Análisis de coyuntura 2025

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Cataluña y Estado español

Economía

El Gobierno de Sánchez saca pecho a menudo por los buenos resultados macroeconómicos. A nivel macro, al Estado español le va mejor que a la mayoría de estados europeos, mucho más golpeados por las consecuencias de la Guerra de Ucrania y la carrera geopolítica entre Estados Unidos y China. Pero a nivel general, lo que está pasando es un empobrecimiento a gran escala y con mucha rapidez. Cada vez cuesta más llegar a final de mes y cada vez cuesta más pagar un lugar para vivir. Lo que está pasando es que el Estado está produciendo deuda de forma masiva y el gasto público es muy importante siguiendo los estímulos de la pandemia, de la postpandemia y de la crisis de recursos producida por la guerra ya mencionada. Por lo tanto, hay un malestar que tiene causas económicas. Veamos la más importante.

La especulación inmobiliaria avanza imparable, como si se tratara de extraer el máximo lucro lo más rápido posible, como si fuese un pozo de petróleo que una vez agotado no hará falta hacer cuentas con los impactos dejados, porque será suficiente trasladarse a otro sitio y los problemas resultantes de la extracción se quedarán para la comunidad local. Los intentos tímidos de regulación de los precios por parte de la administración pública carecen de cualquier medida de coerción permitiendo que sean del todo ignoradas por los propietarios. Además, los precios abusivos, la subedificación de la vivienda en Barcelona a la lógica del turismo y a continuar construyendo pisos mientras otros puntos quedan vacíos, no es un ritmo sostenible a largo plazo. Por lo tanto, cabe considerar que en los próximos años volverá a explotar una crisis inmobiliaria de grandes dimensiones.

La consolidación de empresas y grupos de desokupación de viviendas deben considerarse no como una cuestión marginal, sino como la lenta y progresiva legitimación que permite el desarrollo de un aparato casi paramilitar, una milicia fascista al servicio de bancos, fondos buitres y familias de las burguesías y aristocracias del Estado español.

La cuestión latifundista en el país se ha trasladado del campo a la ciudad, pero no ha perdido su carácter de guerra social en que la propiedad vale más que el ser humano. Los influencers que dan consejos de cómo invertir en pisos son la melodía surrealista de un contexto en que en lugar de las oportunidades, lo que abunda es la cada vez más grande dificultad de poder tener una vida digna.

Política institucional

El Gobierno de Pedro Sánchez está consolidado, a pesar de su insuficiencia de apoyos políticos. Últimamente, toda la política se hace para que no gane la ultraderecha, y así cada jornada electoral es un llamado a parar el fascismo. Con este chantaje, después los socialistas hacen políticas neoliberales y autoritarias (contra las migrantes, por ejemplo) que provocan mucha decepción entre las personas de izquierdas. Con un Partido Popular débil y dividido, la ultraderecha se ha convertido en la oposición. Tiene controlados casi todos los estamentos del Estado: judiciales, mediáticos, policiales, empresariales y políticos. Y esta ultraderecha política se divide entre un sector del PP escorado a la derecha extrema (como Díaz Ayuso o Moreno Bonilla), un VOX que ha perdido huella y el nuevo partido de Alvise Pérez, que lleva el programa de Milei y atrae una parte de la juventud.

El resultado es que SUMAR no se atreve a apretar al presidente Sánchez por miedo romper el Gobierno e ir a nuevas elecciones, que podrían dar a una coalición PP-VOX. SUMAR sigue transigiendo con todas las decisiones contra el pueblo que hace el PSOE. De esta manera el mensaje y el prestigio que pueda tener la izquierda se diluye y las encuestas indican el previsible declive de esta fuerza. Como hemos dicho, faltos de una izquierda obrerista, la izquierda progresista ya no conecta con la gente más que como posibilidad de que no gane la ultraderecha y siempre actúa como si no estuviera en el Gobierno.

