Las relaciones entre la AIT y la CNT durante la Guerra Civil española

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Miguel G. Gómez (@BlackSpartak) para alasbarricadas.org

Foto: Delegados del Congreso de 1922-23 de la AIT. Berlín. Fuente: La Alcarria Obrera.

El anarcosindicalismo ha sido – y es – la mayor corriente relacionada con las ideas anarquistas. Su característica principal es la fusión de unos principios claramente anarquistas con un movimiento de masas, el movimiento obrero. Además, sus organizaciones se declaran abiertamente comprometidas con el objetivo final: el comunismo libertario. Su táctica principal es la acción directa, aunque como veremos aquí, de todo hubo.

En este artículo veremos los debates del movimiento sindicalista revolucionario a lo largo de sus décadas de mayor esplendor y nos centraremos en su actuación, a nivel internacional, durante la Guerra Civil española, que supuso su mayor prueba a todos los niveles.

Los primeros años

Desde finales de la primera década del siglo XX, el sindicalismo revolucionario pretendía organizarse a escala internacional. Como heredero de la Primera Internacional esta opción socialista – el sindicalismo – carecía de organización global. En cambio, la Segunda Internacional ya disponía de un Secretariado Internacional de Centrales Sindicales desde 1893. De esta manera, logró atraerse sindicatos que no estaban dirigidos por corrientes socialdemócratas como la CGT francesa y el National Arbeids Sekretariaat, NAS, holandés.

Sin embargo, tras el Congreso Anarquista Internacional de Ámsterdam de 1907, la organización holandesa decidió abandonar la Internacional Sindical Socialista y lanzó la propuesta de crear una nueva organización que reuniese el sindicalismo revolucionario a escala internacional. En cambio, la CGT ignoró esta propuesta prefiriendo mantenerse en la Internacional Sindical Socialista.

Tras varios preparativos que se alargaron años, el primer encuentro se tenía que realizar en Londres, en febrero de 1913. Se cursaron invitaciones a militantes sindicalistas de numerosos países. Sin embargo, los franceses no estaban por la labor. La CGT era crítica de la propuesta y pretendía preservar la unidad del movimiento obrero, mientras que otros militantes cegetistas libertarios franceses que sí que apoyaban el congreso pidieron aplazarlo. Querían más tiempo para convencer a sus compañeros más reacios.

Finalmente, el congreso se celebró el 27 de septiembre. Participaron 38 delegados pertenecientes a 65 organizaciones y periódicos obreros con una representación aproximada de 250.000 afiliados entre todas. Por contraste el sindicalismo socialista reunía 7 millones ese mismo año. Este congreso culminó con una declaración de principios y la creación de un Buró Internacional con sede en Ámsterdam. Por desgracia, el estallido de la guerra mundial dio al traste con todo el proyecto.

Las circunstancias excepcionales de la guerra desorganizaron todo el movimiento obrero afín al sindicalismo revolucionario. Cada organización tuvo que hacer la lucha por su cuenta y se perdieron los contactos durante años. Quizás la excepción a esta situación fue el Congreso de la Paz de El Ferrol, celebrado en 1915 e impulsado por el movimiento libertario ibérico.

Sea como sea, el movimiento sindicalista revolucionario llegó a 1918-19, años donde las revoluciones estallaban en todas partes, sin organización internacional. Pero esto no quitaba para que no estuviese vinculado a un proceso de revolución mundial. Hay muchos casos de huelgas declaradas en solidaridad con la Revolución rusa, tales como las que impulsó la FAUD alemana, por ejemplo.

En esta etapa se podría decir que la oleada revolucionaria mundial benefició a las organizaciones sindicalistas revolucionarias, pero éstas no se consiguieron organizar a escala mundial hasta que no fueron convocadas por los bolcheviques en 1921, como ahora veremos.

El nacimiento de la AIT

La Revolución Rusa benefició a todas las ramas del socialismo que utilizaban métodos revolucionarios para llegar al socialismo. Este ambiente impulsó sobremanera el anarquismo y el sindicalismo revolucionario, como ramas antiautoritarias del socialismo. Aunque no hubiese casi ningún conocimiento de primera mano entre 1917 y 1919, sobre cómo se desarrollaba la revolución en Rusia, ésta servía como aliciente para propagar la idea de la revolución por la revolución. Era un hecho histórico incontestable: el proletariado ruso había logrado derrocar el zarismo. Rusia significaba que se podía vencer. Era un símbolo poderosísimo.

En general, todos los sindicatos de izquierda aumentaron su afiliación de forma exponencial. Haciendo un cálculo rápido podemos contabilizar la corriente sindicalista revolucionaria en algo más de dos millones de adherentes entre 1919 y 1920. Evidentemente no había una simetría a nivel global. Había países con sindicatos muy relevantes (España, Italia, Portugal y Argentina, sobre todo) y muchos otros donde estas ideas eran más bien secundarias y no tenían posibilidades de generar las condiciones para una revolución social.

La convocatoria del Primer Congreso de la Internacional Sindical Roja en Moscú, el 3-19 de julio de 1921, fue un punto de partida para la reorganización del sindicalismo revolucionario a escala mundial. El Congreso de Moscú organizó una internacional sindical afín al comunismo bolchevique que recibió el nombre de Profintern. Pero en aquella ocasión también se pudieron ver las caras determinados sindicalistas de tendencia libertaria, tales como Armando Borghi de la USI italiana, Agustín Souchy de la FAUD alemana, Ángel Pestaña de la CNT española o Gregory Maximov de los sindicatos rusos. De hecho, incluso los sindicatos comunistas de numerosos países estaban constituidos en ocasiones por antiguos militantes sindicalistas revolucionarios, militantes que durante estos años se “bolchevizaron”.

Como tantas veces, la falta de una organización internacional bien estructurada se puso de manifiesto. El movimiento libertario carecía de estos elementos de coordinación que hacían fuertes a otras corrientes socialistas. Por ejemplo, el Congreso de Moscú se posicionaba abiertamente contra la tendencia reformista de la Internacional Sindical de Ámsterdam, de tipo socialdemócrata.

Así pues, se hizo necesario crear una nueva estructura internacional que aglutinase a la corriente sindicalista revolucionaria. De esta manera se celebró en Berlín, entre el 25 de diciembre de 1922 y el 2 de enero de 1923, el Primer Congreso de la Asociación Internacional del Trabajo. Se recogía a propósito el nombre oficial de la Primera Internacional.

