Poder popular y anarquismo especifista

Por liza
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Ideas para crear la revolución que vendrá

El objetivo del artículo es reflexionar sobre la estrategia del Poder Popular como estrategia emancipadora y ver cómo se puede relacionar con diferentes tendencias y corrientes revolucionarias (en mayor o menor medida), en particular aquellas que se inscriben en el movimiento libertario y sus familias. Por cuestiones de extensión, y de hacer útiles y accesibles las reflexiones que aquí vamos a esbozar, nuestro objetivo no es cubrir meticulosamente todas las aristas y variantes que nos podemos encontrar en acercamientos más exhaustivos. Es un texto introductorio que pretende cubrir unos objetivos muy básicos pero imprescindibles en el momento de reorganización del anarquismo en la actualidad: introducir la idea de Poder Popular, sustentar que la adherencia a dicha estrategia tienes sentido y se puede justificar, introducir comó diferentes tendencias revolucionarias se relacionan con ella y en particular comó se relaciona la corriente especifista, o más en concreto nuestra propuesta.

¿Qué es el Poder Popular?

Es el término con el que se ha caracterizado a la propuesta estratégica que considera que se puede realizar una revolución de carácter socialista a través de la acumulación de fuerza social en manos de la clase trabajadora y los desposeídos. Así enunciado parece no aclararse mucho el debate, pero ya nos señala algunas cuestiones claves. Estamos hablando de estrategia como proyección desarrollada de un plan de acción para la consecución de un objetivo claro. Estamos hablando de revolución, es decir, de la certeza de que este sistema criminal puede ser derribado y que derrotar su fuerza es condición de necesidad para poder construir un sistema socialista. También estamos afirmando que esa revolución está condicionada a la acumulación de una fuerza con objetivos emancipadores capaz de superar las resistencias del capital y que eso implica un apoyo masivo.

Pero, además, la estrategia del Poder Popular incluye en su formulación una cuestión estratégica esencial tanto para la fase revolucionaria como para la posibilidad misma de construir un sistema realmente alternativo donde impere la igualdad, la libertad y la justicia que podíamos formular señalando que serán los espacios de lucha y autoorganización en los que se irá acumulando una fuerza social capaz de superar las resistencias de poder capitalista; serán el germen de las instituciones populares sobre las que construiremos la sociedad a la que aspiramos.

Tras esta introducción tan amplia, muchas de las compañeras con las que compartimos tradición política seguro que se sienten identificadas. Sin embargo, el desarrollo estratégico más concreto y las teorías sobre comó el sistema capitalista se sostiene y reproduce, así como qué relación guarda cada propuesta con la construcción de conocimiento, hace que podamos hablar de tendencias dispares, en ocasiones incluso contrapuestas. Para poder sacar consideraciones más profundas empezaremos por justificar en qué se basa nuestra “creencia” revolucionaria, para a continuación explicar cómo nuestros análisis sobre el sistema social actual irán condicionando nuestras propuestas hasta diferenciarlas.

No es una cuestión de Fe

Aunque a veces nos referimos a la revolución casi como un pronóstico esotérico, nuestra propuesta está fundamentada sobre análisis rigurosos. Dos son los conocimientos sobre los que se sustenta nuestro pronóstico y nuestra practica: el primero es la certeza de que el sistema capitalista es incapaz de impedir la emergencia de agudas crisis sociales, económicas, políticas, ecológicas y sanitarias. Es más, son muchos los analistas y expertos que aseguran que los límites ecológicos y económicos a los que se ha sometido al planeta y a la población permiten pronosticar una fase de agudización creciente. Cada vez más crisis, más intensas, duraderas, amplias en cuanto a los sectores sociales a los que afectará y repitiéndose cada menos tiempo. Hay expertos que nos hablan de un colapso climático, otros aseguran la imposibilidad de sostener este sistema sin agudizar las colisiones entre estados naciones que desembocarán en guerras abiertas. Lo que parece claro es que vamos a vivir tiempos complejos y convulsos, lo que supone una oportunidad para la acción política emancipadora; dado que los sistemas de control, represión y reproducción social del sistema se verán debilitados.

La segunda cuestión sobre la que articulamos nuestra hipótesis es meramente histórica. Tenemos ejemplos de cómo las épocas donde se agudiza la presión sobre las masas de explotados favorece la respuesta revolucionaria. Hemos visto que la revolución pasa por la acumulación y articulación de la fuerza de los desposeídos para enfrentar el poder capitalista. Y también sabemos que las formas en las que se organiza e institucionalizan los movimientos revolucionarios condicionan la forma social que se consolidan tras la victoria. No hablamos de ciencias puras, pero quien niegue la importancia de la memoria y la historia es cuanto menos un irresponsable.

