El programatismo y el abolicionismo en el recorrido de la lucha de clases

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Como militantes por la abolición de la sociedad de clases, creemos que el balance de la lucha de clases es el baremo que determina la inclusión de una corriente política en la categoría de “revolucionario”. Este balance no es una construcción teórica sino la aplicación de las lecciones en la práctica militante, es decir, la unidad entre teoría y práctica. En cuanto a esto, es necesario realizar un ejercicio de balance de la práctica realizada en el transcurso de la lucha de clases para realizar una práctica política revolucionaria. Para posibilitar este ejercicio de balance la Federación Estudiantil Libertaria hemos utilizado la periodización de la lucha de clases realizada por Theorie Communiste[i] , que desarrolla el concepto de programatismo, relacionado con los conceptos de subsunción formal del trabajo y subsunción real del trabajo [ii]. Creemos que esta es una herramienta preciosa para efectuar un balance de carácter total de la lucha de clases, y por eso redactamos este artículo volcando el material de nuestras formaciones internas. Tal como expresamos en el Senda: Balance militante de la experiencia de la Federación Estudiantil Libertaria (https://www.regeneracionlibertaria.org/2024/02/26/senda-balance-militante-de-la-experiencia-de-la-federacion-estudiantil-libertaria/ ), el balance de la propia experiencia es la marca de acreditación de un movimiento revolucionario, y queremos ayudar a la realización de este balance con la publicación de este artículo.

El hilo de la lucha de clases

Mientras ha existido bajo el capitalismo, la clase trabajadora se ha organizado en reacción a su situación respecto este, buscando la superación de su modo de vida, es decir, la revolución. A lo largo de su historia y en el conjunto global, a medida que nacía violentamente como tal, la clase trabajadora se ha rebelado contra su condición. Bajo esta percepción, inevitablemente demasiado ancha para hacer nada más que facilitar el análisis, podemos decir que existe un hilo de combate desde la incepción de la clase trabajadora hasta su futura abolición, un subconsciente común latente que ha guiado sus luchas.

Para desarrollar su lucha, la clase trabajadora ha utilizado la organización como herramienta, incluso cuando se ha declarado autónoma o contraria a ésta. La organización de la clase trabajadora no ha estado solo la estructura militante de ésta sino también la impronta cultural y codificación de su experiencia que han posibilitado la acción a lo largo del tiempo. Es decir, la organización no es solo Partido o Sindicato, sino también la acción cultural que permite a la clase trabajadora expresar su rol en el sistema capitalista. Con este bagaje detrás, la clase trabajadora ha modelado su organización (y el fin que perseguía) según las condiciones materiales del momento, su conocimiento de estas y el balance del ciclo de lucha anterior. Tenemos que entender la lucha de clases no como una serie de movimientos de la burguesía y otra serie de movimientos de la clase trabajadora, disociados y separados, sino como una serie de avances y retrocesos, de ofensivas y defensas, realizadas en reacción al movimiento del enemigo. Si bien no es cierto que cada movimiento de la burguesía esté insertado en una ofensiva consciente del malvado neoliberalismo para subyugar la clase trabajadora, sí que se puede decir que en la lucha de clases la burguesía intenta mantener su posición (en el contexto actual, en un momento de agudización de las contradicciones del capital y reducción de la tasa de beneficio) atacando las formas de organización de la clase trabajadora para facilitar la extracción de plusvalía.

Proponemos que, en vez de ser dirigida por el sentido común, la clase trabajadora revolucionaria, en cada momento de la lucha de clases, ha decidido su dirección de una forma racional y científica, es decir, que en cada momento ha valorado su posición, sus posibilidades, la información y conocimiento de la que disponía y ha actuado en consecuencia.

