El 7 de octubre del pasado año Hamas hacía una incursión sin precedentes en territorio bajo control de los colonos israelís con más de un millar de muertos y apresando a 253 rehenes. Aunque este no puede considerarse el inicio del conflicto, ni del genocidio que está realizando el estado de Israel sobre el pueblo palestino, fue el punto de partida para un ataque militar sobre población civil sin precedentes. En poco más de 8 meses las fuerzas militares sionistas han dejado en torno a 38.000 mil muertos y 77.000 heridos, han destrozado hasta los cimientos todo vestigio de infraestructura básica, han acorralado a la población en una ínfima porción de territorio provocando una crisis humanitaria que solo puede calificarse de genocidio.
Podría sorprender que ante tal panorama dantesco no se hubiese producido unas movilizaciones civiles en todo el planeta como las que se activaron en 2003 tras la invasión de Irak por las fuerzas estadounidenses. Podría sorprender, pero no lo hace, dado el clima belicista que han impuesto las élites nacionales y sus lacayos de la prensa de masas. Podría sorprender, pero no lo hace, dada la tibieza de la izquierda institucional que no solo no ha movido un dedo, sino que ha intentado cooptar los pequeños movimientos que surgían desde organizaciones civiles y políticas.
Han tenido que pasar más de 8 meses para que germinase un movimiento ciudadano que hiciese frente a la barbarie, la complicidad y la censura que se ha impuesto en los países occidentales. Ha sido la juventud, ha sido en las universidades, donde la dignidad ha desbordado los límites que querían imponer con represión, censura y complacencia con el imperialismo genocida.
La protesta contra el genocidio se extiende entre la juventud de todo el planeta. En más de un centenar de universidades se producen imágenes muy similares. Acampadas de jóvenes. Asambleas de universitarios y profesores. Listados de demandas. Represión policial y política. Estos escenarios de movilización representan una oportunidad real de romper la paz social que intenta imponer el sistema. De extenderse y ampliarse podría suponer un rayo de luz que abra otras muchas oportunidades de lucha. Esto nos interpela directamente como anarquistas y como revolucionarios.
En este artículo queremos reflexionar sobre algunas cuestiones estratégicas que emergen de este tipo de movilización social con el objetivo de aportar a las compañeras que allí se reúnen y al movimiento social y libertario en conjunto. Pero nada de esto tiene sentido sin empezar con un apoyo total a las acampadas y a sus demandas. Allí estaremos con toda la fuerza de la que disponemos.
Una luz de esperanza en la solidaridad combativa de la juventud
La llama que han levantado miles de estudiantes por todo el mundo no debe despreciarse ni considerarse un simple suceso sin importancia. De extenderse las protestas, de ampliarse los sujetos interpelados, de coordinarse con otras luchas, estas movilizaciones pueden aportar una mecha muy necesaria para avivar el fuego de la combatividad social que tan necesaria es en estos momentos.
Por esto debemos partir de romper con posicionamientos agoreros que señalen solo las limitaciones y riesgos a los que nos enfrentaremos en los próximos días. La primera tarea de los revolucionarios es mirar allí donde se produce el conflicto y apoyar con toda su iniciativa. A partir de aquí, se trata de aportar y luchar hombro con hombro con la juventud que alza la voz contra la barbarie y la sinrazón. El primer paso es propagar la lucha allí donde nació, el segundo es ampliarla por todo el estado.
Desbordar los límites de las burocracias
Tenemos experiencia de sobra para saber que los movimientos sociales y cualquier actividad política contestataria, más si ésta surge de sectores obreros o populares, va a estar plagada de agentes reformistas, burócratas conciliadores o simplemente individualidades haciendo carrera política. Sus objetivos siempre son los mismos, cooptar la fuerza social que se genera, desviar su potencial a cauces reformadores y sacar redito político o mediático de las luchas. Con este fin se servirán de cualquier táctica a su alcance: tomar los puestos de portavocía, desarticular las asambleas amplias, mantener un programa de consignas de mínimos, llamar a la desmovilización a la primera oportunidad, querer trasladar el espacio político a reuniones con autoridades y a las instituciones, pretender parcializar el conflicto desvinculándolo de cualquier crítica al sistema capitalista o de cualquier lectura de clase…
Detectar a estos agentes es clave y no es tarea fácil. Muchos se esconden tras organizaciones pantalla, dicen venir a título individual o esconden su filiación política. Otros de verdad vienen a título individual porque solo están engrosando su carrera personal, la construcción de una marca política que los lleve a ser fichados por algún partido neoreformista o como tertuliano de cualquier televisión.
Ante esto tenemos una obligación y no es tarea fácil. Una vez localizados estos agentes se abren dos vías: la primera, que consideramos como una vía muerta, es la que se materializa con la expulsión de los espacios de decisión de estas personas. Es una vía muerta porque genera unas tensiones muchas veces desmovilizantes en aquellos sectores menos politizados. Y además es un error porque nos impide mostrar cuál es su tarea y objetivo político. Hacer más pequeño el movimiento expulsando a estos agentes es además la oportunidad de los más sectarios para empezar a recortar en la extensión de la lucha. Las expulsiones deben ser siempre la última opción.