La teoría de la reproducción social que hay tras cada propuesta emancipadora

Toda propuesta estratégica parte de una idea, más o menos trabajada, más o menos explícita, de cómo se produce la reproducción sistémica capitalista. En otras palabras; toda propuesta política parte de una idea de cómo se sostiene el poder imperante, qué debilidades tiene, qué oportunidades ofrece a los conspiradores y qué cabe esperar de su evolución futura.

Es cierto que el anarquismo produce una ingente cantidad de información de los métodos de represión o de reproducción sobre los que se sustenta este sistema. Cárceles, policías, ejércitos, escuelas, trabajo, publicidad… Son herramientas que no se escapan a nuestra critica. También es cierto que el movimiento libertario actualmente carece de una sistematización de estos conocimientos y de los que se producen desde otros sectores. Aun peor, por norma general, las practicas libertarias, es decir, el repertorio de acciones que llevamos a cabo desde el espectro ácrata; carece de un sustento explícito y razonado sobre estos conocimientos que nos pueden permitir orientar nuestra praxis. Esto es, el movimiento libertario como entorno sociocultural y el anarquismo en sus diferentes planteos adolece de pensamiento estratégico fundamentado. Es por ello que hablamos de posicionamientos identitarios y de acción tradicional.

Regresando al tema en cuestión; serán las teorías sobre la reproducción social del capitalismo que adoptemos las que condicionen nuestra propuesta. Si pensamos que el sistema capitalista es insuperable, propondremos un plan de huida o formas de resistencia. Si consideramos que no se puede confiar en los análisis de expertos o de nuestra propia experiencia y consideramos que nunca se puede saber de qué estallido parcial puede nacer un proceso revolucionario generalizado; adoptaremos una táctica insurreccionalista basada en el conflicto. Y así, sucesivamente.

A partir de aquí intentaremos relacionar cada propuesta estratégica y su teoría de la reproducción social con las ideas centrales del Poder Popular para pensar cuáles pueden ser sus limitaciones o derivas. En última instancia, trataremos de explicar y defender por qué consideramos que la estrategia especifista es la más adecuada para el anarquismo en la actualidad sin perder un ápice de coherencia con los principios de libertad e igualdad de nuestra corriente antiautoritaria.

Insurreccionalismo y Poder Popular

La mayoría de teorizaciones desde el sector insurreccionalista libertario consideran que la revolución social es posible y necesaria. Sin embargo, su teoría de la reproducción social les lleva a considerar que es prácticamente imposible prever el desarrollo de los procesos de conflictividad social. De alguna manera se postula que ante tal incertidumbre y en un panorama político tan complejo la tarea de los revolucionarios debe ser la de intentar dar profundidad e intensidad a los conflictos sociales o incluso intentar provocarlos. Esta postura tiene un componente espontaneísta claro, aunque bastante contradictorio con la crítica que realizan a otras tendencias acusándolas de vanguardistas. Esta idea de la propagación y crecimiento del conflicto como si de un fuego en un bosque seco se tratase, también deja muchos vacíos si por fortuna se produjese un éxito revolucionario. Parece que se apuesta todo a que de la propia dinámica revolucionaria puede florecer una sociedad libertaria. No arroja luz sobre los procesos políticos y las intervenciones de agentes reformistas o sobre intentos de desvió o cooptación. Probablemente hablamos del grado más bajo de análisis y proyección estratégica del anarquismo. También del menor grado de responsabilidad sobre los fracasos y las derrotas fruto de la negación de todo plan de lucha.

Sindicalismo Revolucionario, Anarcosindicalismo y Poder Popular

España es un caso paradigmático en la historia de acumulación de fuerza social y del proceso revolucionario sustentado en los espacios de autoorganización de clase. Simplificando mucho, la propuesta anarcosindicalista conjuga la idea de organizar la lucha en torno a lo cotidiano, articularla a través de la concienciación y la propia experiencia generada en los conflictos, la acumulación de fuerza y conocimientos en los procesos de autoorganización, y la construcción de las infraestructuras alternativas que sustituirán el sistema derribado. En este sentido tenemos una doble táctica, mientras que la lucha obrera se articula desde el sindicato y va conformando las instituciones que van a tomar el control de la producción; se va generando un entramado de instituciones sociales y políticas a base de cooperativas, ateneos, centros de encuentro, comunidades de apoyo mutuo y solidaridad que serán el sustrato sobre el que crezca el mundo al que aspiramos.

