Entrevista a O.S.L. Una alternativa socialista y libertaria para Brasil. Primera parte.

Entrevista con la Organización Socialista Libertaria (OSL) de Brasil por Embat, Organització Llibertària de Catalunya.

36 min. de lectura

A través de estos enlaces puedes acceder a la versión en portugués o en catalán de esta entrevista.

PARTE 1: LA OSL Y SU CONCEPCIÓN DEL ANARQUISMO

¿Cuál es el origen de la OSL?

Nuestra organización, aunque nueva, es heredera de una experiencia que se remonta a los inicios del anarquismo especifista en Brasil (mediados de la década de 1990). De hecho, el nombre que elegimos es una referencia a la antigua OSL, que, entre 1997 y 2000, fue el primer intento de formar una organización anarquista especifista a nivel nacional. La antigua OSL tuvo sus límites y acabó fracasando. Al final del proceso, sus militantes se dieron cuenta de que invertir en una organización nacional era “empezar a construir la casa por el tejado”. Decidieron dar unos pasos atrás y reorientar el proceso.

Por un lado, reforzar el trabajo de base, construyendo y participando en movimientos populares y luchas sociales, lo que se hizo fundando diferentes agrupaciones de tendencia de Resistencia Popular (organizaciones “intermediarias” entre la organización política y los movimientos de masas), que pretendían aglutinar a sectores libertarios de trabajadores e incidir en estos movimientos y luchas. Por otro lado, retomar la discusión a nivel ideológico, anarquista, creando un caldo organizativo que pudiera apuntar, a medio plazo, a esta organización anarquista nacional. Para ello, en 2002 se creó el Foro por el Anarquismo Organizado (FAO), que reúne a anarquistas que coinciden en dos prioridades: la necesidad de organizar a los anarquistas y la necesidad de un trabajo social (de base, de masas). 

Este proceso permitió el desarrollo del anarquismo especifista en Brasil. Ha habido colectivos y organizaciones que se han mantenido en el proceso, otros que han surgido y/o se han unido a él; pero también los ha habido que se han disuelto o se han separado. Sin embargo, en general, especialmente a partir de 2008/9, el FAO se ha establecido y ha logrado desarrollarse significativamente, consolidando una serie de iniciativas organizativas en diferentes estados de Brasil. Esto permitió un avance considerable, que culminó con la fundación de la Coordinadora Anarquista Brasileña (CAB) en 2012.

La idea de crear una coordinación era precisamente dar un paso organizativo y transformar el antiguo foro (un espacio de intercambio de información, experiencias, etc.) en algo con un poco más de organización y alineación. La coordinación era exactamente el término medio entre el foro y la organización política. Participamos activamente en este proceso durante los 10 años que estuvimos en la CAB; con él, pudimos avanzar en algunos alineamientos iniciales en términos de teoría y práctica.

La OSL nació en julio de 2023, de una fusión entre la Federación Anarquista de Río de Janeiro (FARJ, estado de Río de Janeiro), el Colectivo Anarquista Popular de Minas Gerais (COMPA, estado de Minas Gerais), Rusga Libertaria (RL, estado de Mato Grosso), la Organización Anarquista Socialismo Libertario (OASL, estado de São Paulo), así como individuos de diferentes regiones de Brasil. La OSL estaba formada por un sector con más o menos la mitad de la militancia de la CAB, que se desvinculó de la CAB por considerar que la coordinación había cumplido su papel y que era necesario dar un paso más.

¿Por qué se forma esta nueva organización comunista libertaria de tipo especifista?

En nuestra evaluación, el proceso de crecimiento que acabamos adoptando en Brasil (basado en la constitución y articulación de “grupos orgánicos”, como recomienda el proceso de Construcción Anarquista Brasileña desde la década de 1990), si tuvo la virtud de hacer avanzar geográficamente el anarquismo organizado a diferentes regiones y reunir a mucha gente, por otro lado acabó mostrando ciertos límites.

