Contra todo Bloque. Un balance de las acampadas contra el genocidio de Palestina en la Universidad Complutense de Madrid.

Por liza
22 min. de lectura

Estos días he estado leyendo La teoría leninista de la organización de Ernest Mandel, un pequeño folleto de principios de los años 70. El autor fue un histórico dirigente trotskista de la IV Internacional impulsada por Trotsky, organización creada una vez que se dejó de tener cualquier esperanza en la recuperación del proceso revolucionario soviético a cargo de Stalin. Los trotskistas se definen como marxistas porque acogen las aportaciones de Engels y Marx y como leninistas porque asumen la mayoría de sus postulados estratégicos, incluyendo la propuesta organizativa en un partido revolucionario de vanguardia. A todo esto, se sumarían las ideas de Trotsky como la revolución permanente, el programa de transición y la definición del estalinismo como una “degeneración” burocrática de una revolución proletaria.

Por otro lado, las aportaciones de Mandel crean una tendencia dentro del trotskismo con su lectura de las condiciones sociopolíticas de la historia que no todas sus compañeras podían compartir. Desde una lectura que da por bueno un avance capitalista con cada vez menos contradicciones, se desplazó la posibilidad de una ruptura revolucionaria; lo que ha llevado a la construcción de partidos amplios con un acercamiento progresivo a posturas reformistas, como ejemplifica el papel que jugó Anticapitalistas en la formación de Podemos.

El texto, que funcionó como magdalena de Proust, me ha retrotraído a la experiencia vivida en las acampadas de la Universidad Complutense de Madrid en apoyo al pueblo palestino, pretendiendo estas presionar al rectorado y al gobierno para que cortase toda relación con el estado sionista y genocida de Israel. Además, la huelga general, a modo de jornada de lucha, convocada por CGT y Solidaridad Obrera para el 27S ha reactivado el interés y el movimiento estudiantil. Ambas situaciones han confluido en un momento, más que adecuado, que me llevan a extraer conclusiones acerca de la práctica política y la estrategia de las organizaciones que intervienen entre los estudiantes y, como no, a pensar sobre la implicación del movimiento libertario y de nuestras organizaciones.

En La teoría leninista de la organización, Mandel desarrolla una defensa de la propuesta del partido bolchevique, especialmente, contra quienes ven en su formulación teórica y su experiencia práctica el germen de la “degeneración” autoritaria del estalinismo. Lean el texto y saquen sus conclusiones, yo me meto en materia. Vayamos al párrafo que nos trae hasta aquí:

“De nuevo llegamos a una conclusión similar: el concepto leninista de organización, construido en base a una estrategia revolucionaria concreta (es decir, a una evaluación objetiva y correcta del proceso histórico), es sólo el coordinador colectivo sobre la actividad de las masas, la memoria colectiva y la experiencia digerida de las masas, en vez de unas constantes repetición y discontinuidad que se expande en el tiempo, el espacio y la conciencia.

La historia también nos ha mostrado en esta vinculación que existe una diferencia sustancial entre un partido que se llame a sí mismo revolucionario y el que en realidad sea revolucionario. Cuando un grupo de funcionarios no sólo se opone a la iniciativa y a la actividad de las masas, sino que también busca frustrarlas de cualquier manera, incluyendo la fuerza militar, cuando ese grupo no solamente no encuentra un lenguaje común con el sistema soviético que surge espontáneamente de la lucha de masas, sino que estrangula y destruye a este sistema bajo el pretexto de defender “el papel de dirección del partido”, entonces no estamos hablando de un partido revolucionario del proletariado sino de un aparato que representa los intereses especiales de una capa privilegiada y profundamente hostil a la actividad independiente de las masas: la burocracia.”

Para quien quiera buscar la referencia original que cito hablamos de Ediciones Era, la colección es “Serie popular”, mi ejemplar es del 74 y la pagina es la 48. No creo que sea necesario explicar las reflexiones de Mandel, es meridianamente claro. Trataré, más bien, de explicar en que se sustenta el vínculo que mi cerebro realizó entre este párrafo sobre la actividad revolucionaria o contrarrevolucionaria de un partido y las acampadas por Palestina en la Complutense de Madrid.

