Sientes lo que cualquier otra siente; la presión en la garganta que atenaza tus palabras y el temblor de la mano que hace bailar el papel al dirigirte a un público que puede ser hostil; la tensión de tu cuello cuando cargas más de la cuenta con ese conflicto que no acaba de solucionarse, o la presión en el pecho que te da la ansiedad de una resolución aún desconocida; el cansancio antes de la última reunión de la semana mientras sigues engrosando la agenda para la siguiente y tratas de hacerla compatible con el resto de tu vida; y el vértigo que da la incertidumbre y el suspense entre el éxito y el fracaso de un fragmento de vuestra lucha, de vuestra historia colectiva.
Vienes para ser una más… ¿Qué estoy diciendo? ¡Vienes porque ERES una más! Porque la mierda que las atraviesa y las salpica a ellas, es de alguna manera la misma mierda que te atraviesa y te salpica a ti misma. De otro tipo, eso seguro, pero mierda igual, ya que no hay dos vidas iguales, dos luchas iguales, dos sufrimientos iguales. Si vienes a estar codo con codo en estos espacios, es porque sientes como te quema el conflicto en la carne y en la entraña, y porque crees y has masticado durante mucho tiempo que la solidaridad es la única que te va a sacar de ahí. Que no te queda otra… que ese es el camino mejor para todas.
No puedes escapar de lo que eres; tu lucha es su lucha, tu lucha es vuestra lucha, su lucha es nuestra lucha, nuestra lucha es su lucha. Llena de sus contradicciones, con las opresiones y los privilegios que trae la historia de cada una. Unas historias que se ponen en común sin vergüenzas cuando la confianza y el vínculo supuran de las heridas curadas, abiertas en el momento de tratar de superar retos comunes.
Te sientas en los mismos círculos, consumes el mismo oxígeno y te revuelve el mismo ácido nacido de la rabia a la injusticia, el mismo pesar, las mismas alegrías y esperanzas de algo mejor, y te enfrentas a las mismas o parecidas dificultades. Construyes reflexiones y acciones conjuntas que unas veces surten efecto y otras no. Aportas tu experiencia, tu pensar, tu sentir… tu ser.
Pero no estás sola con tu individualidad. A tu espalda vienen también las esencias de las compañeras que se incorporan a la lucha a través de ti y con las que construyes también cada día tu lucha libertaria, anarquista. No eres solo tú y tu historia en esos círculos, en esas calles, en esas puertas, en esas acciones, o cuando tratas de articular esas palabras en el papel, en el viento o en la oficina de un explotador. Eres tu misma, pero en la senda que vas abriendo, también se aglutinan aquellas que caminan y han caminado contigo; los fantasmas del pasado que te tatúan en el alma las palabras que un día dejaron escritas, y las ideas y las prácticas que vienen de lejos, como una caricia de aire tierno, desde la solidaridad entre pueblos.
Esta relación no solo va de conocimiento, sino también de acompañar. Una compañía que te ayuda a mantener encendido el óleo de aquellos faros que permiten guiarte cuando todo se ve más oscuro, puntos de apoyo para cuando las piernas fallan, la lengua se traba, o la cabeza se embota. Un tirón de cuello amable que te saca de un fuego que empieza a envolverte sin control y por el cual corres el riesgo de verte consumido. Una comunidad construida en la disciplina, el convencimiento, pero también en el amor. Una sensación que va más allá de los vínculos personales de afinidad, sino que se basa en la seguridad que ofrece el compromiso que ves en sus ojos y en sus actos.
Entiendes que ahí una tiene un privilegio al que ha llegado sin saber muy bien como; poseer herramientas poderosas en forma de saber, recursos y relaciones a las que lamentablemente muchas otras no pueden acceder. Y lejos de que esta situación te haga creerte con una verdad absoluta y te impulse a usarla para hacer andar a otras bajo tus ritmos y propuestas; tratas de volcar todo aquello que has buscado y que te ha sido ofrecido después de años de sufrimientos, alegrías, victorias, derrotas y reflexiones, a los espacios en los que te articulas como clase en lucha. Para nutrir las mentes, las manos y los corazones. Para que, desde los principios de solidaridad, hermandad y justicia, se puedan transmutar y mejorar esas ideas y alcanzar el fin último; convertir en imparables las luchas de las que formamos parte; llegando un día en que estas se unan para establecer el poder que permita transformarlo todo.
