Este artículo surge de la necesidad de romper con ciertos dogmas que se han instaurado, en las últimas décadas en el movimiento libertario. Y los denomino dogmas, no con una intención despectiva si no descriptiva, es decir, son posturas que no surgen de un riguroso estudio de la historia ni de una actualización de postulados en base a nuestra realidad material. Surgen, en mi opinión, fuertemente influenciados por la creación de una nueva identidad “anarquista”, nacida principalmente de las derrotas del siglo pasado y de la paulatina asimilación del realismo capitalista. Un realismo capitalista, que en la praxis niega la posibilidad de una revolución y se refugia en pequeños espacios, los cuales se sustentan en esta nueva identidad. Poco a poco, el paradigma de la revolución se ve suplantado por el de la resistencia, y de este nuevo paradigma surge un nuevo “anarquismo” que ignora su historia y niega el presente.
Con esto no quiero decir ni que todo el movimiento libertario actual se reconozca de forma total en este nuevo “anarquismo”, ni que no se puedan realizar críticas a posturas o prácticas históricas del movimiento libertario. En lo que sí quiero hacer hincapié es en la necesidad de abandonar el paradigma de la resistencia y volver a construir un movimiento que sea capaz de plantar cara a los sistemas de dominación que nos oprimen, un movimiento que vuelva a creer, de forma sincera, en la revolución. Esta tarea no podemos llevarla a cabo sin desprendernos primero de cualquier forma de dogmatismo. Confrontemos nuestras ideas de una forma honesta y constructiva, dejando de lado a fantasmas del pasado. Partimos de la posición de que el individuo no existe antes de la sociedad y, por ello, su autopercepción y forma de actuar está dentro de los propios márgenes de la sociedad, está socialmente determinada, y por lo tanto todo desarrollo espontáneo tiene de base una materialidad que tiende a replicar las formas sociales ya existentes. Es decir, en una sociedad burguesa se tenderán a replicar las formas burguesas de organización, trabajo, etc. Es por esto, que creer que nuestra clase se puede organizar en una línea revolucionaria de forma espontánea es erróneo. Una organización obrera no es de por si revolucionaria. Por poner un ejemplo concreto, la sección femenina de falange, si bien estaba conformada por mujeres, no era en absoluto una organización feminista y mucho menos revolucionaria. Y como este ejemplo podemos ver otros tantos, desde sindicatos a asociaciones vecinales o colectivos de todo tipo.
Los momentos de revueltas espontáneas, de igual manera que organizaciones compuestas por trabajadoras, no tienen por qué tener de por sí un carácter revolucionario, lo que no quita que puedan albergar un cierto potencial revolucionario. Un potencial que debe ser explotado por la vanguardia para convertir esa organización/movimiento espontáneo en un verdadero movimiento revolucionario. Es importante aclarar que explotar este potencial no es lo mismo que aprovecharse de él como si la vanguardia fuera algo externo al movimiento de masas. Evidentemente la vanguardia saca provecho de ese movimiento en tanto que forma parte de él, y al explotar el potencial lo que hace es elevar las capacidades del movimiento de masas, lo cuál genera una mayor fuerza real.
¿Es el anarquismo vanguardista?
Para poder responder a esta pregunta primero necesitamos definir qué entendemos por vanguardia. En la actualidad, cuando hablamos de vanguardia, se suele asociar a la definición dirigista de vanguardia y a la trayectoria histórica de esta. En mi opinión, la vanguardia (refiriéndonos a la vanguardia revolucionaria) no es más que un grupo de militantes que representan el sector más avanzado de un movimiento revolucionario. Es decir, el motor del mismo. Esta vanguardia se puede dar a nivel teórico (como han podido ser Bakunin, Kropotkin, Malatesta, Dielo Truda, etc.) y a nivel práctico («Los Amigos de Durruti», la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, cuadros sindicales de sindicatos revolucionarios, Comités de defensa del 36, etc.).