Pues bien, mi memoria me llevó directamente al papel que habían jugado dos organizaciones, la primera, el Movimiento Socialista autodefinido como partido revolucionario de vanguardia marxista-bolchevique y; la segunda, AbrirBrecha, que es el frente estudiantil y juvenil de Anticapitalistas, en teoría trotskistas de la línea mandeliana. Como bien dice el autor, una cosa es llamarse revolucionario, otra es serlo. En este artículo intentaremos valorar cuál fue la actividad de estos dos grupos políticos, pero también la de otras organizaciones (entre ellas a la que yo pertenezco) y la evolución del proceso que se dio en la universidad. Se trata de usar un proceso real, histórico, para concluir lecciones que aplicar a nuestras futuras luchas.

Habrá quien diga que lo que sucedió frente al rectorado de la Complutense no puede catalogarse como un proceso de masas y, mucho menos, revolucionario y no les falta razón. Pero cabe recordarles que, tras la desarticulación y desmovilización generalizada de las y los estudiantes en los últimos años, el movimiento internacional de apoyo al pueblo palestino en los campus de más de centenar y medio de acampadas no solo es un brote verde que debemos cuidar y alimentar, sino que dado el nivel de actividad social debe entenderse como una de las primeras pruebas para aquellas organizaciones que dicen querer intervenir en la realidad social con fines revolucionarios. 

El Bloque, un bloqueo contra la participación democrática de los estudiantes.

Lo primero que nos llamó la atención cuando llegamos a las asambleas convocadas en la acampada estudiantil, fue que no tenían la forma de un plenario abierto y participativo donde los estudiantes, profesores, trabajadores de la universidad y otros integrantes de movimientos sociales o políticos podían proponer abiertamente diferentes iniciativas que someter a debate y a votación. Se parecía más a una asamblea informativa donde un autodenominado ‘‘Bloque’’ comunicaba sus decisiones, informaba sobre los avances en las negociaciones con rectorado y atendía a las preguntas y demandas que les lanzaban los allí reunidos, no siempre de muy buena gana. Unos pocos, armados de un megáfono y parapetados bajo un toldo, daban y quitaban la palabra, abrían o cerraban los debates, concluían qué aportaciones serían tenidas en cuenta y cuáles serían ignoradas. 

Evidentemente nadie había votado a dicho Bloque. Es más, ni siquiera se sabía a ciencia cierta quienes lo conformaban. Era una asamblea de dirección del movimiento completamente oculta que justificaba su opacidad y su conformación cerrada y secreta por una supuesta mayor capacidad de análisis político y estratégico y por razones de seguridad, para evitar infiltraciones de las fuerzas represoras. No obstante, no se tardó mucho en descubrir que, esta asamblea cerrada que usurpaba la democracia del movimiento amplio que se había reunido en torno a la acampada, estaba principalmente conformada por militantes del Movimiento Socialista, del frente juvenil estudiantil de Anticapitalistas (AbrirBrecha) y del Frente de Estudiantes (que son el frente estudiantil del PCTE de tendencia estalinista). Puede parecer contradictorio, y lo es, afirmar que un proyecto que pretende que se genere conciencia de clase, capacidad estratégica e implicación en las luchas sociales, a la vez, juegue un papel que imposibilite la participación de sectores amplios porque carecen de capacidades para desarrollar dicha tarea. Entra en conflicto lo que se dice ser y lo que realmente se es.

Aquellas asambleas informativas transcurrían con bastante tensión dado que era patente, y no sólo para militantes organizados, que esas reuniones no respondían a la necesidad y a las pretensiones de un movimiento estudiantil alzado contra la política de su rectorado. Sin embargo, a muchos no nos extrañó que el Movimiento Socialista actuase como una burocracia autoritaria intentando limitar cualquier participación amplia en procesos democráticos y de lucha e intentando ampliar sus bases y capitalizar las comunicaciones perfilándose como la opción más radical y revolucionaria de todas. No es de extrañar porque, aunque se definan como un partido marxista leninista, al no rechazar toda la tradición estalinista del mismo, son incapaces de acceder a una comprensión del partido revolucionario de vanguardia como la propuesta por Mandel.

Resulta más complicado entender la posición de AbrirBrecha. Que una agrupación de índole trotskista, más aún de la corriente mandeliana, participe en este tipo de actividad de cooptación de un movimiento político y para ello, se unan con un partido de tendencia claramente estalinista, nunca dejará de sorprendernos. Sinceramente me es imposible entender a qué cálculos atiende esta extraña alianza, pero como no nos toca a nosotras responder, simplemente esperamos que en un futuro no se repita. Si tiene razón Mandel en que decir que uno es revolucionario no le convierte a uno en revolucionario, suponemos que lo mismo pasa con aquel que se te define como trotskista. El tiempo dirá.