Organizaciones representadas:

Federación Obrera de la Región Argentina
Argentina 200.000
Trabajadores Industriales del Mundo
Chile 20.000
Unión para la Propaganda Sindicalista
Dinamarca 600
Freie Arbeiter Union Deutschland
Alemania 120.000
Unione Sindacale italiana
Italia 500.000
Confederación General del Trabajo
México 30.000
Norsk Syndikalistik Federation
Noruega 20.000
Confederaçao Geral do Trabalho
Portugal 150.000
Sveriges Arbertares Centralorganisation
Suecia 32.000
National Arbeids Sekretariaat
Países Bajos 22.500
TOTAL 1.095.100

Los datos proceden de Rudolf Rocker. Es posible que exagerase las cifras de algunos países. Sin embargo, al faltar la mayor organización, la CNT española – que podría tener medio millón de afiliados en aquel 1923 – sin duda se eleva el número de trabajadores representados hasta más de millón y medio. Rocker además, indica que envió su adhesión la Coordination Sindicaliste Revolutionaire de Francia, que por aquel entonces aglutinaba unos 100.000 sindicalistas más. Era una red de sindicatos radicalizados que aún pertenecían a la CGT. Otro sindicato que no figura es Industrial Workers of the World, que tenía decenas de miles de afiliados, pero que en esos momentos sufría una represión gubernamental, llamada “Red Scare”.

La característica más importante de esta nueva organización era la declaración de plena autonomía de los sindicatos respecto de los partidos políticos. De hecho, se entendía que el sindicato mismo tenía una personalidad política propia. Los sindicatos eran a la vez una organización social y una organización política. El sindicalismo revolucionario tenía la propuesta de organizar la sociedad post-revolucionaria en base a los sindicatos. Por tanto, éstos tenían que tener una visión global de la sociedad.

El desarrollo del sindicalismo revolucionario en los años 20

Como punto de partida, este anarcosindicalismo (que en su mayoría aún era conocido como “sindicalismo puro” o sindicalismo revolucionario) no tenía mucho que envidiar a la Internacional Sindical Roja. Si bien esta era mayor – el Profintern declaró 17 millones de adherentes en su primer congreso de 1921 –, si solamente contemplamos los que había fuera de la Unión Soviética, entonces los números se acercaban a los de la AIT, aunque es cierto que los mejoraban.

Sin embargo, el mayor problema de la AIT obedecía a haberse fundado en un momento en el que las cosas se empezaban a calmar. El ciclo abierto en 1917 se cerraba. En algunos países se estaban dando desafiliaciones masivas, en otros los gobiernos hicieron algunas concesiones y cooptaron el sindicalismo, mientras que en otros lugares la respuesta fue el autoritarismo y la dictadura militar. Este último caso golpeó a tres de las principales organizaciones anarcosindicalistas: a la italiana, la portuguesa y la española. Todas quedaron fuera de juego entre 1923 y 1926.

Otro factor esencial fue la irrupción de la corriente comunista en el sindicalismo internacional. No pocas centrales sindicales que acabaron en la ISR habían tenido unos inicios anarcosindicalistas. La falta de militantes libertarios solventes, con buena formación y organizados específicamente se hizo notar, y el movimiento anarquista no tuvo nada que hacer ante militantes comunistas preparados para tomar las estructuras sindicales y arrastrarlas hacia el proyecto bolchevique. De alguna manera esta toma del sindicalismo por parte de los comunistas fue el motivo de la aparición de muchas organizaciones anarquistas en los años 20. O el anarquismo se organizaba o quedaría totalmente arrinconado ante el auge comunista.

En la segunda mitad de los años 20 el foco se trasladó hacia América Latina. Allí floreció una segunda oleada de anarcosindicalismo, incluso introduciéndose en nuevos países: Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú o Paraguay. Mientras que siguió gozando de cierta fuerza en los anteriores bastiones de Argentina, Brasil, Chile, Cuba, México y Uruguay. Para aglutinar este movimiento, en 1929 se creó la Asociación Continental Americana de Trabajadores, ACAT.

Sin embargo, el desarrollo del anarcosindicalismo en estos países se vio truncado por la división del movimiento obrero en ramas que competían entre sí: anarquistas, anarcosindicalistas, comunistas, liberales, sindicalistas puros y socialistas, fundamentalmente. La división del movimiento obrero lo debilitó ante la nueva oleada reaccionaria que golpeó el continente americano en aquellos años. Las dictaduras militares trataron muy duramente al movimiento libertario. No estaba preparado para una clandestinidad sin medios y ante una competencia creciente de otras fuerzas que sí disponían de ellos. Por si fuera poco, algunos dictadores jugaron muy bien sus cartas y favorecieron un sindicalismo populista de unidad nacional, que en pocos años sería hegemónico en algunos países.

En cuanto al sindicalismo comunista, la Internacional Sindical Roja no volvió a celebrar congresos desde 1929. Los sindicatos quedaron totalmente sometidos a los intereses del Partido y del Komintern. Y esos intereses en 1937 pasaron por liquidar esa internacional sindical e integrarla en la Federación Sindical Internacional que dirigía la socialdemocracia y que los bolcheviques llamaban peyorativamente Internacional de Ámsterdam.

El declive de los años 30

Para 1931, la AIT era esto:

Secretariado de la AIT: Rudolf Rocker, Agustin Souchy, V. Orobón Fernández.

Freie Arbeiter Union Deutschland Alemania Rüidiger y Karl Windhof
Oficina Internacional Antimilitarista Países Bajos Albert De Jong
Confederaçao Geral do Traballho Portugal Manuel Joaquim de Souza, Juan Miranda
Asociación Continental Americana de Trabajadores (A.C.A.T.) América Latina Diego Abad de Santillán, Ismael Martí
Federación Obrera Boliviana Bolivia Jerónimo Rodríguez
Federación Obrera Regional Uruguaya Uruguay Joaquín Cortés
Confederación General del Trabajo Sindicalista Revolucionaria (C.G.T.S.R.) Francia Pierre Besnard, Lucien Huart
Confederación Nacional del Trabajo España Avelino González, Eusebio C. Carbó
Agrupación Obrera de Estudios Sociales Costa Rica José Alberola
Grupos varios Bulgaria P. Wassilief. [Pano Vasilev]
Sveriges Arbetares Centralorganisation (S. A. C.) Suecia A. Jensen
Nederlandsch, Syndikalistich (N. S) Países Bajos Wolthuis Rousseau, J. Woaci
Fondo de Socorro ruso Rusia Poliakoff
Federación Anarquista Polaca Polonia Soundy

Estas eran las organizaciones representadas en el Congreso de Madrid, celebrado el 16-21 de junio de 1931. La mayoría de las organizaciones representadas eran ya una sombra de las que se reunieron en Berlín. Otras eran grupos no sindicales, como las secciones de Costa Rica, Holanda, Polonia o Rusia. Se decía en la prensa libertaria que en este congreso asistieron delegados que representaban 600.000 afiliados. No obstante, la CNT española constituía un grueso de 535.565 afiliados, contabilizados en el congreso que realizó la CNT en Madrid en aquellas semanas. Si bien es cierto, que años después, despuntó el anarcosindicalismo en otros lugares, tales como Bulgaria o Polonia, lo cierto es que en 1931 la AIT era bien poca cosa.