Como la planta y la tierra en la que esta crece. Donde se constituye un sistema complejo en el que se sustenta y se desarrolla la vida. La organización específica libertaria y los movimientos sociales se alimentan y apoyan mutuamente, sin establecerse predominancias o relaciones de poder entre ellas, o explicitándolas si así ocurre para poder abordarlas sin tapujos y derruirlas. La intención es la de capacitarse y potenciarse; la una a las otras; en un ciclo de transacción y transformación constante, cambiante y eterno.
Una misma, aunque puede delimitar los horizontes de los dos espacios en base a su organización estructural y formal, no sabe muy bien donde empieza la praxis de la organización anarquista y donde acaba la de los movimientos sociales. Generando constantes procesos bidireccionales y simbióticos que unas veces se gestan más cerca de las vísceras de la organización específica, otras se quedan a medio camino entre la organización y los movimientos, y otras se edifican en casi su completa totalidad en el movimiento social. Un proceso orgánico que finalmente solo busca fortalecer a ambas partes de la relación, encontrando las formulas más adecuadas en cada momento y sorbiendo de lo construido conjuntamente.
En la organización anarquista creemos en que la revolución solo podrá surgir y ser el resultado de la acción directa de un pueblo diverso, consciente, organizado y en lucha. Y es por eso que sus militantes nos posicionamos al lado de este; nos fundimos en el pueblo, porque nunca hemos dejado de ser pueblo y no queremos dejar de serlo jamás. Mientras, no podemos censurar lo que somos, y enarbolamos sin complejos nuestra bandera; enalteciendo y socializando aquellos principios que llevamos en nuestras mentes y corazones, y que valoramos como herramientas que pueden ayudar a alcanzar los fines que compartimos con el resto de nuestras compañeras de viaje.
Nuestro despliegue es estratégico, basado en la perspectiva que nos da el poder estar organizadas. Poniendo nuestro cuerpo y nuestra energía en la lucha por la justicia del presente, pero pudiendo alzar nuestras cabeza mientras golpeamos y somos golpeados; mirando por encima de las luchas para poder ver más allá. Tratando de conectar y unirnos con otros rostros alzados, o tocando aquellas espaldas encorvadas (que no tienen porque vestir el negro) para que otras compañeras también puedan alzar sus ojos, observar, coger aire fresco y establecer los espacios y los momentos en los que podamos señalar, cuantas más manos y almas mejor, el próximo hito al cual nos gustaría llegar. El horizonte hacia el cual empujamos entre todas con tesón.
Finalmente, y como humanos que somos, durante todo este proceso lloras, ríes, te frustras, dudas, te ilusionas, te entristeces, te alegras, te cansas, te emocionas… sigues. Sueñas y pierdes todo sentido de lucha y la gente a tu alrededor igual, su ser fluctúa víctima de la fuerza de las adversidades que soportamos –colectiva e individualmente–, pero una parece que debe llegar donde quizás las otras no pueden, apoyada por una red de relaciones y recursos más extensa que a veces parece invisible pero que está ahí. Sobre todo en aquellos momentos más exigentes, en los que mantenemos y cuidamos el hilo rojo de la esperanza revolucionaria que mantiene el espíritu indomable conectado con el acto de la lucha; midiendo nuestras fuerzas, regulando nuestros pasos, cuidándolos de otros. Todo para sobrevivir un día más, un año más, cinco años más hasta lograrlo… o hasta que lo logren otras aunque no podamos verlo. Aprovechando los momentos de esa paz envuelta en conflicto para que sean otras las que crezcan por sí mismas y compartan los relevos que entre todas sentimos necesarios para poder seguir ganando, para seguir cuidándonos en la crudeza del viaje, para seguir avanzando…
Ac. militant d’Embat a l’àmbit d’Habitatge.