Dos son las principales críticas que se le pueden señalar al sindicalismo en la actualidad: la primera es que, dado el deterioro del sistema laboral y la precarización obrera, así como la burocratización y la toma de las grandes centrales sindicales por el sistema; el sindicalismo combativo se ha visto muchas veces forzado a tomar una actitud de resistencia que le impedía tomar la iniciativa. La segunda limitación está relacionada con la segunda pata táctica que señalábamos anteriormente: la autonomista. En este sentido hemos visto como muchas de las necesidades populares que cubría el anarcosindicalista en España han sido “satisfechas” por el estado burgués. La escuela, la cooperativa, la casa de socorro, el teatro y el ocio…

La tercera limitación, la que realizamos particularmente desde el especifismo, señala la dificultad de construir un proyecto revolucionario que parta del anarcosindicalismo dada la heterogeneidad estratégica e ideológica que contiene. Lo desarrollaremos convenientemente en el punto sobre especifismo, pero por ir introduciendo la idea, los sindicatos como espacios de masas tienen en su seno una composición ideológica tan dispar que hace muy complejo que construyan una orientación propia de carácter radicalmente revolucionario; más aún en tiempos que exijan agilidad y rapidez. Su principal virtud, la capacidad de acoger a la clase trabajadora, es también una de sus principales limitaciones.

Autonomismo y Poder Popular

El autonomismo libertario tiene diferentes formulaciones estratégicas y parte de diversas teorías de la reproducción social. Por caracterizar algunas de ellas: hay un sector, quizás el más radical, que sostiene que no se debe enfrentar el capitalismo y en este sentido no es revolucionario. Lo que defiende es que se trata de empezar a construir ya, en los márgenes que deja el sistema; los espacios alternativos que puedan superarlo. Lo que dice esta hipótesis es que será la acumulación de estos espacios libres la que supere el sistema capitalista. Los municipalistas nos dicen que esta acumulación de fuerza social y la liberación de espacios pasa por tomar las instituciones precapitalistas que perviven en nuestro sistema y estados como primer paso para esa acumulación y reproducción de esferas socialistas. Otros autonomistas hablan de la habilitación de espacios de anticipación. Se trataría de liberar espacios que acojan las luchas que están por venir y que favorezcan su crecimiento y continuidad. Algunos autonomistas entienden que habrá un punto en el que la acumulación de espacios libres y de fuerza social se topará con la represión; teniendo que contemplar la lucha armada. Otros ni siquiera atienden a este problema en sus argumentaciones.

Muchas de las limitaciones de esta propuesta ya las hemos probado una y mil veces. Una por cada desalojo, otra por cada cooperativa que se arruina o empieza a competir, otra por cada ateneo que no llega a la sociedad, a las vecinas, otra por cada comunidad libre que no consigue generar una federación efectiva de orientación revolucionaria.

El consejismo y el poder popular

Las propuestas de estas tendencias surgen de un marxismo llamado heterodoxo, pero que realmente nace de la crítica tras las derrotas revolucionarias o las confirmaciones de que los proyectos del socialismo que se vino a llamar real no habían cumplido con sus objetivos y habían reproducido un sistema desigual; autoritario y contrarrevolucionario. La mayoría de los teóricos que se encuentran en esta corriente sostienen una crítica a los partidos marxistas leninistas, maoístas, estalinistas o trotskistas por considerar que en la táctica de la organización de vanguardia y su voluntad de dirección política radica la semilla que culmina inevitablemente en sistemas desiguales y autoritarios. Por tanto, no cabría hablar de revoluciones que degeneraron sino de procesos que se desarrollaron hasta sus últimas consecuencias. Del partido ejército de Mao al capitalismo de estado de corte militar, del partido bolchevique a la burocratización estalinista y así sucesivamente…

La propuesta es por tanto un poder popular, un consejismo; un soviet sin partidos u organizaciones revolucionarias que intervengan en su seno. Dos críticas se le pueden señalar a estos postulados: la primera es la referente al espontaneísmo que les concede a estos entornos de autoorganización. Se defiende que en esos espacios se dan las condiciones necesarias para guiar la revolución a bien puerto.

La segunda cuestión está íntimamente relacionada con la primera, señalar los problemas de ciertas organizaciones políticas en su relación con los movimientos de masas no hace que estos proyectos dejen de existir. La cuestión entonces es como detectar estas intervenciones, cómo contrarrestarlas o incluso combatirlas si no se está organizado ideológicamente. Tampoco se termina de explicar por qué es mejor dejar que estos liderazgos surjan de lo individual y no de lo organizado. Al fin y al cabo, los partidos y las organizaciones son también instituciones de la clase explotada.