Estas vanguardias aunque históricamente han tendido a organizarse por distintos medios no es un requisito imprescindible para serlo. En el caso de la vanguardia teórica es común encontrar a autores que no estuvieron formalmente organizados como vanguardia. Cabe diferenciar entre el concepto abstracto de “vanguardia”, en singular, que hace alusión al conjunto total de aquellos sectores más avanzados en la lucha de clases (cuando hablamos de los sectores más avanzados nos referimos a quienes poseen más capacidades, un grado más elevado de conciencia de clase, etc…) y las vanguardias, en plural, que son los propios sectores y la forma concreta que adopta la punta de lanza del proletariado, ya sea a nivel de una organización o individual, con un desarrollo diferenciado del resto de vanguardias.
Las vanguardias surgen de forma natural y son necesarias cuando se apunta hacia un objetivo revolucionario. No tiene por qué formarse solo una, de hecho lo más lógico, común, e históricamente constatable es que coexistan varias que combaten a través de sus postulados teóricos y su práctica concreta entre ellas, con la intención de discernir cuál es la correcta. Esta contraposición de ideas es imprescindible para alcanzar la revolución, siempre y cuando se dé en un ambiente de compañerismo y honestidad. En esta confrontación las posturas erróneas desaparecerán y las correctas se irán fortaleciendo y hegemonizando en el movimiento.
Quiero aclarar que estas vanguardias, como cualquier militante honesto, buscan la hegemonía de sus ideas y prácticas, es decir buscan que las cosas se desarrollen de la manera que creen correctas. Esto no implica negar el debate y encerrarse de forma acrítica en nuestras posturas, sino todo lo contrario. Si yo pienso y actúo de la manera que considero mejor para lograr unos objetivos comunes lo que debo querer es demostrar que mi propuesta es la mejor o que me demuestren que otras lo son, y por ende unirme a ellas. Esta es la manera por la que se debe hegemonizar la vanguardia, no por medio de tretas o actuaciones faltas de honestidad. Es importante aclarar que estos procesos de hegemonización positivos se pueden dar cuando se parte de esa buena praxis que hablábamos anteriormente. Quién intenta “hegemonizar” desde actitudes deshonesta mediante distintos métodos de manipulación no puede ser considerado parte de la vanguardia, sino todo lo contrario, elementos que buscan destruir todo aquello que no sean capaces de controlar, deslegitimando el papel de las vanguardias en general y de la concepción de la vanguardia en particular. Estos grupos representan la reacción y no son otra cosa que enemigos de clase, es por esto que el deber de las vanguardias es combatirlos sin tregua para impedir que puedan destruir estos movimientos de masas o apartarlos del horizonte revolucionario que las vanguardias buscan proyectar.
¿Cómo debe actuar la vanguardia anarquista?
Como anarquistas nuestra praxis va ligada a nuestros objetivos, y esta premisa se puede extrapolar a la vanguardia. Nuestro objetivo no es crear un estado que la población tolere, nuestro objetivo pasa por crear un sistema basado en la participación, y por tanto la vanguardia anarquista necesita trabajar en esta línea. De nada nos sirve que la clase trabajadora nos apoye de forma pasiva, necesitamos que se involucre en nuestro proyecto revolucionario de forma activa.
Pongamos un ejemplo práctico. En el ámbito sindical nuestro trabajo no puede estar basado en el delegacionismo, ya que nuestro objetivo en un centro de trabajo no es tener los votos suficientes para sentarnos con la patronal y buscar la mejor situación para ambas partes, nuestro objetivo es imponernos a la patronal, y para eso necesitamos tener una verdadera fuerza real (en un centro de trabajo la máxima expresión de esta fuerza podría ser una huelga secundada por toda la plantilla). El objetivo del grupo motor de una sección sindical (lo que podríamos llamar vanguardia sindical del centro de trabajo) no es únicamente conocer los problemas de la plantilla y buscar soluciones junto con el jefe. El objetivo de este grupo motor debe ser organizar a la plantilla para poder llevar a cabo una negociación con la empresa , en los términos que marque la plantilla.