A finales de 1932, el ruso Alexander Shapiro fue enviado a Barcelona para mediar en el conflicto interno que separaba la CNT entre treintistas (partidarios de una línea moderada, de carácter sindicalista) y faístas (partidarios de la FAI, de la línea revolucionaria). El Secretariado – procedente de Ámsterdam – estuvo residiendo un tiempo en Barcelona con Eusebio Carbó y Valeriano Orobón como miembros. Con esta composición, la AIT no tomó partido por ninguno de los dos bandos y trató de desempeñar un papel conciliador.

Aun así, en pleno octubre de 1934, estando Asturias en plenos combates revolucionarios, Shapiro presentó un informe sobre el funcionamiento de los comités de defensa hasta entonces. En él se criticaba ampliamente la táctica insurreccional seguida hasta entonces, que había sido de improvisación constante y que había dejado exhausta la Organización confederal, dejándola casi fuera de juego ante una revolución proletaria como la que se vivía en esos mismos días.

Aunque este informe estaba alineado con la postura mayoritaria dentro de la CNT de aquellos meses, en los que se terminó abandonando la táctica insurreccional en beneficio de algo más sólido, hacemos notar que estaban tomando partido por un sector de una sección de la Internacional.

En paralelo, en aquellos mismos años, se estaban desarrollando otros debates respecto a forma que tendría que tener la organización específica libertaria. Fueron los años de los debates sobre la Plataforma de Makhno, Archinov e Ida Mett. Era una propuesta organizativa para la militancia anarquista. Pedían la unión general de los anarquistas en una organización y que establecieran un programa de acción basándose en una unidad táctica y estratégica y asumiendo una disciplina interna.

Esta propuesta fue combatida por considerarla autoritaria por Malatesta o Sebastian Faure, quienes propusieron un anarquismo de síntesis, que combinase distintas formas de entender el anarquismo juntando desde individualistas hasta sindicalistas. Esta última propuesta fue muy del gusto de las corrientes libertarias no obreristas, más partidarias de generar estilos de vida libres que de organizar a la clase trabajadora.

La Plataforma tuvo repercusión en Francia a través de Union Anarchiste y en Bulgaria, con la Federación Anarquista Comunista de Bulgaria, que inició su propio proceso revolucionario – que no pudo culminar. No solo esto, sino también hubo otros compañeros de ruta del “plataformismo”, del estilo British Anti-Parliamentarist Communist Federation, la Federación Anarco Comunista Argentina y la también argentina Asociación Obrera Spartacus. Eran organizaciones específicas de raíz anarquista que buscaban la intervención estratégica allí donde lo estimaran oportuno (en el movimiento obrero, en los barrios, en el movimiento campesino o entre la juventud) y bajo la táctica que estimaran más conveniente a sus ideas. Por ejemplo, el anarquismo búlgaro impulsó sindicatos campesinos y obreros, y luego guerrillas. El comunismo libertario francés apostó por militar en la CGT socialista, olvidándose de la CGTSR anarcosindicalista, a la que veían en plena deriva hacia la marginalidad y el dogmatismo.

Parecido proceso al francés tuvo lugar en Argentina, con una FACA y una AOS orientadas a la organización de sindicatos industriales sin meterse en la FORA, que entendían anquilosada y anclada en el gremialismo. La particularidad de la FORA era su auto-consideración como organización anarquista. Es decir, el “forismo” entendía el sindicato como organización anarquista en sí mismo. Esto lo hacía distinto del resto del anarcosindicalismo, que entendía que los sindicatos eran una cosa y las organizaciones anarquistas otra distinta (lo que se conoce como “dualismo organizativo”). Como se ve, son dos líneas tácticas distintas. Aún hoy en día existen sindicatos anarcosindicalistas que se tienen más bien las características de un grupo anarquista, antes que de un sindicato. También podemos mencionar la Federación Anarco-Comunista de Corea, que en 1929-31 realizó una revolución, aunque era desconocida por completo en Europa y América.

Para 1935, la AIT celebró un congreso en París. Era el punto más bajo para el anarcosindicalismo desde su fundación. La única función relevante del congreso fue sustituir el Secretariado, que recayó en Pierre Besnard, Helmut Rüdiger y el español Nemesio Galve. No hubo ninguna referencia sobre el congreso en la prensa confederal más destacada en España. La mayor parte de las declaraciones de la AIT se centraron en condenar la invasión de Etiopía por parte de la Italia fascista.

Pero en el año 1936 la situación cambió radicalmente. En Francia el Frente Popular, compuesto por una coalición de republicanos de izquierda, socialistas y comunistas, ganó las elecciones el 3 de mayo. Este pacto se combinó con la fusión de las dos centrales sindicales más importantes, la CGT, socialista, y la CGTU, comunista. A los pocos días de las elecciones, desde el 11 de mayo, se desató por todo el país una lucha de clases de una escala nunca vista con anterioridad. Se produjeron unas 17.000 huelgas, en las que participaron unos 2,5 millones de trabajadores. Además, en muchos centros de trabajo, unos 300, la plantilla decidió ocupar las fábricas evitando la entrada de esquiroles o cierres patronales (lock-outs). Las huelgas terminaron con la firma de un acuerdo entre el nuevo gobierno de Léon Blum y la CGT que mejoró las condiciones.

En la extrema izquierda este momento se vivió como una etapa pre-revolucionaria. La CGTSR anarcosindicalista, que no entró en el proceso de fusión de la CGT ganó nueva afiliación llegando a 8.000 afiliados (otras fuentes lo rebajan a 5 o 6.000), mientras que Union Anarchiste, llegó a 4.000 adherentes. La militancia de esta organización, la UA, estuvo activa dentro de la CGT mayoritaria y consideraba la organización anarcosindicalista como un grupo sectario con el que era difícil entenderse. Indiquemos que la CGT contaría con cuatro millones de afiliados a finales de ese año.

Otro caso fue Portugal. En enero de 1934 comunistas y anarcosindicalistas lanzaron una huelga general insurreccional, que no tuvo éxito, aunque tuvo el país en vilo durante semanas. El estado luso vivía una dictadura militar asfixiante. Para 1936, antes de la Guerra Civil española, hubo algunos motines entre los marineros e incluso un barco de la marina lusa llegó a izar la bandera roja.

Estas informaciones eran recogidas en la prensa confederal española, así como importantes huelgas en Estados Unidos, Argelia, Argentina o México, intentos revolucionarios en Brasil o Paraguay y numerosos golpes de estado y hasta magnicidios. Eran años muy movidos y de gran violencia política.

Y de esta forma llegó la guerra civil.

La guerra y la revolución

A nivel práctico, el mismo 22 de julio, Agustín Souchy propuso la creación de la Oficina de Propaganda Exterior de la CNT-FAI. La confederación confió en el alemán. Souchy fue el representante de la AIT en Barcelona durante los primeros meses. Desde bien pronto se editaron boletines en diversos idiomas desde los que se difundían noticias de la guerra, de la política y de la revolución. Hubo boletines en francés, inglés, sueco, alemán, portugués, esperanto, búlgaro, ruso y uno especial para América Latina. Así pues, la AIT participó desde el comienzo en las iniciativas del anarcosindicalismo ibérico tanto en la propaganda como en el envío de ayuda material.