La alternativa que planteamos es el combate político, directo y sin concesiones. Desbordar las barreras que quieren imponer a las luchas requiere de un torrente de fuerza, argumentación y decisión que supere cualquier dique. Para esto ayuda estar preparado, organizado y debidamente armado de argumentos y propuestas que superen las trampas que pongan en nuestro camino. Será en estas batallas políticas a pequeña escala donde los revolucionarios aprendan y amplíen destrezas. Serán en estos encontronazos donde delatemos aquellas posiciones políticas que luchan contra la movilización, la protesta y la auto organización de clase.
Superar el movimentismo
Es frecuente que dada la falta de propuestas que puedan conjugar el combate contra el sectarismo y los desvíos con una propuesta que pueda trascender los marcos de lo parcial, se den derivas movimentistas que en el mejor de los casos sirven como una experiencia parcial y no muy fecunda para algunos sectores en lucha. Para poder superar estas limitaciones debemos articular una serie de demandas que trasciendan lo parcial y dejen algo más que “posos”.
Se trata de pelear por la consolidación de formas de auto organización que puedan durar lo máximo posible y que luchen por extender su impacto en otros sectores. Se trata de generar alianza con otras estructuras de otros ámbitos sociales. Estudiantes y trabajadores, profesorado, jubilados, parados y migrantes. Procesos ampliados rompiendo con lo local, coordinadoras, federaciones, encuentros…. Y por supuesto ampliación de las organizaciones políticas que participan en las luchas. Si cada enfrentamiento, si cada lucha, no es el principio de más organización y de la ampliación de tejidos rebeldes, no solo no será suficiente, sino que a la larga será desmovilizadora.
Desbordar las demandas de lo parcial, desbordar los maximalismos pseudorevolucionarios
Romper lo parcial y lo pseudorevolucionario es enfrentar el desvío y el sectarismo en el plano de las demandas. Hay que reclamar el fin del genocidio y hay que delatar al sistema capitalista e imperialista que lo hace posible. Pero de nada servirá si no señalamos las estructuras cómplices implicadas en nuestro entorno más cercano. Este es un acierto de las movilizaciones actuales en la universidad contra el genocidio palestino: ruptura de los convenios con las empresas sionistas, con los fabricantes y vendedores de muerte. Pero tiene que ir más allá. Tiene que tender a la reclama de la salida de las empresas e intereses comerciales de las universidades. Es más, debemos exigir la finalización de todo comercio y trato diplomático del gobierno y el estado español con Israel.
Habrá quien diga que ante eso hay que proponer una universidad socialista, pero esto no es posible y prometer sueños nunca fue una gran táctica de hegemonización de la lucha revolucionaria. Debemos mostrar con nuestras demandas y nuestros lemas que la universidad en este sistema criminal no podrá nunca romper con su función de creación de trabajadores y de formación de ciudadanos serviles, por eso luchamos contra este sistema. Esto es extensible a cualquier otro servicio público o básico.
Demandamos también la expulsión de esas empresas y sus intereses de cualquier órgano rector de la universidad y su sustitución por representantes de los estudiantes y trabajadores autoorganizados. Espacios con capacidad decisoria, espacios abiertos y espacios públicos para poder delatar en ellos a todos los agentes de las elites que pretendan servirse de ellos. Y mientras no nos concedan la participación directa en los órganos rectores, intentemos transformar las movilizaciones en espacios de autoorganización de estudiantes y trabajadores.
Debemos lanzar también demandas contra todo intento de silenciar o reprimir la actividad política de trabajadores y estudiantes. Debemos ampliar esta lucha en solidaridad con el pueblo palestino en una movilización masiva contra la ley mordaza universitaria que delate a sus creadores y a todas esas fuerzas políticas que prometieron derogarlas y terminaron ampliándolas. Hay que denunciar los proyectos reformistas en el gobierno y en la opinión, y señalar también que la vía de la gestión del sistema capitalista es una vía muerta.
¿Una huelga general en solidaridad con el pueblo palestino?
Sin rodeos, Si. Rotundamente sí. Ante la iniciativa de CGT de convocar una huelga general de la clase trabajadora en apoyo del pueblo palestino y por el fin del genocidio solo podemos apoyar y felicitar su propuesta. Habrá quien defienda que no hay una relación directa y razonable entre el imperialismo de los colonos sionistas y los trabajadores y estudiantes del estado español y simplemente estará mintiendo. Y no solo porque el sistema capitalista solo es posible con campañas imperialistas de las potencias militares sobre los pueblos más dañados por este sistema de dominación, sino porque la clase trabajadora, nuestra clase, es la que sufre de forma directa toda esa violencia y como clase nuestro objetivo debe ser convertir esas campañas en pro de los intereses de las elites en una confrontación en torno al eje de clase. Paz entre pueblos, guerra entre clases.
Decididamente también sí a la huelga general en solidaridad con palestina, porque va a delatar a las burocracias sindicales y políticas que se opongan a ella. Eso sí, nuestro apoyo no será acrítico, irá acompañado de una lucha sin cuartes contra todo desvío, movimentismo o cooptación.
Miguel Brea, militante de Liza.