Esto no quiere decir que la clase trabajadora haya estado invariablemente en un camino directo hacia la abolición de la sociedad de clases, sino que los mismos fines se han renovado a lo largo de la historia. No es el mismo el discurso portante por la CNT alrededor de la Guerra Civil, que aspiraba a transformar la sociedad capitalista en una sociedad de trabajadores, que lo visto durante Mayo del 68, bajo el aura del lema “no trabajes nunca”. Este cambio en el fin del movimiento obrero nos lleva a hablar sobre la periodización de la lucha de clases hecha por Theorie Communiste (TC) respecto a la subsunción del trabajo.

La historización y la norma

Esta periodización del movimiento obrero se nos presenta, en nuestra primera lectura, sobre el debate entre Troploin (Gilles Dauvé y Karl Nesic) y Theorie Communiste a Endnotes 1, Primeros materiales para un balance del siglo XX. Para resumirlo de una manera que no capta todos los matices de la discusión, la periodización de TC aparece como contra argumento a “Cuando las Insurrecciones Mueren” y “Proletariado y Trabajo, ¿Una historia de amor?”. En estos dos episodios el proletariado se presenta como simplemente capaz de efectuar la revolución, pero incapaz de esto por “traiciones”, “confiar en los demócratas” o simplemente no ir más allá. Escinde un proletariado por norma revolucionario, positivo, portador para sus adentros de la dimensión comunitaria aclasista, que asalta el cielo, y una serie de carencias y reformismos por la otra banda, insertados en el propio movimiento obrero y los traidores en su seno. En resumen, Troploin explica una historia que te permite posicionarte felizmente con los derrotados pero portadores de la razón a lo largo de la historia, explicando <<lo que había sucedido a través de lo que no había tenido lugar>>.

<<Aquí la historia de la lucha de clases siempre es dual: por un lado, el principio comunista, la energía o el ímpetu revolucionario que animan el proletariado, es decir, una historia trascendente; por el otro, la manifestación limitada de esta energía, es decir, una historia anecdótica. Entre estos dos aspectos hay una jerarquía. La historia trascendente es la historia «real» y la historia real, con todos sus límites, no es más que la forma accidental de la primera, de modo que la primera siempre juzga a la segunda.>>[iii]

Esta visión de la historia, normativa, es una forma de pensar propia del ciclo pasado. Es <<La comprensión del curso de la lucha de clases como yuxtaposición de un principio comunista de un ser del proletariado dado y conocido de antemano frente a una historia que se contenta con expresar este principio de forma parcial, confusa o abortada>>[iv] Bajo esta visión en la comprensión de un momento revolucionario histórico se reclama la derrota trágica de una fracción revolucionaria a quien la realidad se le giró en contra.

Esta forma de pensar se expresa en el discurso anarquista reciente de la siguiente manera: ¿Como anarquistas, como de importante tiene que ser la autocrítica y la puesta en marcha de mecanismos que nos permitan organizar a la totalidad de la clase trabajadora si sabemos que teníamos la razón a Kronstadt 1921, Barcelona 1937 y Paris 1968? ¿Cómo nos tenemos que preocupar del presente, sí ya teníamos la solución en las manos entonces y fuimos apuñalados por la espalda por los totalitarios estalinistas? La culpa la tienen los otros. ¿O no?

En contra de este pensamiento planteamos, como hace TC en respuesta a Dauvé, entender el proletariado como conjunto. Queremos estudiar no solo la forma en la que apareció el movimiento obrero en cada momento, sino también sus medios y fines, y, también importante, el contenido de sus luchas. Con esta intención TC desarrolla esta historización en dos fases generales: el programatismo y el abolicionismo.

Programatismo

<<Desde un punto de vista general, podríamos definir el programatismo como una teoría y una práctica de la lucha de clases en la que el proletariado encuentra, en su impulso hacia la emancipación, los elementos fundamentales de una organización social futura convertidos en un programa a realizar. Esa revolución consiste, por tanto, en la afirmación del proletariado, ya sea como dictadura del proletariado, consejos obreros, emancipación del trabajo, período de transición, extinción del Estado, autogestión generalizada o «sociedad de productores asociados.