A nivel político, en julio de 1936 la CNT-FAI renunció a tomar el poder estableciendo un pacto antifascista con otras fuerzas políticas y sindicales. En las zonas que podía influir apoyó o impulsó la revolución social. En ningún momento puso en cuestión la continuidad de la República. Eso sí, entendían que la guerra había dado lugar a un nuevo modelo de país, de carácter federal y socialista, sobre el que influían en buena manera. Esta opinión se concretó en el Pleno Nacional del Movimiento Libertario de España (entiéndase por ello, la coordinación entre CNT, FAI y Juventudes Libertarias) de septiembre de 1937. El Movimiento acabó adoptado el modelo de República Federal, que en la práctica implicaba implantar una especie de “estado sindical” en las zonas que controlaban. Ahora lo veremos.

Antes de eso, en noviembre de 1936 la CNT entró en el gobierno de la República y la organización anarcosindicalista pasó a controlar cuatro ministerios. Esta decisión fue del desagrado del Pleno Internacional de la AIT, celebrado en aquellos días. La entrada en el gobierno también provocó protestas por la base, que opinaba que la CNT-FAI estaba renunciando a su programa del Congreso de Zaragoza (mayo de 1936), que consistía en implantar el comunismo libertario en todo el país. Aunque no entraremos a especificar estos conflictos internos, cabría indicar que tuvieron su apogeo entre abril y agosto de 1937. Del mismo modo, la AIT acataba la decisión de la sección española debido a las condiciones anómalas de la guerra, pero también afirmaba que debía “tomar en sus manos” la propaganda exterior, si bien de acuerdo con la CNT.

Otro factor de discordia fue la aceptación de la militarización de las milicias por parte de la CNT y la FAI. Los anarquistas extranjeros la rechazaban, aunque finalmente la acataron a regañadientes. Así, por ejemplo, la Sección francesa de la CNT (es decir, franceses que vivían o fueron a España durante la guerra) celebró una asamblea sobre este asunto. Se aceptó que quienes rechazasen la militarización abandonaran las milicias, mientras que el resto se militarizaría sin causar problemas. Esto ahondó aún más las diferencias tácticas entre la CGTSR y la CNT. Y como era la sección francesa la que dominaba la AIT, esta división se convirtió en una cuestión oficial. En Francia incluso se llegó a crear en mayo de 1937 una Association Révolutionnaire des Milicies d’Espanges, ARME, que agrupaba milicianos retornados, algunos huyendo de la persecución de los estalinistas y otros desanimados por lo que entendían como renuncias o hasta traición de la CNT a los principios.

En abril, por acuerdo de la AIT, Rüdiger pasó a encabezar la Oficina de Propaganda, destituyendo a Souchy en contra de la opinión de la CNT. Es de notar que ambos estaban enemistados. La CNT protestó diciendo que el nuevo delegado de la AIT actuaba como si la Internacional estuviese al mando de la propaganda. Como hemos visto, en noviembre así lo había acordado la Internacional y así se le informó al delegado de la CNT en una reunión en París. La AIT quería ejercer el control sobre la propaganda exterior. El secretariado de esta Oficina estaba compuesto, además de Rüdiger (por la AIT), por Joaquín Cortés (por la FAI) y Martín Gudell (por CNT). Había en nómina entre una docena y veinte personas.

Respecto a la ayuda humanitaria, la CNT se dio cuenta que necesitaba un organismo más ágil que la AIT para canalizarla mejor. Hasta entonces cada sección de la AIT (en especial Argentina, Uruguay, Francia y Suecia) crearon comités de solidaridad que recogían aportaciones económicas y materiales que enviaban a España. El flujo de voluntarios internacionales para las milicias iba por otros cauces.

Viendo el tremendo éxito del Socorro Rojo Internacional, controlado por la Internacional Comunista, al que incluso recurrían algunas unidades militares anarquistas y al que estaban afiliados no pocos confederales, la CNT-FAI decidió lanzar su propia organización humanitaria. En el mes de abril la documentación interna se refería a esta futura entidad como la Sociedad de Amigos de la Revolución Española. El informe comentaba que “las organizaciones puramente anarquistas o anarcosindicalistas, no constituyen en ningún país, salvo en Suecia, una fuerza apta para este trabajo; estas organizaciones no representan más que una ínfima minoría de obreros y sus mítines no atraen más que el interés de pequeños grupos simpatizantes”. Aunque esencialmente cierto, esto último podría ser injusto para el esfuerzo real que hicieron las organizaciones libertarias, en especial las de Argentina, Estados Unidos, Francia y Uruguay. La CNT veía que el discurso oficial en el exterior era el de una guerra entre el fascismo y la democracia. Necesitaba de una mayor proyección de su ideario. Por eso requería de una nueva organización internacional que ampliase su base social.

El 27 de mayo se constituyó definitivamente esta organización, llamada Solidaridad Internacional Antifascista, SIA. Detrás de ella estaba el Movimiento Libertario Español. La SIA estaba planteada como organismo separado de las organizaciones anarcosindicalistas y sus secciones tenían que estar presididas por alguna personalidad destacada del movimiento anarquista. Y, por supuesto, no podía haber dentro grupos que hiciesen propaganda comunista.

Y a todo esto, la CNT en su Pleno Nacional de Regionales del 29 de mayo de 1937, indicó que la sede de la AIT debería residir en España, quedando en París un secretariado dependiente de la sede española. Ahí se lanzaba un órdago. A su vez, la AIT celebró un Pleno en París unos días después, el 11-13 de junio, con delegados de Suecia, Holanda, Francia, Italia, Polonia, Bélgica y Chile. La resolución pedía que la CNT “permaneciera fiel a los principios y doctrinas de la AIT”. La sección española se abstuvo, puesto que en esos días iba a pedir su reingreso en el gobierno (había salido del gobierno republicano tras los Hechos de Mayo). La ruptura estaba en el aire.

Planteamiento del conflicto entre la sección francesa y la española

Ahora trataremos el conflicto de intereses entre la sección francesa y la española dentro y fuera la AIT. El conflicto tiene una base ideológica: la sección francesa denunciaba que CNT había aceptado entrar en el gobierno de la República y al hacerlo había pisoteado los principios anarquistas más elementales. Por el contrario, la CNT defendía que entrar en el gobierno era defender la revolución social de sus oponentes contrarrevolucionarios. Pero también hay un trasfondo político en este conflicto, el control de la AIT por una u otra organización. Estos problemas se dirimían también en Francia de otras maneras.

En agosto de 1936, la Federación de Grupos Anarquistas de Lengua Española en Francia (que formaba parte de la FAI ibérica) propuso crear un comité unitario para apoyar la revolución española. La CGTSR, la Federación Anarquista Francesa y Union Anarchiste (UA) entre otras entidades menores, se unieron para crear el Comité anarcho-syndicaliste pour la défense et la libération du prolétariat espagnol.

