El cuerpo inerte de Landauer fue tirado a la lavandería en la prisión de Stadlheim en Múnich el 2 de mayo de 1919, había sido previamente golpeado, pisoteado y pateado hasta la muerte por soldados enviados desde Berlín; su delito fue defender la construcción del comunismo libertario y los consejos obreros en la República Soviética de Baviera. Este romántico revolucionario alemán fue uno de los escritores y pensadores libertarios más relevantes a inicios del siglo XX. Afirmaba que la revolución no era un punto concreto, sino un proceso que realiza un individuo comunitario, que sienta unas nuevas relaciones sociales.
Landauer, un autonomista cultural que confrontó a la socialdemocracia alemana.
Gustav Landauer nació en abril de 1870 en una familia judía, siendo hijo de un zapatero natural de la ciudad de Karlsruhe, estudió filosofía, historia del arte y lengua alemana; y desde 1893 comenzó a trabajar como periodista independiente. También fue conocido por traducir conjuntamente con su segunda esposa, Hedwig Lachmann, obras clásicas de William Shakespeare, Oscar Wilde o Walt Whitman al alemán. Pronto se vio atraído por la corriente política socialista, que tenía una gran fuerza en Alemania a finales del siglo XIX, siendo redactor del periódico Der Sozialist, y se convirtió en opositor de la vía socialdemócrata llegando de esa manera hasta una perspectiva autonomista.
En 1892 había entrado como miembro de la «Asociación de los Socialistas Independientes» y su citado órgano editor donde escribía ya algunos artículos críticos sobre temas políticos. Además, junto a otros compañeros del grupo de literatura «Los Jóvenes» (Die Jungen) fundaron el colectivo «Nueva escena popular libre» (Neue Freie Volksbühne), la política cultural es algo que le acompañará toda su vida. En la «Convención Internacional de Trabajadores Socialistas» de la II Internacional en agosto de 1893 en Zúrich, Landauer fue enviado como delegado desde Berlín defendiendo un socialismo anarquista.
Sin embargo, la resolución de esta convención aprobó la participación en las elecciones y la acción política en los parlamentos. La socialdemocracia en su empeño por establecer una vía reformista hacia el socialismo sentaba las bases ideológicas para bloquear cualquier acción organizativa del movimiento revolucionario que se estaba desarrollando. Los socialdemócratas alemanes reposaron sobre la ideología liberal sus planteamientos políticos, se convirtieron en un agente desactivador de la fuerza obrera y rompieron la cohesión de la lucha de clases que venía fraguándose.
Landauer sería arrestado por el delito de incitación a la desobediencia civil, y estuvo casi nueve meses en la prisión, regresando en 1895 a Berlín donde se integró nuevamente en la vida artística, literata y política. Escribió hasta el final de la década en Der Sozialist, tuvo una creciente orientación teórica y filosófica, muy atractiva para profesionales con acceso a la cultura, pero que impedían conectar con trabajadores de fábrica o del campo. En 1908 Gustav Landauer fundará la «Liga Socialista» (Socialistiche Bund), una decena de colectivos federados que proponían una alternativa a la socialdemocracia alemana estableciendo comunidades autónomas que llevasen el anarquismo a la práctica.
Durante los años previos a la Primera Guerra Mundial, Landauer ya era una figura destacada en círculos intelectuales, artísticos y políticos, sin embargo, no se dejará seducir por el entusiasmo general nacionalista que estalló en Alemania comenzada la contienda, y se marchó con su esposa a un pequeño pueblo cerca de la localidad de Ulm, donde en 1918 fallecería su mujer de una neumonía. Finalizada la guerra participaría de la República de los Consejos de Baviera como comisario de educación.
La Revolución alemana de 1918 y la traición del Partido Socialdemócrata.
La Revolución alemana de noviembre de 1918 no podría comprenderse sin dos procesos que estaban completamente imbricados, es decir, la crisis global del capitalismo burgués tras la Gran Guerra mundial desde 1914; y por otro lado, el movimiento obrero revolucionario organizado que vio en Rusia una vía de emancipación internacionalista. Solamente bajo esa óptica podemos enmarcar convenientemente los procesos que tuvieron lugar en Europa en esos años de movimientos revolucionarios organizados, tanto en Italia (Biennio Rosso) como en España (Huelgas insurreccionales en Catalunya) y en Alemania (Levantamiento Espartaquista).
En Alemania tras intensos años de guerra y la violencia soportada principalmente por las clases populares, junto con el impacto de la derrota y la lucha de clases más acuciante contra los aristócratas y burgueses que ostentaban el poder y cuyos intereses imperialistas habían conducido a esa contienda, hicieron estallar este proceso revolucionario con un gran potencial de victoria para el movimiento obrero organizado. El desencadenante fue el 29 de octubre de 1918 cuando parte de la flota de los marineros de Kiel se negaron a subir a los barcos desobedeciendo órdenes e iniciando una insurrección a la que se sumaron los obreros. En pocos días este movimiento revolucionario se extendió al resto de Alemania y se forzó la abdicación del Káiser Guillermo II el 9 de noviembre.
