como objetivo la construcción de una fuerza social capaz de enfrentar al capital.
La visión anarquista de estas organizaciones se debe caracterizar por un enfoque autogestionado y horizontal en lo que refiere a la toma de decisiones, promoviendo la participación de todos los miembros en la solución de los problemas comunitarios y en el desarrollo de estrategias que fortalezcan los movimientos vecinales.
Podemos resumir, en los siguientes puntos, algunas propuestas prácticas concretas a tener en cuenta.
- Trabajar en un análisis de las problemáticas vecinales y generar estrategias colectivas que puedan desembocar en respuestas a dichos problemas. Asimismo, se debe contar con mecanismos de evaluación continua de dichas estrategias, para valorar su efectividad, al igual que con los canales de participación, comunicación, etc.
- Fomentar la participación activa de las vecinas y vecinos en la resolución de problemas y toma decisiones superando así la mera representación.
- Promover la solidaridad en el vecindario, fomentando el apoyo mutuo y la cooperación en la resolución de los problemas comunes. El objetivo es construir lazos de confianza entre los miembros de la comunidad.
- Asentar las bases para la construcción de un espacio de autoorganizacion capaz de perdurar en el tiempo sin tener que optar por la institucionalización, que a la larga implica su vaciamiento y desarme.
En conclusión, la aparición de los sindicatos de barrio, como forma de intervención en los movimientos vecinales, ofrece grandes oportunidades para revitalizar la organización obrera en los barrios. Para ello, es necesario reforzar el trabajo de todos los colectivos que intervienen, recuperando la clase como elemento protagonista de nuestros análisis y propuestas.
Un debate con la estrategia de síntesis y con las propuestas autonomistas surgidas del Movimiento Libertario.
Entendemos por Síntesis la propuesta estratégica que sostiene que los militantes anarquistas no deben organizarse entre ellos, construyendo una unidad ideológica, estratégica y de acción, para intervenir en los movimientos de masas. Así veníamos militando hasta ahora en nuestros barrios, es y ha sido, la forma más habitual del anarquismo a la hora de luchar en los entornos locales. Frente a esta idea proponemos organizarnos con otros libertarios y construir una organización que nos permita desarrollar una línea ideológica y estratégica que guie nuestra actividad militante. Esto no es solamente más práctico, más sincero y más coherente con los principios libertarios, sino muchísimo más inteligente teniendo en cuenta lo desolador y desmovilizador que resultan las derrotas surgidas de la actividad política bien intencionada pero carente de estrategia.
Por su parte, la propuesta autonomista, en cuanto a la centralidad de la creación de espacios alternativos de organización planteamos varias limitaciones cruciales. En primer lugar, la dificultad para hacer de estos lugares espacios amplios. El trabajo que requiere levantarlos, mantenerlos y defenderlos tiene que quedar justificado por su capacidad de organizar y acoger a cuantas más vecinas y más diversas sea posible. Aunque lográsemos que estos espacios fuesen amplios y masivos, sino están provistos de un plan de lucha razonable, plausible y articulado coherentemente, son solo espacios destinados a deshincharse, con la consecuente resaca y reflujo en cuanto a el carácter combativo de los barrios.
Es también crucial dejar de ocultar que los que pensamos igual nos organizamos y que esto es no solo justo y honrado sino mejor. La mayoría de los grupos libertarios que podemos definir como autónomos intervienen en las luchas sociales. Es justo y necesario que lo hagan. Lo que es contraproducente y poco ético es que no reconozcan que lo hacen de forma organizada y con unos objetivos claros. No tenemos claro si esta negación de la actividad coordinada responde a un complejo político o es una práctica activista que intenta la criminalización de la práctica organizada. Sea como fuere, no la compartimos.
Por último, queremos señalar lo que no sabemos si identificar como un sesgo espontaneísta o como una táctica de legitimación de las propuestas propias. Lo aclaramos, aquellos militantes, o colectivos, que aseguran que la creación de espacios alternativos permite la emergencia de nuevas ideas y formas organizativas ocultan la participación de personas y organizaciones altamente politizadas. No estamos diciendo que, de la confluencia, el debate y la modificación de propuestas no surjan prácticas políticas con mayor potencial, negar esto sería negar nuestra trayectoria militante. Lo que denunciamos es un intento de ocultación de la actividad de agentes políticos que intentan hegemonizar sus propuestas, que tiene toda la legitimidad para hacerlo, pero que o bien prefieren negarlo, o buscan que sus ideas, al quedar refrendadas por el grupo amplio, justifiquen sus tesis previas. Esto es un sinsentido desde un punto de vista moral libertario. Apostamos por la claridad en nuestras intenciones y en nuestras prácticas, es la única forma de evaluar sinceramente nuestra actividad política y su impacto. A su vez, y quizás esto sea lo más problemático, ocultar pretendidamente la acción de agentes politizados en los movimientos de masas favorece que las tretas y artimañas de los agentes reformistas o movimientos autoritarios, que pretenden desviar o cooptar toda esa fuerza, sea más difícil de reconocer y por tanto de combatir.
Grupo de Trabajo de Intervención de Liza.