Prólogo
Haciendo una mirada sobre cualquier proceso revolucionario, seguramente nos habremos preguntado más de una vez las causas por las cuales una gran masa de gente se moviliza para hacer la revolución. Miramos hacia Rojava, hacia las zapatistas, hacia las revueltas obreras del s. XX… Estudiamos sus contextos, sus condiciones materiales, los actores políticos y sociales, las organizaciones, etc, con el objetivo de servirnos de inspiración para iniciar un proceso revolucionario en Europa. Con ello, extraemos varias conclusiones, como la necesidad de organizarnos, de incidir en los movimientos sociales y al fin y al cabo, mejorar las condiciones materiales de la clase trabajadora y el pueblo. Si bien estas conclusiones a la hora de crear un proyecto político son acertadas, solo estamos viendo la parte material y racional de la política, pasando por alto un elemento importantísimo para construir nuestro proyecto: la parte irracional de la política, que son todos aquellos factores en los cuales lo emocional del ser humano es determinante a la hora de construir una opinión política, ya que el ser humano sigue siendo un ser emocional.
Comienzo esta serie tratando de abrir un importante debate entre la izquierda revolucionaria y en concreto, del anarquismo, para tratar unas cuestiones claves a entender el por qué la moralina y el tener razón solo sirve para un grupo muy reducido de personas. Para convencer, también se convence con las emociones. y ello implica comprender en qué consiste el relato, el imaginario colectivo, la identidad, el sentimiento de pertenencia a una comunidad y los elementos aglutinadores. En la II parte, trataré el racionalismo y la moral liberal y católica, que va ligada al individualismo y el sentimiento de culpa, finalizando con una 3ª parte más planteando unos retos para el contexto actual y poder trabajar sobre un terreno que está explotando la ultraderecha. La creciente amenaza del fascismo viene dado por sus relatos sobre las identidades utilizando como arma arrojadiza la inmigración, la vuelta al nacionalismo cuestionando la globalización, e incluso un falso discurso de clase y recurriendo al populismo.
La irracionalidad en la política
Los seres humanos, aun poseyendo la capacidad de raciocinio, la parte instintiva y emocional sigue pesando mucho e influyendo en nuestras decisiones racionales. Esto puede explicar en parte la disonancia cognitiva y las actitudes conservadoras. Cuando nos encontramos ante una serie de pensamientos e ideas nuevas que no se ajustan a nuestras creencias, la primera reacción es de rechazo y afirmación de nuestras propias creencias: nos agarramos a lo que ya conocemos y tememos romper la coherencia de dichas creencias porque nos sentimos cómodas así. Así es cómo el refrán “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer” acierta en la gran mayoría de los casos, donde lo emocional pesa más que lo racional.
No obstante, no tenemos que olvidar que somos seres sociales, y por tanto, no existen los individuos hechos a sí mismos, sino que se construyen socialmente. Aquí es donde intervienen una serie de vínculos emocionales con el entorno en el cual todo ser humano busca un encaje: sentirse reconocido y amparado en el entorno donde se encuentra. Estos factores que no son expresamente materiales son muy importantes a tener en cuenta en nuestros análisis, proyectos políticos y planteamientos estratégicos. Estos elementos irracionales son los siguientes:
Sentimiento de pertenencia a una comunidad. Sentirse dentro de una comunidad, ya sea familiar, del barrio, de una orden religiosa o espiritual, de la tierra, de algún movimiento social, etc, es el vínculo base que forjamos con nuestro entorno cercano. Es el vínculo creado a partir de intereses compartidos. Nos da la tranquilidad de saber que no estamos solas, que tenemos complicidades y así tener un entorno favorable para la sociabilización, donde sentimos que somos parte de ella, podemos encontrar apoyo y nos podemos desenvolver. Hablamos de arraigo cuando estos vínculos se hacen fuertes y el individuo consigue asentarse. Uno de los mayores temores a nivel emocional de la mayoría de seres humanos es el desarraigo, que ocurre cuando es rechazado, excluido o expulsado de la comunidad.
El orgullo de barrio, el vínculo con la tierra y las comunidades migrantes por ejemplo, entran dentro de esta clasificación.
Elementos aglutinadores. Son aquellos elementos que apelan a las masas, en las cuales un gran número de personas se puede sentir interpelada e identificada. También constituyen un campo de disputa política e ideológica por sus características en relación con la sociedad. Dichos elementos son:
– La nación, la patria, y/o el país: normalmente solemos confundir estos elementos con un Estado, pero no estamos hablando de banderas ni del Estado-nación en este caso, sino que son el conjunto de características culturales (lengua, tradiciones, costumbres…), políticas, sociales e históricas en común de una sociedad en un determinado territorio. Estos conceptos son clave para entender las luchas actuales de los últimos 40 años hasta hoy, puesto que este en este siglo las luchas de liberación nacional están siendo de caracter popular y masivas, como es el movimiento de liberación kurdo y las luchas indígenas latinoamericanas, sin dejar atrás al Rif y otras luchas decoloniales.