El programatismo no es una simple teoría, es ante todo la práctica del proletariado, en la que la fuerza cada vez mayor de la clase (en los sindicatos y los parlamentos, organizativamente, en términos de relaciones de fuerzas sociales o de cierto nivel de conciencia de las «lecciones de la historia») se concibe positivamente como un trampolín que conduce a la revolución y al comunismo. El programatismo está intrínsecamente ligado a la contradicción entre proletariado y capital, tal y como queda constituida por la subsunción formal del trabajo en el capital.>>[v]

El programatismo es el programa clásico del proletariado, donde la clase trabajadora afirma su rol dentro de la sociedad capitalista. Es el movimiento propio de la Revolución Soviética, en la España de la Guerra Civil, en los sindicatos y partidos comunistas europeos de la primera mitad del Siglo XX… Dentro el movimiento obrero se entiende que la clase trabajadora “hace mover el mundo” y que trabajaría mucho mejor sin la clase burguesa parásita, que la clase trabajadora es heredera del mundo que ha desarrollado… Así pues, la clase trabajadora afirma su autonomía respeto la burguesa, imaginando un mundo donde la única clase existente es la trabajadora, pues el trabajo es la condición común de la humanidad.

En estos términos da igual que esta afirmación del proletariado, esta emancipación del trabajo o de la clase trabajadora resulte en la creación de un Estado Obrero o de una Confederación, pues aquí hablamos del contenido del movimiento obrero.

Este periodo se puede ver desde cierto momento en los inicios del movimiento obrero, dependiendo del desarrollo de sus debates fundacionales, hasta el giro de Mayo del 68. Aun así, un fragmento de este momento verdadero existe en un momento falso, pues podemos encontrar rastros de este discurso superado dentro de discursos actuales, como cuando se argumenta a favor de la URSS utilizando datos de la producción de hierro en la década de los años 20, o cuando se reclama el eje laboral como única vía para organizar la clase trabajadora. Entender bien el concepto de programatismo nos permite marcar discursos como anticuados y envejecidos, incapaces de sintetizar las lecciones y evoluciones de la lucha de clases.

Dentro la misma época programatista se puede ver una separación entre la antes y el después de ciertas victorias territoriales del movimiento obrero, sobre todo en la URSS y España. El proletariado victorioso, por el que hace al contenido de su revolución, se enfrenta con que se ha afirmado en tanto que clase dentro del sistema capitalista. El proletariado victorioso y las fuerzas obreras en ascensión se erigen como excelentes gestoras del capital. Así pues, en tanto que afirmación autónoma de la clase trabajadora dentro del capitalismo, el destino del movimiento revolucionario bajo el programatismo está intrínsecamente ligado al del capitalismo. El ascenso del capitalismo refuerza las organizaciones de clase, y no se ve ninguna ruptura en los momentos de crisis posteriores a este ascenso.

<<El proceso revolucionario de afirmación de la clase tiene dos vertientes. Por una parte, se concibe como la fuerza cada vez mayor del proletariado en el seno del modo de producción capitalista; por otra, como la afirmación de este en tanto clase particular y, por tanto, como defensa de su autonomía. La necesidad de mediaciones propias (partidos, sindicatos, cooperativas, sociedades, parlamentos) hace que la revolución en tanto afirmación autónoma de la clase (como existencia particular para sí misma respecto del capital) se pierda no tanto en relación con la revolución como tal sino con respecto a la propia afirmación. La fuerza cada vez mayor del proletariado se confunde con el desarrollo del capital y contradice lo que era, no obstante, su propósito específico: su afirmación autónoma>>.[vi]

La base del programatismo está en la identidad obrera. La afirmación de la identidad obrera, sobre todo industrial, y de su rol dentro del capitalismo, es lo que lleva a la clase trabajadora a presentar el horizonte de la emancipación del trabajo. Esta identidad engloba los aspectos de producción y reproducción, y es inevitablemente una identidad determinada por la sociedad capitalista, tanto en la manera como se expresa la colectividad obrera (dentro sus puestos de trabajo, preeminentemente la industria) como en el medio en que se desarrollaba su lucha, es decir, la lucha por el salario.