Podrán decir que lo que expongo es mentira, que no responde a un análisis realista, que se trata de la conclusión prejuiciosa de un anarquista sectario, de un estratega de la espontaneidad, de un huevo de cuco moscovita o cualquier otra ocurrencia sin profundidad por el estilo; pero lo que allí pudimos ver fue que la actividad principal de ambas agrupaciones era monopolizar el micro, dificultar o impedir la participación de cualquier militante que criticase la situación, liderar sin permiso delegado una negociación con los representantes de la universidad, etc. En definitiva, impedir que el proceso de lucha se desarrollase ampliando sus demandas; ayudando a activar procesos aún mayores de autoorganización e impulsando alianzas con sectores de trabajadores.

Por un lado, me da mucha pereza tener que responder el argumentario de partido, que replican algunos twitteros, donde defienden que no hay nada de negativo o contradictorio en que una organización pretenda hegemonizar sus propuestas estratégicas. No criticamos la defensa de una posición política sino la imposición de la misma al bloquear cualquier alternativa. Por otro lado, obviamente, toda organización pretende que su actividad política le ponga en contacto con nuevos militantes que se impliquen en su proyecto. La cuestión es si este objetivo, el de crecer, se antepone al de desarrollar los procesos de lucha. Lo que se critica no es que defiendan sus posturas, es que lo hagan instrumentalizando las luchas y tomando posiciones estratégicas para controlar los movimientos. Querer crecer es lógico para una organización, hacerlo a costa de frenar los procesos de lucha es rastrero. 

Por último, cabe señalar, porque he visto que parte del argumentario corría en esta línea, que las críticas que realizamos no son achacables a errores, confusiones o falta de experiencia. Estamos señalando en un caso, la conclusión coherente con una línea política, en el otro, una deriva difícil de asimilar. 

Más allá del Bloque.

El trabajo de las burocracias no es fácil. Detener, minar y capitalizar la fuerza social que se activa en los momentos de lucha es una tarea que requiere de una atención constante y de una actividad frenética para taponar cualquier grieta que se abra en la muralla de control que han levantado en torno a la clase trabajadora, en este caso, la estudiantil. Hay que reconocer que algunos se esfuerzan al máximo en este propósito. A los compañeros del Bloque se les veía exhaustos, es cierto que pasaban allí día y noche, pues tenían que estar al quite de cualquier periodista que quisiera informarse y estar constantemente atentos a cualquier iniciativa que pudiera desbordar los límites que querían imponer. Lástima de energía lanzada a frenar las luchas justas.

Pero algunas veces la realidad social no se puede contener por mucha dedicación y compromiso que le pongan los burócratas. Si al Bloque se le veía cansado y cargando ojeras, también era patente el disgusto de grandes sectores del movimiento estudiantil acampado frente al rectorado. Aquellos que no estaban organizados en ningún colectivo u organización política también eran capaces de entender que lo que estaba sucediendo no respondía a ninguna razón lógica que no fuese partidista en el peor de los sentidos. La gente quería proponer, la gente quería decidir, la gente quería debatir y la gente empezaba a estar cansada de que una y otra vez se frenase su iniciativa. 

Superar el bloqueo

Como hemos señalado en alguna otra ocasión, que algunos compañeros intenten evitar o negar la participación de las organizaciones y colectivos en los movimientos de masas es tan imposible como, en nuestra opinión, negativo. Ninguna organización política que se precie y, mucho menos si se entiende como revolucionaria, va a claudicar y rendir los espacios a otras organizaciones con las que no comparten línea estratégica. La pluralidad de posiciones en espacios amplios y abiertos al debate es lo que puede favorecer que las masas congregadas construyan una línea propia que sea capaz de favorecer el desarrollo del proceso de lucha. La actividad política que asegura este desarrollo político de las luchas sociales no pasa por la participación individual de los mismos y por la negativa a que grupos organizados intervengan, sino por una decidida lucha contra todos aquellos grupos que quieran cooptar los movimientos y limitar así su desarrollo autónomo. 

La acampada frente al rectorado de la Complutense de Madrid no fue una excepción en este sentido. Allí se acercaron organizaciones políticas de diferentes tendencias y líneas estratégicas, entre estas, cabe destacar la participación de CRT (Corriente Revolucionaria de los Trabajadores) y de su frente juvenil Contracorriente. Esta organización política, que también se autodefine como trotskista pero que se aleja de la propuesta mandeliana, realizó una actividad de denuncia y crítica e intentaron que el proceso de lucha que se estaba produciendo se desarrollase con propuestas que pretendían superar el aislamiento que tanto favorece a los burócratas de los movimientos.