Este crecimiento, que se produjo en el contexto del FAO y del CAB, fue un tanto desorganizado y permitió la confluencia de colectivos y organizaciones que, además de coincidir con los principios anarquistas y especifistas, tenían muchas diferencias. Acabó estimulando una cierta autonomía local/regional en las organizaciones estatales, haciendo cada vez más difícil alinear y homogeneizar posiciones teóricas y estratégicas y avanzar hacia estructuras y líneas unitarias. Es obvio que la situación económica tuvo cierta influencia en este proceso, así como el desarrollo desigual que se produjo en las distintas regiones. Pero, a nuestro juicio, éste no fue el quid de la cuestión.

En el contexto de las discusiones para construir nuestra organización nacional (que siempre ha sido el objetivo del FAO y la CAB) y los conflictos internos que han surgido en torno a ellas, nos quedó claro, especialmente desde 2019, que había un escenario complicado en nuestra coordinación. Por un lado, había concepciones muy diferentes de la línea política (anarquismo, especifismo, teoría) y de la línea estratégico-táctica (programa, práctica política). Por otro lado, todo un sector con poco interés/intención en avanzar hacia la homogeneización y unificación, imprescindibles para la formación de una organización política. Además, incluso en los sectores que defendían este avance, a menudo había posiciones muy heterogéneas. 

Nos quedó claro que los caminos a seguir eran los siguientes. 1.) Mantener la CAB en la fase en la que se encontraba, sin avanzar hacia una organización nacional; solución que, tras 10 años de CAB, no nos parecía correcta. 2.)Insistir en este proceso de homogeneización y unificación, provocando la disputa interna en el seno de la CAB; lo que, a nuestro juicio, aumentaría enormemente el nivel de conflictividad, que ya era alto, y desde luego no atraería a determinados sectores. 3.) Proponer el cierre de la CAB y plantear nuestra propuesta organizativa; de esta forma, los militantes y organismos estatales que estuvieran de acuerdo podrían unirse a nosotros, y los que no, quedarían libres para construir otros proyectos.

Optamos por esta última vía porque no nos parecía correcto permanecer en ese estado organizativo ni invertir en una disputa interna que, en nuestra opinión, tardaría varios años en resolverse, nos haría replegarnos sobre nosotros mismos e intensificaría enormemente el nivel de conflicto interno (sin duda habría rupturas, escisiones, expulsiones, etc.). Todo ello, en nuestra opinión, sería muy negativo para nuestra militancia y nuestro trabajo social (sindical, comunitario, agrario, etc.) También contribuyó a esta elección el hecho de que nuestra regional de la CAB (Sureste – Centro Oeste) lleva funcionando como organización desde 2021. Fuimos unificando procesos, instancias, líneas, etc, y vimos en la práctica cómo esto no sólo hacía avanzar el proceso, sino que también facilitaba la organización diaria. En otras palabras, no sólo era posible, sino también ventajoso y deseable invertir en esta transición de la coordinación a la organización.

Ante el desacuerdo de la mayoría de las organizaciones estatales de la CAB de seguir el camino que proponíamos, decidimos separarnos en 2022. Salímos FARJ, COMPA, RL y OASL, y tratando de mantener una relación pública respetuosa con la CAB, comenzamos a construir la nueva organización, que ha sido articulada en diferentes sesiones de nuestro primer congreso (CONOSL). En términos muy generales, además de fundar la OSL, hemos alineado nuestra organización, nuestras líneas y proporcionado las condiciones para la nacionalización (presencia en todas las regiones de Brasil).

Nuestros centros y regiones han venido operando dentro de una única estructura nacional con la misma estructura organizativa y avanzando hacia la unidad ideológica, teórica, estratégica y táctica. Hemos partido de las referencias clásicas del anarquismo que sustentan el dualismo organizativo (del que el especifismo y el plataformismo son expresiones históricas) y hemos tratado de profundizar y actualizar nuestras concepciones. Estamos empezando a desarrollar de forma más significativa los análisis estructurales y coyunturales, nuestro programa de máximos y mínimos, así como otros elementos. Ya hemos iniciado nuestra expansión en la región norte-nordeste y en el sur del país.

Estamos muy ilusionados con este nuevo momento organizativo y con los avances que, aunque modestos, nos parecen muy consistentes, sobre todo teniendo en cuenta que la OSL sólo lleva un año de vida. También estamos muy motivados por otros aspectos relevantes, como el excelente clima interno y el crecimiento de nuestra obra social, de los que hablaremos más adelante. Sin duda, estamos seguros de que estamos contribuyendo a la construcción de una alternativa socialista y libertaria para Brasil.

