Novedad Editorial: “La CNT y la Nueva Economía. Del colectivismo a la planificación de la economía confederal (1936-1939)”

Por reglib
15 min. de lectura

El libro examina la evolución de la socialización de los medios de producción desde sus aspectos más teóricos, hasta su puesta en práctica durante la Segunda República y la Guerra Civil española.

El estudio se centra en la influencia y acciones de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), que fue la protagonista de esta experiencia. A través de un análisis detallado, el texto recorre las propuestas revolucionarias, la colectivización en varias regiones, las tensiones políticas entre las distintas fuerzas que estaban a favor y en contra de la Revolución social y el cambio de línea estratégica de la CNT-FAI para mantener la Revolución en 1937 y 1938.

Contexto Histórico

El proceso revolucionario español está enmarcado en el período de entreguerras, que se inició tras el impacto de la Revolución Rusa de 1917. El ejemplo ruso inspiró a movimientos socialistas y anarquistas de toda Europa, incluido el anarcosindicalismo. La Primera Guerra Mundial sumió a Europa en una grave crisis económica y política, y España no fue la excepción. Durante este período, la CNT, con su principal bastión en Barcelona, emergió como el sindicato más poderoso del país, utilizando la agitación social, las huelgas y hasta las armas para desafiar gobiernos y patronos; los grupos anarquistas se enfrentaron violentamente a los pistoleros pagados por los empresarios. La crisis de estado se “resolvió” mediante una dictadura de siete años, que paralizó momentáneamente el proyecto revolucionario.

La Segunda República, proclamada en 1931, generó grandes expectativas entre las clases populares. Sin embargo, las reformas prometidas, especialmente en relación con la tierra y el trabajo, fueron bloqueadas sistemáticamente por las fuerzas reaccionarias en las Cortes. La República estuvo marcada por una serie de insurrecciones y constantes huelgas que reflejaban la creciente radicalización de la clase trabajadora en los años 30.

Asimismo, esta radicalización se reflejaba en la producción teórica de los movimientos revolucionarios, que iban afinando cada vez más sus propuestas ante la certeza de vivir momentos excepcionales que podrían conducir a la anhelada revolución. Era vital construir una teoría adecuada al contexto para no tenerlo que improvisar todo.

De ahí la importancia de los acuerdos del Congreso de Zaragoza de la CNT, de mayo de 1936. En este congreso se aprobó la Declaración del Comunismo Libertario, que elaboraba una propuesta de sociedad post-revolucionaria. No obstante, la declaración recibió críticas, argumentando que se necesitaba un documento mucho más concreto para poder socializar la economía de forma viable y eficaz.

El Colectivismo en la Guerra Civil

El estallido de la Guerra Civil Española (1936-1939) fue un catalizador para las ideas revolucionarias promovidas por la CNT. En las regiones bajo control republicano, el campesinado y el proletariado industrial tomaron el control de fábricas, minas y tierras, organizando la producción bajo los principios de la socialización. Este movimiento no estuvo centralizado, ni fue encauzado por ninguna fuerza concreta, sino que se caracterizó por su espontaneidad, con comités de fábrica, comités de control, comités de estación, colectividades agrícolas, cooperativas y consejos de trabajadores, que surgieron como respuesta a las necesidades inmediatas de la guerra y la Revolución. Esa espontaneidad popular fue consecuencia de la renuncia de la CNT y la FAI a imponer su modelo social por la fuerza. Por consiguiente, las bases obreras lo aplicarían por su cuenta en la medida de sus posibilidades, incluyendo alguna proclamación del comunismo libertario a escala local.

Es decir, que los trabajadores, ante la desaparición de la dirección de las empresas (muchas veces partidaria del golpe de estado fascista), decidieron colectivizar las empresas, operando bajo control obrero. Esta situación se repitió en numerosas industrias por doquier, dependiendo de la correlación existente entre las fuerzas de izquierdas (anarquistas, comunistas o socialistas). A pesar de la falta de un plan unificado, la colectivización se extendió rápidamente, respaldada por la ideología anarcosindicalista, pero sobretodo por la necesidad de mantener la producción y garantizar el consumo. Por eso mismo, en esta primera época, la colectivización fue apoyada de forma coyuntural desde las mismas instancias republicanas.