En Cataluña, la ruptura del independentismo ha puesto el Gobierno de la Generalitat en manos del PSC. Además, en Barcelona también se ha vivido una situación similar. La crisis del independentismo ha provocado la aparición de una nueva fuerza de la ultraderecha como Aliança Catalana. Puede que para alguna gente ha sido una sorpresa, pero estas opiniones contra la inmigración, con discursos de orden y seguridad y defendiendo la propiedad privada de las okupaciones ya estaban bien presentes entre las filas de Convergència i Unió y sus partidos sucesores. Ahora estamos ante una ola global de discursos de odio a través de las redes y también ha arraigado en Cataluña una opción política autoritaria como ha sucedido en muchos otros territorios. Por si fuera poco, las opciones más a la izquierda (Comuns e Esquerra Independentista) están también en crisis. La EI ha sufrido una escisión (el MS) y los Comuns están bastante desacreditados a causa de sus pactos con los socialistas. Al menos, en Cataluña, la izquierda real, la de la calle, comienza a estar fuera de las instituciones pero todavía no está articulada de ninguna forma.

Además, el gobierno PSOE en Barcelona, ciudad con su alineación con la Generalitat, ha decidido volver a la mano dura con los movimientos sociales intentando demostrar ante la burguesía su apuesta contundente para defender sus intereses. Así hemos sido testigos del endurecimiento de las acciones policiales en un plan siniestro llamado «Endreça Barcelona». Esto augura la llegada de un tiempo de enfrentamientos con los cuerpos policiales dispuestos a usar estrategias (drones, identificaciones masivas con patrones raciales o de clase, encapsulamientos…) que nos obligará a usar otras formas de lucha y resistencia diferentes a las empleadas hasta ahora.

Movimientos sociales y sindicales

Únicamente saca cabeza el movimiento de la vivienda, el de Palestina, el ecosocial y alguna vez el sindical. Hay mucha supeditación al espectáculo de las redes sociales, esperando likes en lugar de incidir de verdad.

El desarrollo del movimiento por la vivienda (MxV) en los últimos años está directamente relacionado con esta problemática social cada vez más insostenible y, al mismo tiempo, con el protagonismo asumido por los espacios reproductivos de la vida, gracias a la atención puesta por parte del movimiento feminista. No es casualidad que sea frecuente ver una fuerte presencia de mujeres, no sólo en las movilizaciones, asumiendo muchos roles y con fuerte intervención y liderazgo de la lucha.

Si bien por un lado el MxV puede contar cada vez con más capacidad de organización y lucha, así como con capacidad estratégica, todavía quedan importantes retos por superar.

Este año ha sido evidente que ninguna reforma o acción institucional podrá tener futuro si queda aislada de una profunda movilización popular que ponga entre la espada y la pared tanto al Estado como a las inmobiliarias y propietarios. La negociación, la presión institucional y las propuestas de leyes deben presentarse con miles de personas en la calle y organizadas en sus bloques y barrios.

Un movimiento de masas sólo podrá constituirse verdaderamente con fuerza y participación amplia cuando se supere la cultura del asamblearismo, profundamente arraigada en la mayoría de espacios, grupos, organizaciones y movimientos de Cataluña. Hay que desmontar la perspectiva de la lucha por el poder político que quiere hacer el salto improbable del localismo en la única preocupación por instancias de dirección política, por no mencionar una cierta obsesión por los liderazgos en la ausencia de una base que actúe como sujeto.

El sectarismo y el vanguardismo también han emergido con una cierta insistencia en el último periodo, bajo la máscara de nuevas propuestas que prometen ahora sí llevarnos a la revolución pero que han dedicado buena parte de su tiempo y energías a luchar de otras realidades del movimiento, con completa falta de escrúpulos jugando sólo bajo propias reglas modificables según propia conveniencia.

La bajada de tono a que se ha obligado con estas prácticas no puede suponer un descanso, ya que apenas esperan la oportunidad para volver a manifestarse. No hay democracia ni socialismo sin ética, y es importante recordar que el sectarismo y el vanguardismo no son propiedad de una u otra organización, sino que pueden afectar a cualquier grupo, sin distinción ideológica. Por eso es fundamental trabajar la ética y estilo militante.

En este ambiente hemos de destacar las victorias parciales que se están obteniendo en empresas o sectores donde la gente se organiza y propone luchas reales para objetivos tangibles. Tanto la CGT como la CNT dan pruebas de esto. Además, estos dos sindicatos están creciendo en afiliación y militancia, consolidándose como organizaciones de masas para tener en cuenta en un futuro. Sin embargo, esto dependerá mucho de su capacidad de tejer alianzas, compartir herramientas y caminar juntas, con una visión estratégica alejada de sectarismos.