¿Cuál fue la actividad del Movimiento Libertario?

Salvo pequeños colectivos que se autodefinen como anarquistas y muchos estudiantes que se entiendan a sí mismos como libertarios pero que no participan en ningún proyecto organizativo, el Movimiento Libertario carece actualmente de ninguna organización representativa en la Universidad Complutense de Madrid. 

Pudimos ver como compañeros más cercanos a los postulados insurreccionalistas criticaban la deriva autoritaria que había tomado el Bloque y la usurpación de la asamblea por ese grupo autoproclamado como dirección. El problema es que su participación fue errática y carecía de una coordinación que le permitiese tener mayor impacto. Para los “guardianes del micro” era relativamente fácil hacerles perder la paciencia y los papeles o simplemente ignorar sus críticas.

El anarcosindicalismo no tuvo un papel destacado o al menos no se hizo de forma visible. Que yo recuerde, se limitó al apoyo a través de comunicados y a ofrecerse para cuestiones logísticas. Me cuesta entender por qué el anarcosindicalismo acepta esta línea tan poco estratégica de separar a los estudiantes de las trabajadoras. Sería interesante que alguna compañera más implicada en los sindicatos combativos hiciese alguna reflexión publica sobre esta cuestión. Tiene las puertas abiertas de nuestro periódico.

¿Que hizo Liza? 

Lo poco que pudimos, teniendo en cuenta nuestro momento político, nuestro tamaño y nuestra implantación en la universidad. Acudimos a las acampadas, participamos en las asambleas, denunciamos la actividad del Bloque y aportamos cuestiones estratégicas como que las reivindicaciones al rectorado no debían ser una simple petición de ruptura con los sionistas.

Defendíamos que se debería apostar por la creación de un órgano liderado por los representantes del estudiantado, por los elegidos democráticamente, y apoyado por el profesorado, elegido igualmente por sus miembros, para realizar la investigación de dichas colaboraciones, señalarlas y asegurar el cumplimiento de la ruptura. A su vez, proponíamos que este órgano podría tener la futura tarea de hacer la misma labor con cualquier “colaboración” público privada, que no es otra cosa que la extracción del dinero público por parte de empresas privadas.

De haber podido, ¿qué papel deberíamos haber jugado? El objetivo estratégico de una organización revolucionaria de carácter libertario como Liza es desarrollar los procesos de lucha para que adquieran el mayor grado posible de combatividad y conciencia. Esto pasa por defender los procesos de organización y autonomía de las luchas impulsando las alianzas dentro de la clase trabajadora y la ampliación de las demandas propias con las realizadas por el resto de sectores más desfavorecidos.

¿Dónde estaba el PCE? El contrapunto cómico de este asunto.

Dada la trayectoria histórica del Partido Comunista de España como agente contrarrevolucionario primero y luego como mera muleta reformista del sistema burgués y sus élites; el mejor ejemplo de Estado Ampliado que conozco cabía esperar encontrarlo en el Bloque, dándolo todo, que para ellos es quitándole todo a la clase trabajadora. Pero no estaban allí. ¿Por qué? Pues porque su escisión (¿por izquierdas?) hacia el MS le había dejado sin parte de sus aguerridas bases.

Imaginaos que perdidos estaban los pobres fuera de su ambiente natural, la burocracia. Dotados aún de sus asociaciones pantallas fingieron, por momentos, sumarse a aquellos que intentábamos debilitar el cierre del Bloque, aunque con el objetivo secreto de poder ser parte del mismo. El PCE cuando se queda fuera de las burocracias se parece mucho a ese personaje de película que esconde haber sido mordido por un zombie para transformarse en un comecerebros en el peor momento para el grupo de supervivientes.

Afortunadamente para sus intereses burocráticos, en la asamblea del profesorado tenía más fuerza. Allí operaron igual que el MS hacía en la de estudiantes: obstaculizando cualquier intento de aunar las fuerzas de estudiantes y profesores, conteniendo cualquier llamamiento a la clase trabajadora en su conjunto, moderando cualquier reclamación al gobierno o al rectorado… Me pregunto para qué una escisión que replica la misma línea política.

Miguel Brea, militande de Liza.

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Por liza
Liza es una plataforma revolucionaria de socialistas anarquistas ubicada en la ciudad de Madrid.
$s comentarios
  • Desde el anarcosindicalismo no se puede hacer presencia si no se tiene presencia o fuerzas en ese sector. Como anarcosindicatos si no hay afiliados militantes en la universidad no sé puede hacer nada. Sí los hay depende de ellxs y sus fuerzas el que hacer.

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