Para quien no lo sepa, ¿qué es para vosotras el especifismo?

El especifismo es una expresión histórica del dualismo organizativo anarquista. Entendemos que, desde su aparición a finales de la década de 1860, el anarquismo ha desarrollado esta forma organizativa, el dualismo organizativo. Esto es exactamente lo que Mijail Bakunin defendió y lo que sustentó la Alianza, la primera organización anarquista de la historia. A lo largo de los años, militantes y organizaciones anarquistas han defendido esta forma organizativa, basada en la necesidad de que los anarquistas se organicen simultáneamente en dos niveles: uno político-ideológico, anarquista, y otro social, popular, de masas.

En su versión homogénea y programática de organización anarquista específica, esta tradición fue defendida por algunos de los clásicos. Tuvo sus orígenes en la Alianza (o “aliancismo”) y contó con dos grandes expresiones históricas. Una de ellas, inspirada en la “Plataforma Organizativa de la Unión General de Anarquistas”, redactada por el grupo Dielo Truda, que se ha dado en llamar “plataformismo”, cuyo impacto se dejó sentir entre los años 20 y 50, principalmente en Bulgaria, Francia e Italia, y que, entre los años 80 y 90, se extendió a países como Sudáfrica e Irlanda. Otra de estas expresiones, en la que la Federación Anarquista Uruguaya (FAU) tuvo un papel protagónico, es el llamado “especifismo”, cuyo impacto se sintió no sólo en Uruguay en las décadas de 1960 y 1970, sino en otros países sudamericanos como Brasil, Chile y Argentina, especialmente a partir de la década de 1990. 

Es importante abrir aquí un paréntesis. El término “especifismo” y sus variantes se utilizaron históricamente en Uruguay y otros países de habla hispana para referirse a los anarquistas que defendían la necesidad de una organización anarquista específica. Lo que hizo la FAU, sobre todo en el período que va de 1963-1964 (cuando sufrió una escisión interna) a 1973 (cuando fue diezmada por la represión militar), fue dar un significado más preciso a ese término, a partir de sus concepciones prácticas y teóricas. Esta línea fue retomada cuando se rearticuló a mediados de los años ochenta. La FAU llegó a esta concepción a partir de referencias como Bakunin, Errico Malatesta, los sindicalistas revolucionarios y los anarquistas expropiadores, junto con una reflexión sobre el imperialismo en América Latina estimulada, entre otros, por Abraham Guillén.  

La OSL reivindica este dualismo organizativo homogéneo y programático, de organizaciones que tienen una unidad de posiciones teóricas, ideológicas, estratégicas y tácticas. Nuestras principales referencias son el especifismo y el plataformismo, a los que consideramos legítimos herederos del aliancismo. También tenemos una referencia en el sindicalismo revolucionario, en términos de estrategia de masas, porque identificamos similitudes entre él y nuestra propuesta de organizar a las clases oprimidas y construir un proyecto libertario de poder popular. De esta forma, nos diferenciamos de las posiciones antiorganizacionistas, anarcosindicalistas (que generalmente fusionan organización anarquista y organización de masas) y de las formas más heterogéneas de organización anarquista específica, como el sintetismo (que se caracterizan por la pluralidad de posiciones políticas y programáticas).

Podemos explicar un poco mejor estas posiciones. Defendemos un concepto de anarquismo de masas, con el sindicalismo revolucionario como estrategia, basado en la construcción y fortalecimiento de los movimientos populares desde una clara línea de acción. Pero al mismo tiempo, defendemos la necesidad de una organización específicamente anarquista, basada en la construcción de una estrategia y un programa unitario de intervención en la realidad. Para nosotros, sólo a través de una organización los anarquistas pueden aumentar su poder de intervención en la realidad y fortalecerse en las disputas con otras corrientes políticas e ideológicas. Este es el dualismo organizativo que guía nuestra organización, alejada de concepciones individualistas, primitivistas, insurreccionalistas o libertarias post-anarquistas.