Impacto de la guerra en la Revolución Social

La CNT, aunque inicialmente reacia a colaborar con el Estado en todas sus formas, aceptó participar en el Comité de Milicias Antifascistas de Cataluña (CCMA), más tarde en el Consell de la Generalitat de Catalunya, en otros consejos regionales (Aragón, Asturias, Valencia…), en los ayuntamientos, y por último en el Gobierno de la República. Estas decisiones fueron producto de un intenso debate interno existiendo dos posturas principales: la de “ir a por el todo” y tomar el poder, imponiendo el comunismo libertario; y la de ejercer una colaboración antifascista para derrotar al enemigo común, dejando vía libre a la colectivización como paso previo al comunismo libertario. Esta segunda postura fue la acordada como línea general.

La Guerra Civil no solo fue una lucha militar, sino también una batalla ideológica y económica. El Movimiento Libertario, a través de los sindicatos, las milicias, organizaciones, colectividades o agrupaciones de empresas, buscaba construir una nueva sociedad basada en principios libertarios, pero la guerra imponía limitaciones severas. Era imprescindible producir armamento y mantener la economía en funcionamiento, cosa que derivó a una colaboración pragmática con las otras fuerzas políticas del bando republicano y, en especial, en la aceptación transitoria del estado republicano. Esta aceptación diluyó algunas de las aspiraciones más radicales de la Revolución.

La participación de la CNT y la FAI en el Consejo de Economía de la Generalitat (de hecho, fueron su fuerza impulsora) fue un ejemplo de esta colaboración. Este organismo, creado en agosto de 1936, tenía la tarea de regular la producción y coordinar las colectivizaciones, buscando equilibrar las demandas de la guerra con los ideales revolucionarios. Sin embargo, las diferencias ideológicas entre los miembros del Consejo, particularmente entre anarquistas y marxistas pro-soviéticos o estalinistas, dificultaron su funcionamiento, pero aun así se llegaría a un acuerdo de mínimos. Desde este Consejo se haría el proyecto de “transición al socialismo para Catalunya” que desembocó en el famoso Decreto de Colectivizaciones de octubre de 1936. Fue el modelo para otros consejos similares en otras regiones.

Como consecuencia, se produjo un encauzamiento de la Revolución mediante decretos y normativas, muchas veces impulsadas por los propios representantes de la CNT en esos consejos y gobiernos. De todas formas, podemos afirmar que la revolución continuó su fase expansiva hasta los Hechos de Mayo de 1937.

El Cambio de Línea Estratégica libertaria en 1937

En el verano de 1937, el Movimiento Libertario enfrentó un cambio crucial en su estrategia impulsado por las difíciles realidades de la Guerra Civil y la creciente presión para colaborar con la República. Como se ha dicho, inicialmente, el Movimiento había adoptado una postura revolucionaria, centrada en la colectivización y la socialización como pasos necesarios para construir una nueva sociedad. Sin embargo, el estancamiento de la guerra, las presiones externas e internas, la creciente influencia del estalinismo y, finalmente, la deriva contrarrevolucionaria del Gobierno de la República, llevaron a la CNT-FAI a reconsiderar su posición.

El cambio de estrategia se materializó a partir de una mayor disposición de los libertarios para participar en estructuras de gobierno y en la gestión económica estatal. Por tanto, renunciaban a su programa del Congreso de Zaragoza que, por otra parte, tampoco habían impuesto. Este viraje tuvo lugar después de los Hechos de Mayo de 1937 en Barcelona, donde las tensiones entre partidarios de la Revolución y sus oponentes estallaron, produciéndose un grave enfrentamiento armado, y después de la disolución manu militari del Consejo de Aragón y las colectividades de la región. El Movimiento Libertario, ante el riesgo de una guerra civil dentro de la Guerra Civil, optó por una postura conciliadora, buscando evitar la fragmentación del campo antifascista.