Antes de nada, hay que decir que la UA había acordado, en su congreso de abril de 1936, favorecer el entendimiento con otras fuerzas de izquierdas para combatir el fascismo. Más tarde, ya durante la guerra española, sufrió una escisión por parte de un sector de militantes que se quejaban del excesivo obrerismo de esta organización específica. Esta escisión se constituyó como la Federación Anarquista Francesa, organización de síntesis anarquista.

El motivo final de la ruptura entre UA y CGTSR fue el mitin celebrado el 23 de octubre de 1936 en París ante 15.000 personas. Lo organizaba la UA y estaba presidido por su secretario, Louis Lecoin. En la tribuna participaron Magriñá, Travall y Mavilla por la CNT, Jaume Miravitlles por ERC y Julián Gorkin por el POUM. Pero también tomaron parte las organizaciones francesas: Jean Zyromski por la SFIO socialista, Josse de Jeunes y Léon Jouhaux por la CGT. Esta presencia horrorizó a la CGTSR. Aunque estaba invitado, Besnard declinó su participación en el evento. Desde el punto de vista de la UA este mitin era la conclusión lógica del proceso de creación de un frente revolucionario. En cambio, la CGTSR veía en Jouhaux su bestia negra, ya que fue impulsor de la “Unión Sagrada” de 1914 que se llevó a más de un millón y medio de franceses a la tumba en la Gran Guerra.

En definitiva, todo esto acabó provocando la expulsión de la UA del Comité Anarcho-syndicaliste. Así que ésta decidió crear por su cuenta el Comité pour l’Espagne Libre. Y este nuevo comité recibió el apoyo de la CNT-FAI en 1937. La CEL realizó numerosos actos en apoyo de la causa de la CNT-FAI, destacando el mitin de Federica Montseny y Joan García Oliver en París, en junio de 1937. En él defendieron la postura oficial de la CNT y unos militantes de la CGTSR presentes en el acto protestaron. Éstos a su vez fueron tratados de “fanáticos”. Además, en el mes de mayo desapareció la Sección francesa de la CNT por desavenencias internas entre los partidarios de cada sector.

En octubre, tras un congreso de la UA, la CEL se transformó en la sección francesa de la Solidaridad Internacional Antifascista, ampliándose a otros sectores libertarios, sindicalistas e incluso socialistas. Llegó a contar con 45.000 personas asociadas (otras fuentes dicen que 15.000) y sobrepasó ampliamente el público al que podía llegar el movimiento libertario francés. No pretendía ser una Cruz Roja, sino una organización humanitaria revolucionaria. Estaba presidida por Louis Lecoin, director de Le Libertaire y militante destacado de la UA.

Pero volvamos a España. En Valencia, el 17 de septiembre, el antes mencionado Pleno Nacional de Regionales del Movimiento Libertario de España (CNT-FAI-FIJL), llegaba a la conclusión que el Movimiento solamente contaba con sus propias fuerzas. No le iba a llegar apoyo sustancial de ningún país como para cambiar la correlación que sufría en su contra. Por ello, el Movimiento Libertario se sintió impulsado a hacer un cambio drástico de planteamientos, caminando hacia una mayor centralización y renunciando definitivamente al programa comunista libertario del Congreso de Zaragoza.

A partir de entonces la CNT-FAI-FIJL aparecieron defendiendo la República Federal Socialista y un socialismo corporativo y de base sindical. En su cuerpo teórico aparecía claramente el sindicalismo vinculado al nuevo modelo de estado, en lo que algunas ocasiones calificaban de “estado sindical”.

Es decir, al Movimiento Libertario Español ya no le aportaba demasiado el internacionalismo libertario, al contrario, le estaba dando problemas ya que éste daba alas a una oposición interna de carácter revolucionario (Los Amigos de Durruti, periódico Acracia, sectores de las Juventudes Libertarias, etc.) que cuestionaba las decisiones estratégicas y la forma de funcionar de los comités dirigentes del Movimiento.

Por ello, al aparecer grupos internacionales que compartían su estrategia de frente internacional antifascista y que le concedían su apoyo sin condiciones (tales como la FACA argentina, la UA francesa o la SAC sueca) la CNT-FAI apostó por profundizar en esta colaboración mediante la SIA.

Pero aún existía la AIT.

El congreso de la AIT de 1937

Del 6 al 17 de diciembre de 1937 tuvo lugar el Congreso Extraordinario de la AIT en París. Había diversas materias a resolver. Entre otras, valorar la actuación de la CNT española.

En este sentido, meses antes, en ese contexto de mal ambiente, el secretario Besnard había enviado a las secciones una circular en donde se hacían cinco preguntas. En ellas se puede observar un cierto grado de hostilidad:

1.- ¿Debe entregar la Secretaría de la AIT al Delegado de la CNT todas las cantidades recibidas para el fondo internacional antes del 11 de junio de 1937 y el 80% desde aquella fecha aún si los dirigentes no responden a las cartas de la AIT o si ellos informan que la CNT se separa de la AIT?

2.- En caso de retiro, ¿debe la Secretaría exigir que las cuotas que debe la CNT de los años 1936 y 1937 sean pagadas? La CNT no ha pagado ninguna cuota desde la fundación de la AIT.

3.- ¿Debe la Secretaría de la AIT considerar la existencia de una oposición dentro de la CNT? ¿una oposición que podría cambiar la orientación de la Central española y afirmar la adhesión de la CNT a la AIT?

4.- Si la CNT se retirase de la AIT, ¿Qué actitud tomaría entonces esta oposición en cuestión de las doctrinas, decisiones y principios de la AIT o en cuestión de las decisiones de sus Congresos y Plenos? ¿Debe la Secretaría, entonces, darle su apoyo pecuniario del fondo internacional de la AIT?

5.- Finalmente, ¿en caso que consideréis imposible responder a estas preguntas y si la CNT no responde a las cartas o informa de su retirada de la AIT, ¿debe esta secretaría convocar dentro de dos meses un congreso extraordinario de la AIT, el cual reemplazará al congreso ordinario de 1938, para discutir la situación creada?

La circular está fechada el 13 de julio de 1937. Por tanto, los meses siguientes presenciaron un intercambio de circulares de respuesta y contra-respuesta, con acusaciones veladas de unos a otros, y con la defensa de la SAC a la CNT.

Ante la afirmación de no haber pagado ninguna cuota a la AIT desde la fundación de la Internacional, la CNT se defendió sacando a la palestra su complicada historia, cargada de épocas de ilegalidad. Además, argumentaban en su favor haber donado 50.000 francos a la Internacional en abril de 1937, que fueron destinados a propaganda y difusión. Cierto es que esto era un donativo y no una cuota.

Ante esta circular, que insinuaba que la CNT iba abandonar la AIT, tanto la SAC como la CNT respondieron que esto era un asunto interno y que la AIT no debería inmiscuirse. De seguir así las cosas entendían que la AIT podría favorecer una escisión apoyando sectores de la oposición revolucionaria y esto no era lo que tocaba en ese momento. La CNT pedía un cierre de filas.