Especifismo y Poder Popular

El especifismo (o plataformismo en otro espacio y en otra época) es una corriente del anarquismo que defiende que es a través de la construcción de una organización específicamente libertaria donde se consolida una proximidad ideológica, estratégica, que permita una línea de acción consensuada. Dicho de otro modo, se trata de unirnos con los que piensan como nosotros, hacer una teoría de la reproducción social propia, construir un plan estratégico común y empezar a incidir en la realidad social de forma organizada. ¿Con qué objetivos? Favorecer la consolidación de fuerza social, tener la capacidad de localizar y combatir desvíos de todo tipo y favorecer la posibilidad de un proceso revolucionario.

Evidentemente, el papel sostiene todo y en este texto ya nos estamos alargando demasiado. Quizás para cerrar de una forma más clara y propositiva pueda ser útil alguna reflexión sobre cómo se puede relacionar el especifismo con algunas de las corrientes del anarquismo antes mencionadas y extraer algunas tareas que creemos pertinentes en la actualidad.

Una de las primeras necesidades que hemos detectado es la de construir el debate en términos estratégicos para romper así las tendencias identitarias y sectarias que tanto nos atrofian como movimiento. Por eso participamos encantados y motivados en cualquier iniciativa para la discusión política, producimos reflexiones y argumentos, generamos análisis y teoría. Todo ello construido desde una práctica militante real, en los movimientos de masas y en los conflictos sociales allá donde se produzcan.

La segunda cuestión es que nuestra crítica estratégica a otras propuestas prácticas debe ir siempre acompañada de una aportación positiva y valorar correctamente los aciertos y las potencialidades de cada planteamiento. En este sentido debemos señalar que valoramos profundamente la lucha sindical y los proyectos autonomistas como espacios imprescindibles y necesarios. Por eso intervenimos en ellos y los apoyamos, generamos alianzas y procesos compartidos, participamos en todo encuentro y acción.

En tercer lugar; se hace imprescindible señalar que aunque disputamos el sentido común estratégico en el movimiento libertario y cuestionamos críticamente muchos de los postulados que en él se defienden, no levantamos un proyecto que busque la cooptación ni la unificación del anarquismo. Es más, siendo tan conscientes de las limitaciones de las organizaciones de síntesis, no podemos más que evitar un crecimiento masivo que desvirtuaría e imposibilitaría nuestro proyecto. Evidentemente esto no puede entenderse como una negativa a crecer. Si queremos intervenir más y en más sitios debemos ampliar nuestra capacidad numérica y teórica pero este crecimiento siempre debe de ir condicionado a la unidad estrategia y de acción que creemos imprescindible.

En cuarto termino creemos que negar la intervención política de agentes con propuestas tendenciosas e intereses particulares en los movimientos de masas es un error funesto. Nosotras sabemos que la gente interviene desde diferentes posiciones, organizada o de forma independiente y que lucha por sus objetivos. Esto nos parece legítimo y enriquecedor, entendemos la hegemonía estratégica como el producto del debate honesto y profundo. Nos negamos a ser sectarios expulsando de los espacios a otras formaciones o compañeras, tenemos que disputar las luchas. Tampoco tenemos ninguna necesidad de mantener una supuesta pureza anarquista abandonando dichos espacios amplios. Por el contrario, pensamos que la gente, los espacios, los movimientos, no están predefinidos antes de la intervención política. Imaginamos un futuro donde regrese la conflictividad social y al que lleguemos preparados, armados de conocimiento y deseosos de luchar para evitar que la fuerza social y el descontento vuelva a ser vehiculado a la vía institucional o derive en un movimiento autoritario.

Para cerrar, queremos recalcar que la propuesta especifista, dotada de reflexión y mecanismos políticos, no incurre en ninguna contradicción con los principios libertarios antiautoritarios. Defendemos la libre asociación, el compromiso, la acción directa y la autoorganización, y nos dotamos de multitud de herramientas para intentar contrarrestar las dinámicas de poder a través de la capacitación, la clarificación de nuestros métodos y la constante crítica y autocrítica.

Por supuesto queda mucho por aclarar, desarrollar y proponer. Todo esto debe emerger de la propia actividad militante y tocar tierra en la realidad social. Debemos de dotarnos de un pensamiento transicional que nos permita abordar las luchas parciales sin que se queden limitadas a mejoras parciales. Debemos construir formas federativas que transciendan la mera coordinación. Tenemos que dotarnos de herramientas para desarrollar nuestras capacidades y la del resto de nuestra clase. Tenemos que indagar sobre cómo lograr construir conciencia de clase y hegemonizar la lucha revolucionaria. Tenemos muchas tareas por delante y puede parecer abrumador; pero ya hemos empezado a caminar hacia el futuro.

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Por liza
Liza es una plataforma revolucionaria de socialistas anarquistas ubicada en la ciudad de Madrid.
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