Internacional

Desde mediados de la década pasada la llamada “alt-right” consiguió darle la vuelta a la batalla cultural e ideológica por el ciberespacio. En esta conquista fue central el control de las redes sociales por parte de una nueva élite de Silicon Valley de carácter neo-reaccionario. Personajes como Zuckemberg, Elon Musk, Peter Thiel, entre otros, se consolidaron como los referentes principales de un sitio que antes era la “patria” de libertarias o de liberales bien pensantes. En aquella internet de los años 90 y 2000 había mucho espacio para las ideas de las izquierdas. Eso se acabó en esta época de entre 2015 y 2020.

Situaciones como el Black Lives Matter, El ascenso de Donald Trump al poder en 2016, la pandemia o la Guerra de Ucrania han convertido internet en una interminable cadena de difusión de fake news y teorías de la conspiración que han hecho cambiar los valores occidentales de raíz. Por ahora, prácticamente todos los países europeos contamos con una ultraderecha parlamentaria relativamente fuerte, y en algunos estados son primera o segunda fuerza. Resulta especialmente preocupante el arraigo de estas ideas entre los hombres CIS y también entre las nuevas generaciones.

Los puntos clave de la ofensiva neo-reaccionaria son concretos: remarcar los aspectos más ridículos del comportamiento de las personas de ideas liberales o de izquierdas. Esto se ha llamado “wokismo” y es el enemigo fácil de odiar por la derecha y la gente de tendencia conservadora. Que defiendan derechos (de mujeres, de personas racializadas, de personas LGTBI+, de las refugiadas, de pueblos indígenas, etc.) es totalmente secundario, lo que importa es señalarlas como “cancel culture” y contrarias a los “valores occidentales”. Y esto lo hacen por tal de generar conflicto interno y dividir la sociedad. La creación de enemigos o elementos a odiar ha dado mucha visibilidad a la extrema derecha y se ha proyectado gracias a las redes sociales, así como gracias a la colaboración de los medios de comunicación más mainstream que compran su discurso por puro sensacionalismo. También habría que hacer notar la presencia de capitalistas reaccionarios en los consejos de administración o en la misma dirección de los medios de comunicación de masas.

Esta creciente división de la sociedad también tiene una correlación directa con la situación económica. La presencia de gobiernos progresistas en muchos países no ha evitado el aumento exponencial de la desigualdad alrededor del mundo. Como que no rompen con el neoliberalismo, la retórica progresista o de izquierdas choca con la realidad cada vez más complicado que viven las de abajo. El resentimiento hacia el poder y la decepción hacia las izquierdas están a la orden del día, dejando la puerta abierta a soluciones consideradas “antisistema” de carácter fascista y reaccionario. El peligro es evidente, como hemos visto en las elecciones italianas, francesas, alemanas o norteamericanas.

Si Occidente entero está cayendo por un alcantarillado de difícil salida, el resto del mundo se encuentra en otro punto completamente diferente. Cada día somos testigos de noticias que hablan de un acercamiento de más países hacia el bloque de los BRICS+. A finales de octubre se celebró su cumbre internacional en Kazan (Rusia), que acabó con la incorporación de nuevos estados al bloque (como Indonesia), así como nuevos tratados de carácter económico y político. Cualquier ojeada a este bloque, verá un dinamismo económico cargado de optimismo que difícilmente encaja con sus sistemas políticos, a menudo autoritarios con libertades civiles recortadas.

Ahora bien, por mucho que el centro económico o geopolítico del planeta se está desplazando hacia Asia, también se encuentra dentro del mismo paradigma turbocapitalista de nuestro tiempo. La llegada del consumismo masivo a nuevas poblaciones incidirá muy negativamente en el futuro del planeta, que camina directo al abismo del cambio climático y la falta crónica de recursos vitales para la humanidad.

Al mismo tiempo, Occidente está pendiente de las guerras de Ucrania, Palestina o el Líbano, que han comportado el desprestigio final de todos los supuestos valores democráticos que defendía. La intolerable defensa del Estado de Israel contribuye a alienar los estados emergentes, a lo que también contribuyen las sanciones económicas contra estados que no cumplen con los deseos occidentales. Y no estamos hablando de estados que patrocinen el terrorismo, sino de estados que comercian con China o Rusia y que no quieren dejar de hacerlo. La injusticia estructural de estas sanciones y la doble vara de medir con otros estados que se saltan las convenciones internacionales (como Israel) hace que ahora mismo el consenso global de la posguerra mundial haya concluido y que estemos en medio de una carrera entre los bloques por buscar aliados nuevos.