Pero, para conseguir esto, esta vanguardia no puede presentarse como un grupo de personas de carácter mesiánico que vienen a solucionar todos los problemas, si no como un grupo de compañeras con un grado de compromiso muy alto que organizan, capacitan, aportan y animan al resto. No como un agente externo, si no como núcleo de esa organización obrera en la empresa. Esto no implica que no lleven propuestas ni que busquen que la sección no asuma las que consideren que son las mejores estrategias, pero la clave está en que el resto debe asumir sus propuestas, es decir, deben hacerlas propias. Esto implica que es probable que las propuestas no salgan exactamente como esta vanguardia quiere o que, en ocasiones, esas propuestas sean directamente rechazadas. Si esto ocurre, no vale con resignarse o culpar a las compañeras por no apoyarnos, tenemos que analizar qué ha fallado en nuestra propuesta y por qué no ha sido aceptada. Quizás no hemos sabido explicarla correctamente, o hemos analizado de forma errónea las problemáticas, lo mismo hemos intentado correr demasiado y las compañeras no tenían la confianza suficiente para asumir ese nivel de acción.
La función de la vanguardia no debe ser otra que la de funcionar como motor del proletariado, debe de estar compuestas por militantes formadas, honestas, comprometidas, sin ego, que sean capaces de analizar la realidad, de llegar al resto, de exponer sus propuestas y convencer, de formar y, en definitiva, de empujar al conjunto de la clase trabajadora al camino de la revolución.
Conclusión
En la situación actual, tenemos la necesidad de refundar la vanguardia anarquista, vanguardia en tanto que esta aparece como elemento interno e intrínseco de las luchas, como grupo de militantes con un grado de compromiso muy alto y capaz de presentarse como la mejor opción política.
Queremos refundar esta vanguardia que en el pasado consiguió acercar a nuestra clase hasta las puertas de la revolución. No debemos caer en el desánimo y pensar que todo está perdido, que la revolución es imposible, tenemos que aceptar nuestros errores pasados y dar un paso adelante. Hacer balance de lo que falló en el pasado y corregirlo. Debemos asumir que si la revolución fracasó y nuestras ideas decayeron no fue porque la revolución sea un imposible, ni por factores externos, si no, que fracasamos como movimiento porque nos equivocamos, porque no supimos refinar nuestro plan, porque no tuvimos en cuenta ciertos factores externos, y no podemos culparnos por ello, pero ahora tenemos esa experiencia. Si no somos capaces de hacer autocrítica y mejorar en base a la experiencia pasada sí que será nuestra culpa, y estaremos condenadas a la derrota eterna.
No quiero acabar este artículo con una nota triste, hemos sido capaces de lograr grandes avances en el camino de la revolución, aunque eso no nos es suficiente. Lo que está claro, es que, si volvemos a creer en la revolución, tenemos la capacidad de cambiar el mundo, las revoluciones no surgen, no son cosas del pasado ni procesos geológicos que tardan miles de años en formarse, las revoluciones se construyen y esa es nuestra tarea. Muchas veces oigo la idea resignada de “aunque hagamos bien las cosas no vamos a ser nosotras quienes veamos la revolución”. Pero eso no lo sabemos, la historia nos ha enseñado que los procesos revolucionarios se pueden desarrollar más rápido de lo que creemos. ¿Por qué no es posible que, si hacemos lo que debemos hacer, no seremos nosotras partícipes de esa revolución? Si somos capaces de analizar nuestra experiencia, presente y pasada, buscar soluciones a los errores que han causado que hoy estemos aquí y poner en valor nuestros aciertos, sin lugar a duda, volveremos a ser uno de los grandes miedos de la burguesía, volveremos a tener la oportunidad de alcanzar ese mundo nuevo. Puede que volvamos a ser derrotadas cuando, por fin, volvamos a estar a las puertas, pero nuestra experiencia servirá a quienes nos precedan, y así, poder reorganizarse teniendo en cuenta nuestros errores, y, por tanto, construyendo un movimiento mucho más fuerte.
El futuro no lo conocemos, lo único que podemos saber con certeza es si el día de mañana, cuando hagamos balance de nuestro trabajo, podremos estar orgullosas por lo realizado o, si por el contrario, nos arrepentiremos de no haber hecho, por mil motivos, lo que tendríamos que haber hecho en su momento. Ese momento, es hoy, como anarquistas tenemos la responsabilidad de empezar a trabajar ya en la revolución de mañana, como se suele decir “por las que fueron somos y por las que somos, seremos”.
T. Mora