El SPD (Partido Socialdemócrata Alemán) se había dejado arrastrar por las ideas nacionalistas en los años previos, y había apoyado las acciones bélicas renunciando a huelgas y cualquier otra herramienta de lucha de clases. En 1916 se funda la Liga Espartaquista con Rosa de Luxemburgo y Karl Liebknecht, una organización comunista contra la guerra y en favor de la revolución socialista. Y es que la figura de Rosa de Luxemburgo fue muy interesante en sus críticas hacia el proceso revolucionario bolchevique. Será una huelga insurreccional de obreros la que se lance a un levantamiento general en Berlín el 5 de enero de 1919, y aunque la Liga Espartaquista no veía claro que fuera el momento oportuno, ya que se tenían bastantes factores en contra, apoyaron decididamente esta revuelta.
El SPD prometía a los obreros berlineses el pago de jornales y la mejora de las condiciones de vida con la ayuda financiera de emergencia que enviaría el presidente Woodrow Wilson de los Estados Unidos. Con ello quería paliar el descontento social y debilitar el entusiasmo revolucionario. Sin embargo, los objetivos revolucionarios fueron violentamente arrebatados en un contraataque desde el 9 enero de 1919 por la oposición de la dirección del SPD encabezada por Friedrich Ebert, quienes rechazaron el movimiento revolucionario y acordaron sellar un pacto con las élites afines al antiguo káiser. El SPD acordó una alianza con el Comando Militar Supremo Alemán, y con la colaboración de los Freikorps, fuerzas paramilitares anticomunistas, aplastaron violentamente el levantamiento en las calles de Berlín. Hubo intensos combates urbanos en la capital alemana durante varios días, donde los obreros no pudieron contar con una adhesión masiva a su causa, y los soldados alemanes acabaron por tomar sus posiciones siendo prisioneros o asesinados. La mañana del 15 de enero fueron detenidos tanto Rosa Luxemburgo como Karl Liebknecht y fusilados durante su traslado a prisión por orden del ultraderechista Waldemar Pabst. El aplastamiento de este levantamiento obrero provocó otras insurrecciones en el territorio alemán, concretamente en la de la República Soviética de Baviera se contaría con la presencia protagonista de Gustav Landauer.
Los consejos obreros de Baviera.
Esta República Soviética de Baviera coexistió en el tiempo prácticamente con el Estado Popular de Baviera, entidades ambas nacidas de la Revolución de Noviembre alemana de 1918 que provocó la caída del rey bávaro Luis III. El político Kurt Eisner, del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania se proclamó su presidente y fundó esa entidad que manifestaba defender la propiedad privada en última estancia. En enero de 1919 su partido parlamentario quedó en clara minoría, y Eisner fue asesinado por un nacionalista bávaro en febrero. Sin embargo, los acontecimientos que sucederían a este hecho con diputados que abrieron fuego mutuamente unos contra otros en el Parlamento de Baviera, llevó a quedarse sin un gobierno efectivo.
Se proclamó la huelga general insurreccional y se distribuyeron armas entre las clases populares, la Universidad de Múnich fue clausurada, y varios aristócratas fueron secuestrados. La situación era desbordante para el nuevo gobierno de coalición del socialdemócrata Johannes Hoffmann a lo largo del mes de marzo, y en la noche del 7 de abril se proclamaba la República Soviética de Baviera con el revolucionario alemán Ernst Toller en su presidencia. Se iniciaba de esta manera una breve andadura de un gobierno de consejos de trabajadores, campesinos y soldados, en el que el propio Gustav Landauer estaría como consejero de educación tratando de implementar sus tesis autonomistas libertarias.
Sin embargo, tan solo una semana después el leninista Eugen Leviné toma el control del poder, instaurando una línea estratégica bolchevique. Al día siguiente hubo un contragolpe protagonizado por la Sociedad del Thule, un grupúsculo protonazi, que es derrotado por los obreros en armas. Se inicia durante las siguientes semanas un conflicto militar en el que tropas alemanas de Freikorps avanzaron desde el norte para sitiar Múnich. El 30 de abril se ejecutaron en la ciudad a ocho rehenes aristócratas, y al día siguiente las fuerzas militares alemanas enviadas por el canciller socialdemócrata Ebert atravesaron las defensas de Múnich, desembocando en un combate urbano durante varios días en que murieron algo más de seiscientos defensores de la República Soviética Bávara.