La CNT envió una circular de respuesta respondiendo al ataque. Lo más interesante del documento es que pedía el relevo de Besnard. En el intercambio de misivas de aquellas semanas previas al Congreso, cabe destacar una carta de Rudolf Rocker a Helmut Rudiger, en la que entendía como un desastre que la AIT le volviera la espalda a la CNT, cosa que implicaría la disolución de la Internacional. Pero ésta no estaba muy boyante por entonces: las únicas organizaciones que habían demostrado alguna actividad en la Internacional durante esos meses fueron la CNT, la SAC y la CGTSR.

En el congreso – según Peirats – estuvieron representadas directamente, además de la CNT española, la SAC de Suecia, la CGT de Portugal, la CGTSR francesa, la NSV de Holanda, la USI de Italia, la CGT chilena, la FAUD de Alemania, los Grupos anarcosindicalistas de Bélgica, la Federación Anarquista de Polonia, los Grupos anarcosindicalistas de la misma nación, y la FORA argentina. Mandaron adhesión la IWW norteamericana y la FORU del Uruguay.

Otro punto de interés en ese congreso era valorar la trayectoria de la sección anarcosindicalista polaca. Entrando un poco en este asunto, cabe mencionar que la organización sindical llamada ZZZ se había creado en 1931 a partir de la fusión de diversas iniciativas. También se habían adherido todos los sectores anarquistas y anarcosindicalistas del país, vehiculados a través de la Federación Anarquista Polaca. En sus primeros años (1930-1936) la mayoría de la organización era pro-gubernamental y nacionalista. Esto no supuso un problema. El sector libertario realizó tal trabajo interno que en 1937 ya se podía considerar la unión de sindicatos ZZZ como una organización lo suficientemente sindicalista revolucionaria como para integrarse en la AIT. Desde luego, esto fue una victoria muy inesperada, dado que la ZZZ contaba con 120.000 adherentes – o 170.000 según otras fuentes. Los podemos comparar con los 400.000 de la mayoritaria, central socialista. Como vemos, no estaban tan alejadas.

La sección belga, Centrale Unitaire Belge, contaba con solo 3.000 afiliados. Aun así, se mostraban quizás exageradamente optimistas y consideraban que el país vivía un momento pre-revolucionario, con una situación social explosiva debido a las huelgas generales. Otra de las adhesiones fue la Confederación del Trabajo Búlgara, impulsada desde la Federación Anarco-Comunista Búlgara, con mucho trabajo por delante. Su momento de gloria llegaría tras la Guerra Mundial. Por el contrario, se constataba la pérdida de la CGT mexicana. Siguiendo el camino contrario que la sección polaca, la sección mexicana cayó en manos del reformismo político y se acabó disolviendo en 1936.

En total, como hemos visto, el peso de la SAC, con 31.000 afiliados, y la ZZZ, elevaban el total de adherentes a la AIT fuera de España a cerca de 200.000. La CNT española, por su parte, se había convertido en un gigante. En el momento de máximo apogeo, en el verano de 1937, la CNT contaba con 1,7 millones de afiliados, según sus propios cálculos. La AIT en su conjunto ahora se aproximaba a los 2 millones.

El orden del día del Congreso Extraordinario comenzaba con una valoración de la trayectoria seguida por la CNT durante la guerra, desde el 19 de julio, y continuaba con la propuesta de un frente antifascista internacional. En aquellos días Italia había abandonado la Sociedad de Naciones.

Como hemos visto antes, la CNT española parecía estar a la defensiva, como esperando recibir los ataques de la CGTSR, fundamentados en la ruptura de los principios. Sin embargo, el Congreso aprobó el informe de valoración de trayectoria de la CNT. Rüdiger presentó un informe sobre España en el que se defendía la táctica de la CNT-FAI de participar en el gobierno. Como gustó tanto a los anarcosindicalistas españoles, en 1938 la CNT, por medio de Horacio Prieto, lo publicó como folleto bajo el título de El anarcosindicalismo en la revolución española.

Una vez aprobado el informe de la CNT, ésta fue mucho más allá. Presentó la propuesta de crear un Comité de Enlace con las demás internacionales obreras, establecer un pacto de no agresión entre ellas, convocar un congreso mundial de unificación para la salvaguarda de los pueblos democráticos y para apoyar la revolución española y otras naciones oprimidas atacadas por el fascismo internacional y para propagar el socialismo – se puede leer en Solidaridad Obrera (8 de diciembre) –. El Consejo Internacional resultante de esa unificación estaría facultado para colaborar con los partidos burgueses antifascistas para poder derrotar el fascismo. Esta propuesta era la concreción de la idea cenetista del Frente Antifascista Proletario Internacional, frente que se tendría que realizar con otras internacionales obreras con la intención de movilizar a las masas obreras contra la no intervención en España.

La ambiciosa propuesta fue aprobada a pesar de que – según como se interprete – se podría leer como una petición de fusión de las internacionales y por tanto la liquidación de la AIT. A primeros de 1938, cumpliendo el mandato del congreso, la AIT le envió una solicitud de colaboración en la lucha contra el fascismo a la Federación Sindical Internacional. La propuesta no llegó a buen puerto. La socialdemocracia no se acababa de decidir.

Otro de los asuntos a tratar era el funcionamiento del Secretariado. Hasta entonces éste se componía de un secretario general y dos secretarios adjuntos. Tenían un período de actuación de tres años y estos miembros no podían ser reelegidos. En 1937, la SAC propuso un comité administrativo que funcionase en una misma sede. La SAC se quejó de que, tras la dimisión de Galve, el secretariado de la AIT había quedado en manos de Pierre Besnard, con el que no tenían buenas relaciones, acompañado solo por Rüdiger. La SAC proponía un comité de cinco personas, que podían repartirse la carga de trabajo de forma más equitativa. Abría la posibilidad de reelegir a miembros del secretariado anterior, debido a la dificultad de encontrar militantes con la valía suficiente para el cargo.

El Congreso apoyó esa propuesta de establecer un Secretariado ampliado. En enero fueron elegidos Horacio Prieto y Manuel Mascarell por la CNT; Pierre Besnard, por la CGTSR; Helmut Rüdiger, por la FAUD; y, por la CGT portuguesa, Agostinho das Neves. Además F. Roca y Nemesio Galve serían delegados adjuntos, por la CNT. La SAC se extrañó de no contar con ningún representante. El plebiscito que decidió la composición definitiva se celebró el 31 de enero de 1938. Los cinco componentes eran: Prieto, Roca, Besnard, Rüdiger y das Neves. Sin embargo, Horacio Prieto dimitió nada más conocer el resultado, argumentando motivos de salud. Fue sustituido por Mascarell, que sería el secretario general interino hasta el futuro congreso ordinario. Sin embargo, Mascarell aún pasó un tiempo en España y Roca tampoco pudo ejercer. Así pues, el Secretariado volvió a estar ocupado por tres personas hasta la incorporación definitiva de Mascarell, que fue nombrado secretario general.