– El fútbol y el deporte de élite: el fútbol realmente mueve masas alrededor del mundo. Es capaz de llenar bares, estadios y las mismas calles, crea hinchadas radicales tanto de derechas como de izquierdas y en donde se transmite la ideología hegemónica. Los Bukaneros o el Frente Atlético son ejemplos de hinchadas de izquierdas y de derechas, respectivamente. La clave de este elemento es la gran atención mediática que hay sobre los equipos de fútbol y los jugadores, donde también existe una gran censura hacia expresiones políticas que no encajan con el statu quo hegemónico. La vinculación entre fútbol y política es innegable, lo que lo convierte también en terreno de disputa.
– La religión y la espiritualidad: la muerte, el destino, la suerte y lo desconocido por el ser humano, genera temores que necesitan rellenarse con alguna explicación sobrenatural, un camino espiritual para conocerse a sí mismos y los orígenes, o una seguridad y tranquilidad que el mundo terrenal no puede ofrecer. Y no solo eso, todas las religiones tienen sus dogmas, sus valores, códigos de conducta y costumbres que influyen mucho en las culturas humanas. El peso que tienen actualmente las religiones vienen de siglos atrás de expansión, conquista e institucionalización -acceso a cuotas de poder y privilegios entrando en el Estado-. Como en el fútbol, la política y la religión también están ligadas no solo en la imagen de los Estados teocráticos de Oriente Próximo, sino también en las comunidades religiosas populares con unos valores más comunitarios.
– La clase social: este elemento tuvo su edad dorada en durante la época del movimiento obrero y las revoluciones obreras, donde estaba claramente diferenciada una clase de otra por sus condiciones materiales. Actualmente, la imagen de la clase media junto con la destrucción de las comunidades e imaginarios colectivos populares en el mundo occidental, ha barrido toda conciencia de clase al usar como base la capacidad de consumo y los ingresos. No obstante, las clases sociales se determinan por su relación con los medios de producción, y que lo que caracterizaba a la clase obrera es que son todas aquellas personas desposeídas que solo tienen sus manos y su cabeza para ganarse el pan de cada día, y ser la clase social que pone en marcha el mundo.
Relato y marco teórico. El relato es el contenido político e ideológico de los elementos aglutinadores, es lo que explica desde diferentes marcos teóricos la realidad material, y trata de vincularlos con dichos elementos más abstractos y que tienen que ver más con lo emocional. El marco teórico es la teoría política sobre la cual se construyen los distintos relatos que dan una explicación de la realidad material según los intereses políticos que las diversas fuerzas políticas tratan de disputarse la hegemonía. A partir de los relatos se crean diversos imaginarios colectivos que describiré a continuación. Un ejemplo de relato es el actual Régimen del ’78, construido a partir de la cultura de la Transición donde se crea la imagen de la llegada de la democracia a España y el desarrollo de su economía.
Identidad e imaginario colectivo. La identidad es un constructo en el que una persona es dentro de la comunidad y en la sociedad en base a sus orígenes, posicionamientos políticos, creencias, a la comunidad a la que pertenece y a los elementos aglutinadores en donde se sienta interpelado (el país, el equipo de fútbol, la fe y clase social). El imaginario colectivo es el conjunto interrelacionado de todos los anteriores elementos descritos que configuran una perspectiva global y compartida en la sociedad sobre la realidad material. Existen más de un imaginario colectivo, y de ello depende el relato que hay detrás de ello. Por ejemplo, el imaginario colectivo de España se percibe, siguiendo con el relato de la cultura de la Transición, como una democracia, una nación indivisible, con sus características culturales típicas: toros, fiesta, sol, playa…, etc. Pero también existe otro imaginario sobre España como cárcel de pueblos, heredera del franquismo, país de corruptos, etc.
Todos estos elementos irracionales no están en el aire, sino que se asientan sobre una base material como la estructura de las clases sociales, el Estado y el territorio. La importancia clave de tener análisis de lo irracional en la política radica en conocer la parte sumergida del iceberg que es la que realmente nos da el potencial de construir un movimiento revolucionario masivo. De hecho, si volvemos a analizar los movimientos revolucionarios a lo largo de la historia observaremos que todos ellos se han construido en base, primero a una comunidad en lucha, y luego a un imaginario colectivo, unos elementos aglutinadores (la nación en los movimientos de liberación nacional, la clase social como los movimientos obreros, o a la vez) junto con un relato y marco teórico revolucionarios, y una nueva identidad (el o la militante kurdo, el “nuevo hombre” que hablaba el Che Gevara, …). Esto quiere decir que es insuficiente con presentar un proyecto político que aspire al socialismo libertario en clave materialista, también es necesario construir nuevos imaginarios colectivos, recuperar las comunidades e identidades destruidas en Europa, un nuevo relato y marco teórico, y disputar la hegemonía en los elementos aglutinadores. Por eso, no basta con tener la razón o la fuerza, también hay que ganar en el campo irracional.