Así pues, las limitaciones del movimiento obrero bajo el programatismo son intrínsecas a las condiciones que hacen nacer al mismo movimiento obrero, y no fruto de decisiones, traiciones o voluntades casuales y diversas. Nuestra clase actuó según su posición, sus posibilidades, la información y conocimiento de la que disponía. La serie de derrotas de nuestra clase a lo largo de la primera mitad del siglo XX permitieron al capitalismo su reestructuración, derrotando la identidad obrera. Destruida la base del programatismo, el mundo de los partidos comunistas, de los sindicatos laborales y la autogestión de la producción inmanentes a este cayó.  La reestructuración es posible alrededor de tres grandes derrotas de nuestra clase: la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial y Mayo del 68. Este es el preludio que llevó hacia la siguiente fase de la lucha de clases, que denominamos abolicionismo.

Abolicionismo

“Abolicionismo” es el término que utilizamos nosotras para denominar el ciclo de luchas nacido después del fin de la actualidad del programatismo, dicho así por su objetivo de abolir la relación de clase. En ninguno de los Endnotes se utiliza “abolicionismo” para referirse a este ciclo.

Dauvé asocia el programatismo a la afirmación del trabajo y el abolicionismo a la crítica del trabajo. Esto significa entender el todo a través de una sola parte. La época de Mayo del 68 supuso una crítica del trabajo, esto es innegable, pero supuso también una negación de clase que se articulaba bajo principios humanistas a la vez que se articulaban luchas separadas que tenían que decidir su relación con el trabajo. Se planteó una articulación errónea de lo que significa “abolición de clase”: la clase trabajadora solo podía ser revolucionaria en cuanto que no actuaba como clase trabajadora.

En cierto modo esta visión continúa vigente en la manera de entender la prefiguración en los círculos autónomos y insurreccionalistas, que fueron creados en la derrota del anarcosindicalismo después de la transición. El discurso viene a decir: creamos “un nuevo mundo en el caparazón del viejo” en tanto nos organizamos sin autoridad y hacemos germinar espacios liberados temporalmente autónomos, pues nuestra acción es la revolución misma. No hace falta decir que una cosmovisión revolucionaria que no tenga el horizonte de organizarse al mismo nivel que el capitalismo, o sea, en la totalidad, viene derrotada de casa. La derrota del programatismo se saldó con la fuga de la identidad obrera a través de la negación y rechazo de la identidad de clase, detrás una justificación teórica humanista como salida e intento de superación de todo aquello obrero.

Siguiendo nuestra visión de que la clase trabajadora decide su rumbo conscientemente en reacción a la información que tiene delante, se puede ver como esta articulación del rechazo al trabajo quiere constituir la superación de la fase programatista. La clase trabajadora avanza haciendo balance de sus ciclos de lucha anterior, y esta no es una excepción. Sin embargo,a pesar de sus limitaciones y fracasos, el ciclo nacido en Mayo del 68 hace bien al expresar el rechazo a la afirmación de la identidad de clase (lo que en los debates actuales denominaríamos “obrerismo”, que lleva implícito el establecimiento de la clase trabajadora como única clase universal) en pro de abolir la relación de clases, si bien lo hace a través de una visión inoperante de cómo se llega a esta abolición.

El corolario de esta ruptura es el siguiente: La revolución de este periodo podría describirse como el intento imposible de suprimir una relación afirmando uno de los polos[vii] . Lo que cuestionó el proletariado revolucionario no era tanto la relación de clases en la sociedad capitalista sino la gestión concreta de la producción por parte de la burguesía. La derrota de este ciclo llevó tanto la destrucción progresiva de la identidad obrera alrededor del sector industrial como la integración de un conjunto de sindicatos en el Estado a través del programa socialdemócrata. El proletariado revolucionario, en este momento, impulsó como medida para superar esta situación su autonegación como clase trabajadora, pero era incapaz de existir sin ir a caballo de un movimiento programatista más general. La derrota de este primer intento abolicionista sella definitivamente la posibilidad de la revolución a través de la afirmación autónoma de la clase.