De alguna manera, el Congreso Extraordinario de 1937 sirvió para aliviar la tensión entre la CNT y Besnard. La CNT española salió completamente reforzada. Pero esto no implicaba recuperar la relación con la CGTSR. Uno de los puntos de fricción entre las organizaciones fue la utilización del Fondo de Socorro Internacional para costear la llegada de refugiados anarquistas que huían de España. La CNT no quería que se los atendiera puesto que huían de su responsabilidad o se trataba de gente que no respetaba la disciplina interna y no quería que recibieran apoyo.

Por último, otro de los proyectos congresuales fue la creación de la revista llamada Internacional, que tendría que ser dirigida por André Prudhommeaux, muy crítico con la línea gubernamentalista de la CNT-FAI. La revista vio la luz en junio de 1938, tras algunos retrasos, pero esta vez dirigida por un Rüdiger ya favorable a las tesis de la CNT española, como hemos visto. Éste incluso logró influir en (y atenuar) la línea crítica contra la CNT de Le Combat Syndicaliste, órgano de la CGTSR.

Mientras tanto la CNT estaba impulsando decisivamente la SIA. En los últimos meses de 1937 se crearon secciones en Portugal, Reino Unido, Suecia y en el Norte de África, además de Francia. Su método de constitución era similar en todas partes. Al frente se ponía una figura de prestigio y se constituía un comité. Luego se animaba a toda la gente libertaria y sindicalista a hacerse socia. En Gran Bretaña fue Emma Goldman quien se encargó, mientras que en Estados Unidos fue Rudolf Rocker. En el primer semestre de 1936 se crearon secciones en Argentina, Australia, Chile, México y Uruguay. Y más tarde en Estados Unidos, Países Bajos e incluso en China. Para primeros de 1939 la SIA había crecido hasta contar con 20 secciones. Era un éxito notorio.

El congreso de la AIT de 1938

Muchas de las decisiones del Congreso Extraordinario tendrían que refrendarse en un Congreso Ordinario programado para la primera semana de agosto. Sin embargo, la CNT española y la CGT chilena pidieron su aplazamiento y se programó para octubre de ese año. Ahora bien, antes de celebrarse tuvo lugar un conflicto que estuvo a punto de hundir la Internacional para siempre.

El 24 de septiembre, estando reunido Manuel Mascarell con el representante de la CNT irrumpieron en su despacho el secretario general y el tesorero de la CGTSR, Jacques Toublet y René Doussot, respectivamente. Después de excusarse, Mascarell les dio largas, haciéndoles esperar, ante sus airadas protestas. Al rato, Mascarell, Rüdiger y das Neves se reunieron con los delegados franceses. La causa de su visita era pedir urgentemente medios económicos para octavillas, carteles y un número de Le Combat Syndicaliste dedicado en exclusiva contra la guerra, incitando al pueblo a la revolución social. El secretariado pidió una hora para deliberar. Los delegados franceses demostraron impaciencia. Aun así, acataron la espera y salieron del local.

Tras este rato, se les entregó una carta que denegaba la petición por razones económicas. Además, indicaba que si se le concedía esta ayuda a la CGTSR otras secciones podrían argumentar lo mismo ya que todas estaban contra la guerra. El Secretariado había salido del local para redactar esta carta. Pero al volver a su sede, se encontraron con los delegados de la CGTSR en la puerta. Éstos leyeron esta carta inmediatamente, delante del Secretariado. Tras asimilar su contenido, los franceses la emprendieron a insultos y después se marcharon visiblemente molestos.

Por la tarde, Secretariado estaba reunido con un delegado polaco, André, por unos puntos sobre el Congreso de la AIT – a celebrarse el 24 de octubre. De pronto, se escuchó un gran alboroto. Unos 30 individuos irrumpieron en el local, capitaneados por los mismos Toublet y Doussot. En cuanto vieron a Mascarell, le dijeron “Esta mañana hemos venido una Delegación a pediros dinero, y como nos lo habéis denegado, ahora venimos una Comisión a exigirlo”. Mascarell les espetó que si querían dinero se lo pidieran a Besnard, que era el tesorero de la AIT. La tensión subió de tono con diversos intercambios de opiniones, a cuál más tenso. En un momento dado, Agostinho das Neves se levantó de la silla para reprocharles su comportamiento. En seguida se le echaron encima tres individuos, que le propinaron varios puñetazos y patadas, haciéndole rodar por el suelo. También recibió varios golpes el delegado polaco. A das Neves y a Mascarell los cogieron por la solapa y les quitaron sus carteras. El dinero que tenía Mascarell – 8.500 francos – se lo habían enviado diversos sindicatos internacionales para la CNT. A das Neves le sacaron otros 4.000 francos. Bajo coacción les hicieron firmar unos recibos con las cantidades como si las hubieran entregado de buen grado. Los atacantes se llevaron documentación diversa, destacando una carpeta con la correspondencia entre el secretariado de la AIT y la SAC sueca.

La protesta conllevó la ruptura temporal de relaciones, que incluso secundó Besnard tras su vuelta. No olvidemos que era el representante de la CGTSR ante la AIT. El secretariado dejó que escribiera él mismo la carta de protesta. Su misiva a la CGTSR es de total reproche moral, aunque les dejaba abierta la posibilidad de una reparación. La CGTSR respondió la carta diciendo que habían encontrado una carta en francés, entre la correspondencia de la SAC, en la que el Secretariado se mostraba a favor de la guerra. Sin conocer qué opiniones se vertían en ese documento, hay que poner sobre la mesa que en aquellos momentos en la República española se valoraba arrastrar a otros países hacia la guerra, para salvar así la situación española. Así que es posible que se tratase de opiniones en ese sentido vertidas por el Secretariado.

Cuando esta noticia llegó al Pleno Nacional de la CNT, la Regional Catalana pidió la expulsión de la CGTSR. La posición final de CNT fue exigirle a la CGTSR que Toublet y Doussot no pudiesen ejercer de secretarios y esperar si la central francesa lo cumplía o se solidarizaba con ellos. Tras las disculpas correspondientes la situación se recondujo y se evitó el desastre.

El Congreso de París, en sí, no fue muy resolutivo. Fue un congreso de declaraciones en contra de la guerra mundial, que ya se vislumbraba. Por aquellos días se había producido la partición de Checoslovaquia, lo cual era visto como una infamia ante la cesión de las potencias democráticas a los intereses fascistas. Respecto a España se declaraba el “respeto hacia el sacrificio del proletariado español y la oposición a la política de no intervención de las potencias burguesas, retomando la acción solidaria”. Apuntemos que criticar la “no intervención” es favorecer la intervención, y por ende la guerra.

Es interesante hacer notar que Solidaridad Obrera no publicó ninguna nota referente al Congreso de la AIT hasta el 10 de noviembre. Y lo hizo en un recuadro pequeño de apenas 11 líneas en la última página. Resulta significativo este desinterés con el que la CNT trataba en ese momento los asuntos de la Internacional.