Esta cayó siendo sustituida nuevamente por el gobierno de Johannes Hoffmann que se integró constitucionalmente en agosto de 1919 estableciéndose como Estado Libre de Baviera dentro de la República de Weimar. Se iniciaba un periodo de gran reacción derechista y conservadora en Baviera, que daría como resultado el gran ascenso social que tuvo pocos años después el nazismo en este territorio. Un avance político que no habría sido posible sin esta represión política ejercida por la socialdemocracia alemana, erigiéndose como un contundente enemigo de la organización revolucionaria. Landauer ponía en el centro el voluntarismo revolucionario como el verdadero motor de una transformación social y no la lucha de clases. Ese idealismo literario fue la principal fuente inspiradora de su visión social, y le llevó a pensar en los consejos obreros como una fuerza autónoma al margen de la organización política. La sustitución del Estado central por comunidades voluntarias federadas preconizaban un nuevo orden espontáneo que construiría la nueva sociedad.
Cuestionamiento a la propuesta estratégica autonomista de Landauer.
Hace tan solo un año, el escritor libertario Carlos Taibo, publicó en la editorial Catarata una recopilación de textos políticos de Gustav Landauer. En esta recopilación de textos, así como en la introducción al mismo, se hace patente la afinidad estratégica con el anarquista alemán. Es más, se podría decir que, con esta antología política, Carlos Taibo termina de consolidar su propuesta trazando una genealogía con uno de los pensadores del autonomismo libertario más destacados de la época dorada de las revoluciones.
Queremos acercarnos con honesto interés a la figura de Landauer y su pensamiento, por lo que nos preguntamos: ¿Cuál es la estrategia propuesta por Landauer para la emancipación social? Nos dice el propio anarquista alemán en el primer folleto, «¿qué quiere la alianza socialista?» de 1908:
“La Liga Socialista aspira a reunir a todos los hombres que deseen seriamente construir el socialismo. Se os ha contado que solo en un futuro lejano e incierto podrá sustituir la sociedad socialista a la explotación, a la proletarización y al capitalismo. […] Nosotros decimos: el socialismo no llegará nunca si no lo creáis vosotros. Hay, entre vosotros, quienes dicen que la revolución debe producirse para que el socialismo pueda comenzar. Decimos: hay que subvertir las cosas, y poner la cabeza en la cola. No esperemos la revolución para que el socialismo comience: comencemos a hacer del socialismo una realidad para que se abra camino la gran convulsión mundial.”
Es evidente que la propuesta autonomista asevera la posibilidad de construir el socialismo en los márgenes del sistema capitalista y, que será el crecimiento de este entorno socialista, la herramienta política con la que superar al capital. Básicamente en este párrafo se condensa la propuesta autonomista libertaria que ha llegado hasta nuestros días, pero hay más. En sus «Llamados al socialismo», Landauer contrapone dos modelos emancipadores, es decir, dos estrategias. En primer lugar, estaría la línea a la que él mismo se adscribe, y en la que busca también un referente, un principio de autoridad que encuentra en Proudhon, al que relaciona con la construcción económica del socialismo a través de la creación y federación de cooperativas y comunidades socialistas.
En el vértice opuesto nos plantea que estaría la opción política, aquella que considera que la construcción del socialismo libertario pasa inevitablemente por la destrucción del capitalismo y a la que Landauer va a definir como línea «política». Esta propuesta emancipatoria, que sería netamente revolucionaria, es también cartografiada en un árbol genealógico de las ideas directamente hasta Karl Marx. No es de extrañar que desde los posicionamientos estratégicos de la autonomía libertaria se realice esta operación: la revolución es vanguardista, marxista, autoritaria… sin embargo, esto oculta a la vez a toda una rama revolucionaria en el movimiento libertario que se puede cartografiar desde Bakunin hasta nuestros días, incluyendo posturas intermedias que combinan la lucha económica con la política entendiéndolas como indisolubles.
Es difícil saber si hace más de cien años era posible implementar efectivamente una estrategia autonomista que dividiese la realidad social entre dos modelos contrapuestos (socialismo vs capitalismo), y que de este enfrentamiento, a través de la ejemplificación de que nuestra idea es más justa y eficaz, se lograse doblegar y hacer languidecer al capitalismo. Lo que sabemos es que eso no pasó. Desde entonces la estrategia autonomista no nos ha abandonado, y a pesar de la constatación empírica de sus limitaciones ha resurgido con fuerza una y otra vez.
Hoy está presente en el colapsismo que nos anima a huir al campo y a sentarnos en nuestros porches comunitarios a contemplar el derrumbamiento del sistema, en las posturas de la «anticipación» que al menos están recogiendo las tácticas del sindicalismo libertario, o lo que es aún peor, están presentes en propuestas que reducen el anarquismo a un estilo de vida de resistencia individual. Hoy, desde esos mismos sectores, se vuelve a simplificar las propuestas revolucionarias e incluso acusarla una vez mas de autoritaria. Hoy el autonomismo reacciona ante las críticas que está recibiendo por parte de una juventud cansada de tropezar siempre en la misma piedra activando a todos sus pensadores y activistas que producen un discurso que aunque se pretende innovador no es más que la actualización no muy original del mismo planteamiento de siempre.
Ángel y Miguel, militantes de Liza.