En pro de esto, reconocemos como correcto el rechazo del identidarismo obrero, a la vez que afirmamos la necesidad de organizarse a nivel de totalidad de la clase. Esto implica, a pincelada gorda, organizarse en todos los frentes y conflictos de nuestra clase, impulsando el movimiento revolucionario a nivel de totalidad.

Aun así, reconocemos lo inoperante de realizar un juicio sobre las posibilidades de victoria del movimiento obrero en los contextos de la subsunción formal y real sin entrar en detalle en cuanto a la forma organizativa que toma este movimiento. Si bien el contenido del movimiento es sumamente importante, la forma organizativa del movimiento también es valorada en el balance que tiene que efectuar el propio movimiento revolucionario. Este balance está fuera del ámbito del artículo, pero se puede ver un abordamiento de la cuestión en “Los Amigos de Durruti”[viii], de Agustín Guillamón, “Debate sobre la Organización”[ix], dado en Communaut, y “Anarquismo y Vanguardia”[x], de T. Mora.

Subsunción

Para completar esta descripción del concepto del programatismo, es necesario explicar el concepto de subsunción del trabajo.

En su origen kantiano, se expresa la relación entre aquello múltiple y las categorías del entendimiento como subsunción. Dicho de manera simple, se refiere a la dominación que efectúa aquello universal sobre aquello particular. En Hegel, este universal existe como abstracción de los particulares, y por tanto altera la percepción de este particular. Por Marx, el concepto de subsunción se refiere a la subsunción de las particularidades del proceso de trabajo bajo la universalidad abstracta del proceso de valorización del capital. Esta es la base de existencia que hace posible el proceso de producción del capital.

Esto se refiere tanto al control del capital sobre el proceso de producción, que dependiendo del momento histórico es una dominación más directa o indirecta, como al oscurecimiento de las particularidades de la producción dentro de la categoría total de “proceso de producción capitalista”.

Entramos, entonces, a hablar de la distinción entre subsunción formal y subsunción real del trabajo por parte del capital.

<<Marx habla de subsunción formal del trabajo bajo el capital cuando un proceso de trabajo, tal y como existe, se subordina al capital: la única diferencia con la situación precapitalista consiste en que el trabajador o la trabajadora, en lugar de trabajar para sí mismo, lo hace para el capitalista. Las condiciones de coerción capitalistas se expresan únicamente en el hecho de que el trabajador trabaja más tiempo del que es necesario para su conservación y el capitalista se apropia del plusproducto que surge de ello. Sobre la base de la subsunción formal sólo es posible la producción de plusvalor absoluto.

Marx habla de subsunción real del trabajo bajo el capital cuando el proceso de trabajo se modifica para aumentar la fuerza productiva. El proceso de trabajo bajo el mando del capital se distingue ahora no sólo formal, sino realmente, es decir, en toda su organización y estructura, del proceso de trabajo precapitalista: el modo de producción capitalista crea la forma material de la producción que le corresponde. La subsunción real sólo es posible sobre la base de la subsunción formal. Con la subsunción real del trabajo bajo el capital se hace posible la producción de plusvalor relativo.>>[xi]

<<La distinción entre subsunción formal y real identifica la distinción implícita entre dos momentos que tenemos aquí: el capital debe subordinar el proceso de trabajo a su proceso de valorización —debe subsumirlo formalmente— para poder rehacer el proceso a su propia imagen, o subsumirlo realmente.>>[xii]