A partir de aquel momento, en el campo libertario se afianzó la certeza de que nadie más dentro o fuera de España iba a apoyar a la Revolución española. El Movimiento solamente contaba con sus propias fuerzas y era perfectamente consciente de ello. Por consiguiente, aunque continuaba promoviendo la colectivización, el Movimiento Libertario se vio forzado a ceder en aras de la unidad antifascista y del esfuerzo bélico. Esto marcó un punto de inflexión en el programa general del Movimiento, que varió desde una postura comunista libertaria a otra más pragmática orientada hacia la nacionalización, el corporativismo sindical y la colaboración antifascista en lo que denominaron “estado sindical”. Ese estado sindical sería como un estado dentro del estado sin entrar en conflicto con él.

El Consejo de Economía Confederal de 1938

El Consejo de Economía Confederal (CEC) de la CNT, establecido en enero de 1938 en un Pleno Nacional, fue la culminación de los esfuerzos del movimiento anarcosindicalista para estructurar la economía bajo principios libertarios en medio de una guerra total. Este Consejo tenía la tarea de coordinar las diferentes colectivizaciones, talleres sindicales, cooperativas y empresas colectivizadas que controlaba el Movimiento Libertario y garantizar una distribución equitativa de los recursos, alineando la producción con las necesidades de la guerra y de la población civil.

El CEC operaba bajo la premisa de que la Revolución debía continuar a pesar de la guerra y de la hostilidad o pasividad del resto de las fuerzas antifascistas. La Revolución enfrentaba desafíos significativos, como la presión de las distintas fuerzas republicanas, comunistas o socialistas para colocar la economía bajo control estatal. Otro desafío del Consejo era la dificultad de implementar una planificación económica efectiva, orientada a cubrir las necesidades de la población y a mejorar la eficiencia productiva, en un entorno de guerra y escasez.

A pesar de estos desafíos, el CEC logró establecer una estructura organizativa que le permitió a la CNT mantener un notable grado de control sobre la economía en las zonas republicanas. Incluso trabajaron en la creación de una Banca Sindical y de una Mutua Confederal, como complementos económicos necesarios.

Como se podrá ver en los distintos anexos, la creación de este Consejo obedecía a unos planes de llevarlo a cabo que se remontaban al menos a 1931 y que además bastantes sindicatos de la CNT lo habían propuesto en plenos y congresos desde 1937. El Consejo era una medida de transición, en espera que la UGT y el Gobierno republicano aceptasen crear el Consejo Nacional de Economía, que nunca llegaría. Ese consejo superior se planteaba como la culminación de la socialización de la economía española bajo el control sindical de ambas centrales sindicales. Pero como veremos, solamente la CNT cumplió con su parte.

Conclusiones

El período 1936-1939 fue uno de experimentación radical en España, donde las ideas anarcosindicalistas sobre la socialización de los medios de producción y el colectivismo se pusieron a prueba en un contexto de guerra civil. La CNT, a pesar de sus logros en la creación de nuevas estructuras económicas, sufrió la constante tensión entre sus ideales revolucionarios y las realidades impuestas por la guerra, que implicaban colaborar con otras fuerzas antifascistas para derrotar el poderoso bando fascista.

El Consejo Confederal de Economía de 1938 representaba el último esfuerzo significativo de la CNT para mantener viva la Revolución. Su impacto fue limitado por la situación militar y política. La derrota final de la República en 1939 marcó el fin de esta experiencia revolucionaria y el inicio de una larga represión bajo la dictadura franquista.

Por último, no podemos ignorar que este Consejo era un organismo revolucionario “desde arriba”. Es decir, no nacía de las bases colectivistas, sino que emanaba de los acuerdos de la Organización Confederal y fue una de sus estructuras más importantes a partir de su creación. Se enmarca en una época difícil en la que el Movimiento Libertario había caído en la burocracia y la centralización política, que entendía como única solución para navegar en las turbulentas aguas de la política republicana de 1938.

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