Esta impresión se puede constatar por la publicación en aquellos mismos días en la prensa confederal de las resoluciones del Pleno Nacional del Movimiento Libertario de España. En él no hay una sola mención a la AIT y sí que hay varias al proletariado internacional. No sólo esto, sino que el Pleno le envió efusivos saludos a la CGT francesa y a las Trade Union británicas.

A primeros de noviembre, la CNT envió a Mariano R. Vázquez al congreso de la CGT francesa, en el que participó junto al secretario de la UGT, Rodríguez Vega. Recibieron un aplauso entusiasta de los 15.000 delegados presentes. Solidaridad Obrera cubrió este congreso en varios números y transmitía que esta CGT tenía tres líneas, una centrista (que defendía el Congreso de Múnich, que acababa de sellar el destino de Checoslovaquia) y dos izquierdistas: Vie Ouvrière, de carácter comunista, y, la otra, la de los “maestros” o del semanario Syndicats, que el corresponsal de Solidaridad Obrera (publicado el 15/11/1938) calificaba de “pacifista integral” representando a los “viejos sindicalistas” y que pedía la independencia total de la Confederación de todos los partidos políticos. Esta era la tendencia que apoyaban los afines al sindicalismo revolucionario. Aun así, el congreso apoyó la línea proclive al Frente Popular, defendida por centristas y comunistas. También se escucharon algunos discursos de apoyo a intervenir militarmente en España, que era lo que los enviados españoles querían oír. Pero esto quedaba en manos del gobierno francés, que nada hizo en este sentido.

La derrota republicana en la guerra de España en 1939 supuso el final de todo este período. El anarcosindicalismo español se dedicó a luchar por sobrevivir en los campos de concentración franceses o en los presidios y campos españoles.

Poco más tarde, nada pudo hacer la AIT ante la inminencia de la guerra europea. La guerra no se paraba con declaraciones ni manifiestos. En los primeros compases de la guerra Alemania invadió Polonia, quedando liquidada la sección polaca con ello, y en el primer semestre de 1940, Noruega, Dinamarca, Países Bajos y Bélgica, cayeron como fichas de dominó ante el empuje alemán. Todos contaban con pequeñas secciones de la Internacional sindicalista que desaparecieron.

Además, al poco de declararse la guerra, el gobierno francés ilegalizó todas las organizaciones que se oponían al conflicto bélico. Esto afectaba a comunistas y anarquistas por igual. Con este golpe la AIT quedaba desarticulada. A partir de ese momento, la sede del Secretariado Internacional se trasladó a Suecia, reducido ya a una oficina sin contacto real con las secciones.

En 1940 la AIT sobrevivía en países neutrales como Suecia y América Latina. Y en este último caso, languideciendo hasta su desaparición definitiva. En la postguerra la CNT española cambiaría drásticamente de orientación, llevando a cabo un ejercicio de revisión y balance que condenó su actuación de la guerra española. Este viraje dejaría a la SAC fuera de juego, con lo que comportaría en el futuro. Seguramente sin pretenderlo, la CNT española del exilio ocupó ese papel que antes había jugado la CGTSR.

Conclusiones

Tal como hemos podido leer, el Secretariado de la AIT tiene su importancia política interna. Según las personas que lo componen, éste podrá tomar una dirección u otra distinta. Así que su composición nunca fue un mero trámite en absoluto, si no que influía el desarrollo de toda la Internacional dado que siempre hay secretarios más proactivos que otros.

No deja de llamar la atención que el control de la AIT durante la Guerra Civil española estuviera en París, antes que en otros lugares. Las secciones española, polaca y sueca siempre fueron más fuertes que la francesa y, en cambio, permitieron que la sede de la Internacional residiera en el país galo. Quizás se debería a la centralidad histórica de Francia a nivel político, económico y cultural. Incluso se podría añadir que París era central a nivel geográfico, dada su ubicación en Europa, así como sus buenas comunicaciones. O quizás se debió a que fue la única sección que se ofreció en su momento, como tantas veces ocurre.

Sin embargo, la CGTSR no era una organización sindical al uso, sino que para entonces era más bien una organización política no muy distinta de las demás organizaciones específicas anarquistas, aunque con características sindicales. Sus rivales la descalificaban llamándola la CGT Sans-Rien (o la CGT “Sin Nada”). Otros libertarios (como la UA) se organizaban al margen de este proyecto y preferían sindicarse en la CGT mayoritaria y no perder el contacto con los trabajadores.

A la hora de la verdad la AIT contribuyó como pudo a la Revolución española, con una fuerza pequeña, pero nada desdeñable. Sin embargo, la sección francesa le intentó imponer una línea estratégica distinta a la que llevaba la sección española. Y lo hacía desde una realidad orgánica fundamentalmente distinta: la sección francesa era una organización política libertaria (con estructura de sindicato), siendo casi toda su militancia afín a una ideología, a unos análisis y unas prácticas comunes, mientras que la sección española era un movimiento de masas con distintas corrientes en su seno que afrontaba una guerra y una revolución y que, además, según su punto de vista, representaba los intereses la clase obrera española en su conjunto. Esta visión pesó decisivamente en su propuesta de frente antifascista internacional.

Este conflicto de intereses perjudicó a toda la AIT y eventualmente provocó que la sección española crease otra internacional al margen – de carácter humanitario, pero internacional, al fin y al cabo –, la SIA, apoyándose en sus organizaciones sindicales y específicas afines del ámbito internacional.

Entre unas cosas y otras, la CNT sintió que la AIT no servía a sus intereses y mediante la propuesta de frente antifascista de la sección española la AIT bien se pudo haber acabado integrada en la Federación Sindical Internacional. De hecho, ese interés podría deducirse al ver el acercamiento de la CNT a la CGT francesa mientras ignoraba la Internacional anarcosindicalista a finales de 1938.

La debilidad estructural acompañó a la AIT durante toda su andadura en este período de entreguerras. Las organizaciones anarcosindicalistas sufrieron divisiones, ilegalizaciones, ataques, participaron en huelgas e insurrecciones, siempre según el contexto. Prácticamente nunca gozó de estabilidad alguna. La Internacional sirvió para tener relaciones formales con el movimiento libertario de otros países, para recibir o enviar apoyo social y humanitario o para tener un lugar al que ir en caso de necesitar exiliarse.

Incidamos en este asunto. A falta de una internacional anarquista, para varias secciones, el relacionarse en la AIT era más una cuestión específica libertaria que sindical. En este caso podemos destacar que el movimiento libertario de esos años careció de una entidad orgánica específica de carácter internacional, como la que hubo en los tiempos de la Primera Internacional. Nos referimos a una orgánica que pudiera decidir estrategias, valorar tácticas, sistematizar un cuerpo teórico o generar corrientes de apoyo a las ideas libertarias en campos en los que el sindicalismo industrial no podría llegar. Precisamente la única coordinación internacional del momento fue la Federación Anarquista de Asia Oriental, que quedaba fuera del radar de un anarquismo demasiado eurocéntrico.

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