En el momento de la subsunción formal del trabajo el capital ha subsumido y subordinado las formas de trabajo anteriores, como las manufacturas y fábricas tempranas, los gremios, el contrato, etc, asumiendo bajo su lógica las relaciones sociales existentes para orientarlas hacia la valorización del valor. Debido a la redirección de las relaciones sociales hacia este fin (concentración de la clase trabajadora, especialización en los oficios, etc) y el cambio que esto supone en las relaciones sociales de la población, se crean las condiciones necesarias para el surgimiento de la identidad de clase. Estas relaciones anteriores no son sólo las relaciones sociales del campesinado y clase empobrecida urbana características del continente europeo, sino que podemos ver en los procesos de expansión global del capitalismo por todas partes una expresión de subsunción formal del trabajo bajo el capital.

En base a la subsunción formal, con las relaciones sociales “tradicionales” orientadas hacia la valorización del valor, se desarrolla la subsunción real. La subsunción real es una transformación dialéctica superior de las formas sociales previamente subsumidas formalmente. Se da cuando el modo de producción emergente modifica internamente el proceso productivo, adaptándolo a sus necesidades y, así, transforma la estructura de la sociedad en su conjunto. Ya no solo hablamos del nacimiento de la cadena de producción fordista, sino que hablamos ya de un nivel superior, donde cada vez más aspectos de la sociedad se mercantilizan y se adaptan al proceso de producción de capital.

<< La subsunción real, como modificación del proceso de trabajo de acuerdo con pautas específicamente capitalistas, queda ejemplificada en el desarrollo histórico de las fuerzas productivas del trabajo social como fuerzas productivas del capital. Esto ocurre a través de la cooperación, la división del trabajo, la manufactura, la maquinaría y la industria a gran escala, que Marx analiza bajo el epígrafe «La producción de plusvalía relativa» en el primer volumen del capital.>>[xiii]

Marx asocia las categorías de subsunción formal y real a las de plusvalía absoluta y relativa. En la subsunción formal no se transforma un proceso de producción concreto, sino que el capital se apropia de este. El capital puede extraer plusvalía de este proceso de producción, pero sólo lo puede hacer ampliando la jornada laboral más allá del tiempo necesario para su reproducción. El carácter absoluto de esta plusvalía proviene de que sólo puede existir a través de la ampliación absoluta de la jornada de trabajo social, consiguiendo una cantidad de trabajo social más grande que la que necesitan los propios trabajadores para reproducirse.

La subsunción real del trabajo lo es en tanto que transforma el proceso de producción. Por lo tanto, puede aumentar la plusvalía a través del aumento de la productividad del trabajo, al contrario que en la subsunción formal del trabajo, donde este aumento de plusvalía se da a través del incremento absoluto del tiempo de trabajo en el proceso de trabajo o del aumento del trabajo desarrollado dentro de la misma jornada (aumento de la intensidad del trabajo). En el aumento de la productividad del trabajo, la cantidad de trabajo social necesario por la reproducción de la clase trabajadora disminuye.

¿Por qué disminuye la cantidad de trabajo social necesario para la reproducción de la clase trabajadora a medida que aumenta la productividad? Porque “la cantidad de trabajo social necesario para la reproducción de la clase trabajadora” es, de hecho, el valor de la fuerza de trabajo, y por lo tanto la extracción de plusvalía relativa correspondiente a la subsunción real del trabajo se basa en la disminución del valor de la fuerza de trabajo, la mercancía que poseemos intrínsecamente la clase trabajadora.

Según Michael Heinrich, en “Crítica de la Economía Política”[xiv]

<<Pero el tiempo de plustrabajo también se puede incrementar sin modificar la duración de la jornada laboral o el aprovechamiento del tiempo de trabajo: a saber, reduciendo el tiempo de trabajo necesario, es decir, disminuyendo el valor de la fuerza de trabajo. Si hasta el momento se requerían cuatro horas de una jornada laboral de ocho horas para producir el valor diario de la fuerza de trabajo, quedaban entonces cuatro horas de plustrabajo. Si ahora son suficientes tres horas para la producción del valor de la fuerza de trabajo, quedan cinco horas de plustrabajo. El acrecentamiento del plusvalor y de la tasa de plusvalor por medio de una disminución del tiempo de trabajo necesario lo designa Marx como producción de plusvalor relativo.