Aun así, hay que tener en cuenta que la ofensiva genocida israeliana contra Gaza ha estado a punto de provocar una guerra regional, tal y como pasó a inicios de octubre de 2024. Israel ha entrado en una deriva de realizar ataques militares contra todo lo llamado “Eje de Resistencia” (milicias de Hezbolá en el Líbano, milicias chiíes de Irak, Siria, Irán y Yemen) la respuesta de lo cual podría escalar el conflicto considerablemente, dada la alianza de este Eje con Rusia y las ganas que tiene Putin de hacer pagar a Occidente la guerra de Ucrania.

La situación dio la vuelta completamente en diciembre con el derrumbe del régimen autoritario de Al Assad, que controlaba buena parte de Siria. En muy pocas semanas el estado árabe sirio se hundió demostrando tener pies de barro. Ahora el nuevo régimen está conformado por “rebeldes” de carácter yihadista y se han puesto claramente al servicio de Occidente. Aún así, el país está dividido entre varias facciones, entre las cuales destaca la de AANES o Rojava.

Esta realineación global coge a Occidente en las peores condiciones posibles. En primer lugar, por el último año de los Estados Unidos. Las elecciones presidenciales han dejado virtualmente al país en “piloto automático” hasta este enero. Las políticas norteamericanas funcionan por la burocracia y la tarea de los secretariados federales y no por el Gobierno. Esto impide hacer políticas decisivas por parte de la Casa Blanca, que estaba más preocupada por las elecciones de noviembre. Por su parte, la Unión Europea cada día está mucho más desacreditada como institución poco democrática y excesivamente vertical. Los pactos por arriba entre los europarlamentarios populares, socialdemócratas y liberales hacen virtualmente imposible tener una política económica que no pase por el neoliberalismo más descarado y una política exterior independiente de los intereses de los Estados Unidos.

Todos estos factores, y otros, han provocado la victoria abrumadora de Donald Trump en las elecciones de noviembre en los Estados Unidos. Con una campaña grosera y una guerra mediática y cibernética nunca vista para difundir propaganda pura mezclada con fake news los Republicanos consiguieron arrasar en las urnas. Ahora, con Trump en el poder, Estados Unidos quiere demostrar fortaleza y, desde el principio, todo son amenazas y medidas de fuerza: deportar inmigrantes ilegales, derogar medidas que favorecen a las minorías, subir los aranceles a los Estados competidores o no cooperativos con sus intereses, incorporar Groenlandia, el Canal de Panamá o Canadá… Todo esto ha hecho entrar en shock a la clase política occidental, que mira de adaptarse a la nueva coyuntura. Europa todavía no sabe cómo tomarse las declaraciones de Trump y no sabe si son cartas para negociar o va totalmente en serio.

Y es que contextos como el de Alemania, con un gobierno socialdemócrata totalmente sometido a las políticas de la OTAN, hasta el punto de conocer al responsable del sabotaje al gaseoducto North Stream y no efectuar ninguna queja, dejan muy malparada la anterior política institucional hegemónica. Era importante este gaseoducto por el hecho de ser una línea directa con el gas ruso. Ahora el gas se ha de importar directamente de los Estados Unidos y llega en barco, y se paga mucho más caro. Esto repercute en la potente industria alemana, que ahora mismo está en una crisis seria. No sólo esto, sino que las políticas occidentales agresivas contra China están perjudicando también los fabricantes de automóviles alemanes ante un control cada vez más intenso de las materias primas chinas que son esenciales para fabricar coches. La victoria de Trump provocó el avance de las elecciones en Alemania, a celebrarse en febrero. En seguida el partido de ultraderecha AfD se disparó en las encuestas y tecnoligarcas como Elon Musk le han dado apoyo. No sabemos si ganará, lo que sí sabemos es que la socialdemocracia perderá el gobierno debido al gran descrédito en que ha caído.