El tiempo de trabajo necesario tiene que alcanzar para producir el valor de los medios de vida que necesita la fuerza de trabajo para su reproducción. Si hay que pagar íntegramente el valor de la fuerza de trabajo (y esto tiene que presuponerse si se consideran condiciones capitalistas «normales»), entonces sólo es posible una reducción del tiempo de trabajo necesario si se disminuye el volumen de los medios de vida que se consideran como necesarios (esto es, si se reduce el nivel de vida «normal» de la clase trabajadora; pero esto es difícil de conseguir y no sepuede efectuar de manera continuada, sino en todo caso puntualmente),o bien si -y éste es el caso típico del que se trata aquí- se disminuye el valor de estos medios de vida.

Este último caso se da cuando aumenta la fuerza productiva del trabajo en aquellos sectores que producen medios de vida (entendidos siempre en el sentido más amplio, por tanto, no sólo los productos alimenticios), o bien cuando aumenta la fuerza productiva en aquellos sectores que suministran materias primas o maquinaria a los sectores que producen medios de vida: si los medios de producción son más baratos, disminuye el valor de los medios de vida producidos con estos medios. La producción de plusvalor relativo termina por reducir el valor de los medios de vida a través de un aumento de la fuerza productiva del trabajo, y de este modo reduce el valor de la fuerza de trabajo.>>

La plusvalía, es decir, el excedente de trabajo social, se valoriza aquí en relación con la parte ahora decreciente de trabajo social necesario, cosa que extiende las posibilidades de extracción de plusvalía del capital, que ahora puede extraer plusvalía incluso rebajando la duración absoluta de la jornada laboral.

Dicho esto, ¿cuál es la relación del programatismo con la subsunción del trabajo?

El programatismo en su etapa ascendente le corresponde la subsunción formal del trabajo, donde se relacionan el nacimiento de la clase trabajadora bajo el capitalismo y su identidad. Aquí la clase trabajadora se afirma positivamente en su polo de la relación de clase.

<<En este período, el proletariado se afirma como la clase del trabajo productivo frente al capital, que es una «restricción externa de la cual el proletariado tiene que liberarse». La autoafirmación proletaria jamás puede engendrar la autonegación del proletariado y la negación del capital; por ello, en esta etapa, la revolución comunista era imposible, o más bien la revolución comunista como afirmación/emancipación del trabajo llevaba en su seno la contrarrevolución. El período de transición al comunismo demostró no ser otra cosa que la reanudación de la acumulación capitalista, y fue determinado como tal por la propia configuración de la relación de clase y el movimiento (contra)revolucionario que esta configuración de la relación de clase produjo.>>[xv]

La fase de la subsunción formal termina alrededor de la Primera Guerra Mundial, y sabemos que el programatismo llega a su fin por Mayo del 68. En este periodo empieza el que TC denomina la primera fase de la subsunción formal. Aquí el programatismo entra cada vez más en contradicción consigo mismo a medida que la autoafirmación autónoma de la clase trabajadora choca con su creciente gestión del capital y de su reproducción a través de ciertas mediaciones con el capitalismo (como los sindicatos integrados en el Estado, pactos de productividad, Estado del Bienestar…). A medida que avanza la contradicción el programatismo se desintegra, y es últimamente derrotado en el ciclo de luchas que coincide con Mayo del 68, con la reconversión industrial y la derrota de la identidad de clase.

En la segunda fase de la subsunción formal la contradicción entre clases es cada vez más interna, y la autoafirmación autónoma de la clase trabajadora ya no aparece como vía revolucionaria. Es la fase de la autonegación de la identidad de clases y de la abolición de la sociedad de clases como proyecto revolucionario.

El futuro del trabajo

La relación cambiante de la clase trabajadora con su identidad puede ser analizada históricamente, como se ha realizado aquí, pero el hecho de que esta relación es transformada a lo largo del tiempo y determina los medios y fines de la clase organizada nos lleva a las siguientes preguntas: ¿Cómo se regulará el metabolismo social comunista, es decir, como se satisfarán las necesidades de la humanidad? ¿Y, en consecuencia, cómo se transforma la producción capitalista actualmente existente, sabiendo que engloba la totalidad de nuestras vidas, a este “modo de producción comunista”?

Las respuestas a estas cuestiones están fuera del alcance de este artículo, y tienen la necesidad de ser abordadas desde un medio más extenso que un artículo. No es el objetivo del artículo realizar esta proposición positiva, si bien animamos a la militancia revolucionaria de todas partes a intervenir para formar este debate.

Como revolucionarios estamos insertados en la fase final de la subsunción real del trabajo. Nos corresponde a nosotros denunciar los intentos de “volver atrás en el tiempo” a través de un discurso programatista, ya sea cuando se habla de reindustrializar España como solución a los problemas sociales, como cuando se quiere reconstruir el Estado del Bienestar mientras se renuncia a la independencia política, como cuando se habla del aumento de la cuota de gestión del capital por la clase trabajadora como acumulación de fuerza para la revolución. Hay que denunciar la aparición fantasmagórica del programatismo allá donde aparezca, no solo por ahistoricismo sino por su condena al fracaso. Nos corresponde la crítica despiadada a todo el que existe, y por eso construimos las bases teóricas necesarias para efectuar la crítica y autocrítica que nos caracteriza.


[i] Todos los PDFs de las referencias utilizadas en este artículo se pueden encontrar a https://edicionesextaticas.square.site/s/shop

[ii] Cómo expondremos más adelante, esto no implica estrictamente que subsunción formal = programatismo y que subsunción real = abolicionismo, una asunción fácil de hacer.

[iii] Endnotes 1, pág. 98 Historia normativa y esencia comunista del proletariado.

[iv] Endnotes 1, pág. 48. Cuando las insurrecciones mueren.

[v] Endnotes 1, pág 168. Mucho ruido y pocas nueces.

[vi] Endnotes 1, pág 168. Mucho ruido y pocas nueces.

[vii] Traducción directa de Endnotes 2, pág 137. Comunización y teoría de la forma valor.

[viii] Guillamón, A. (2013). Los amigos de Durruti: historia y antología de textos. Aldarull.

 Enlace: http://grupgerminal.org/?q=system/files/2013-11-00-amigos-guillamon-1.pdf

[ix]  Debate organizado al blog Communaut, las intervenciones de varias autorías son recopiladas y traducidas por los blogs Freno de Emergencia y Abwerten. Enlace a la recopilación maquetada: https://mega.nz/file/SyRWkR7b#-Ty8ew3Ovq-UBXQ_g5RVQ_E0xTXy-5SqMSSVcPTk2r8

[x] Artículo publicado en Regeneración: https://www.regeneracionlibertaria.org/2024/03/13/anarquismo-y-vanguardia/

[xi] Heinrich, M. (2008). Crítica de la economía política. Una introducción a El Capital de Marx. Madrid: Escolar y Mayo Editores. Enlace: https://archive.org/details/heinrich-m.-critica-de-la-economia-politica.-una-introduccion-a-el-capital-de-marx-ocr-2008/mode/2up

[xii] Endnotes 2, pág 180. Historia de la subsunción.

[xiii] Endnotes 2, pág 183. Historia de la subsunción.

[xiv]  Heinrich, M. (2008). Crítica de la economía política. Una introducción a El Capital de Marx. Madrid: Escolar y Mayo Editores.

[xv] Endnotes 1, pág 190. Historia de la subsunción.

Federación Estudiantil Libertaria

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