Así llegamos al apartado de las disidencias y los movimientos sociales. Hablando de Europa, en este panorama cobra peso el antifascismo primario. El “No Pasarán”. Las movilizaciones contra los fascistas y la ultraderecha han ganado mucha fuerza en Gran Bretaña, Francia y Alemania. En este sentido, el movimiento antirracista ha ido incorporando a mucha gente proveniente de las comunidades no blancas, a menudo marginadas y criminalizadas. Después de los disturbios del odio en Gran Bretaña, hemos podido observar el potencial de la colaboración entre comunidades. El laborismo lo ha apaciguado todo, hablando de extremistas de ambos bandos, como si fuera una pelea entre tribus urbanas. Como se ve, los laboristas y socialdemócratas siempre juegan el papel de partido de orden y la derecha es cada vez más incendiaria. Este rol de orden también contribuye al descrédito de la democracia liberal entre las clases populares, tengan la ideología que tengan. El problema es que, sin un poder popular revolucionario visible que capitalice el malestar, podría ser la extrema derecha o las mafias basadas en comunidades nacionales migradas.

Otro movimiento en ascenso en Europa es el ecologista. Las movilizaciones, también en Francia y en Alemania, son muy masivas. El cambio climático está afectando a todos y hay una parte de la población muy concienciada con este tema. Mientras una parte del movimiento se compromete con el activismo de calle, de bloqueo y de comunidad intencional, hay un relato que va ganando fuerza frente a la evidencia del desastre climático que ya tenemos encima: sequías y temperaturas récord durante los meses de junio, julio y agosto, incendios e inundaciones en septiembre.

En el resto del mundo, se vislumbra un progresivo realineamiento de los pueblos oprimidos en lucha con las tesis del confederalismo democrático. En los últimos años ha habido acercamientos a estas teorías de los rebeldes del Baluchistán, Myanmar, Papúa o del pueblo Amazigh. Por el contrario, cuando se habla de socialismo o de marxismo siempre es para aplicar políticas socialdemócratas y socioliberales (pero con la hoz y el martillo), como acaba de ocurrir en Sri Lanka.

Retos y oportunidades

Desde el campo popular y las organizaciones políticas se pueden recoger diversas lecciones, según lo que ha ocurrido recientemente en el mundo.

  • En Europa, la burguesía nunca dejará gobernar de buen grado una opción auténticamente de izquierdas. Imbuida de la deriva autoritaria y en la acumulación permanente, antes harán pactos con la extrema derecha que permitir una vuelta atrás en el modelo neoliberal. Un ejemplo de esto lo hemos visto en Francia, donde la victoria del Nouveau Front Populaire ha sido bloqueada por Macron.
  • Los pueblos en movimiento son capaces de realizar cambios de paradigma. Esto lo hemos experimentado este verano. En medio del pogromo racista en Gran Bretaña, perseguido por toda la extrema derecha occidental y avivado por el mismo Elon Musk, la movilización de la gente fue primordial para detener el desastre. El problema, precisamente, fue tener un gobierno laborista que detuvo toda protesta social equiparando a los racistas con la resistencia.
  • En todo Occidente existe un gran cansancio hacia la gran acumulación capitalista (o robo) de los fondos buitre. Si hace una década se apropiaron de los activos inmobiliarios invendibles, provocando la actual subida del alquiler, hoy en día se están apropiando de importantes partes de las grandes empresas europeas. Ya tienen un poder de decisión que puede hacer caer gobiernos. Evidentemente, esta situación es muy fácil de utilizar para movilizar a la gente.
  • Como consecuencia del punto anterior, la gente también está harta de los macroeventos (JJOO, Copa América, etc.) que son disruptivos de la vida cotidiana de la sociedad, y que son juguetes en manos de los ricos.
  • La fragilidad de los sistemas democráticos es evidente en todas partes: gobiernos que se sostienen por hilos, tejidos de pactos y alianzas complejas. Como un castillo de naipes, solo hace falta que falle una pieza para que todo se derrumbe. Las tensiones internas entre los socios de gobierno son grietas que pueden crecer hasta derribar todo el edificio. Y es aquí donde el poder de la calle puede volverse decisivo.
  • El auge de la extrema derecha y de los gobiernos autoritarios en Occidente debería encender una resistencia antifascista que sería muy positivo que se retroalimentara de la resistencia al capitalismo extractivo del rentismo o de los macroeventos. En este mismo sentido, no sería descartable que las medidas políticas de los nuevos gobiernos de derecha hagan tanto daño que provoquen una nueva ola de indignación.

Embat – Organització Llibertària de Catalunya

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