Vemos la organización anarquista como un partido basado en ciertos principios organizativos: autogestión y federalismo; unidad teórica e ideológica; unidad estratégica y táctica; responsabilidad colectiva y disciplina. Evidentemente es un partido que, precisamente por ser anarquista, no disputa el poder del Estado y no tiene rasgos autoritarios.

Para nosotros, el papel de la organización anarquista específica es: 1.) Articular la militancia anarquista, evitando la dispersión de fuerzas, porque por nosotros mismos no somos capaces de competir contra otras corrientes y organizaciones o influir en los movimientos populares con principios libertarios. 2.) Promover constantemente la lucha de clases y una perspectiva revolucionaria, porque creemos que los sindicatos y los movimientos sociales no se mueven espontáneamente en esta dirección. La organización anarquista es necesaria para fortalecer y radicalizar estas luchas, así como para defender y propagar nuestro programa entre las clases oprimidas. 3.) Acumular las experiencias de las clases oprimidas, porque hemos observado que en varias ocasiones hay pérdidas de acumulación de movimientos y luchas, especialmente en periodos de reflujo; y la organización anarquista puede garantizar que esta acumulación se conserve y se transmita. 4.) Construir un proyecto autogestionario de poder popular, de abajo hacia arriba y de la periferia hacia el centro, unificando los diferentes sectores (movimientos, luchas, etc.) de las clases oprimidas, basado en una estructura y una relación libertaria y complementaria con los movimientos y las masas. 5.) Elaborar una teoría que nos permita interpretar adecuadamente nuestro pasado y nuestro presente y elaborar un programa capaz de hacer avanzar nuestro proyecto político. Para ello, hemos avanzado en el desarrollo de un método de análisis que denominamos materialismo o realismo libertario, así como de una teoría social libertaria propia. Parte de estas nociones pueden encontrarse en el documento de nuestra organización titulado “Nuestros principios y estrategia general”.

¿En qué se diferencia este especifismo/plataformismo de otras ramas del socialismo?

Nuestro socialismo es libertario y, por lo tanto, difiere de las corrientes autoritarias, que pretenden conquistar el Estado (vía elecciones, reformas o revolución) y acaban continuando la dominación de las clases oprimidas (ya sea a través de la burocracia, de “alianzas estratégicas” con la burguesía, etc.). Nuestro socialismo es revolucionario y por eso se diferencia de las corrientes reformistas, que consideran las reformas en el capitalismo-estatismo como un fin en sí mismas o que creen que es posible alcanzar el socialismo a través de un conjunto acumulativo de reformas limitadas.

Nuestro socialismo es también profundamente clasista e internacionalista. Por tanto, difiere de las concepciones que afirman que ya no es posible hablar de clases sociales o sostener una perspectiva basada en la lucha de clases; también difiere de las posiciones que afirman que la clase es “una opresión más” o que la tratan sólo en términos de identidad de clase. Para nosotros, la relación entre clases es estructural, y cuando abordamos la nacionalidad, el género, la sexualidad, la raza, la etnia, etc. siempre lo hacemos desde una perspectiva de clase. Nuestro socialismo también difiere de las diversas formas de nacionalismo: étnico-racial, religioso, territorial, anticolonial/imperialista, etc.

Como se ha dicho, defendemos el anarquismo de masas y, por lo tanto, apoyamos la necesidad de organización (frente a los anti-organizacionistas), la necesidad de luchar por reformas que apunten hacia un proyecto revolucionario (frente a los que se oponen a las luchas por reformas), y la necesidad de formas avanzadas de lucha que estén vinculadas a las luchas de masas (frente a los que consideran los actos de violencia como detonantes para movilizar a las masas).

En el debate organizativo anarquista, somos dualistas organizativos y por tanto nos diferenciamos de los que sólo organizan a nivel de masas, de los que quieren circunscribir los movimientos populares al anarquismo o de los que creen que con un colectivo u organización anarquista es suficiente. Apoyamos el modelo homogéneo y programático de organización anarquista específica, basado en la unidad, que históricamente se ha expresado en el especifismo y el plataformismo, diferenciándonos del modelo heterogéneo de síntesis. Como defendemos que la organización anarquista es autogestionaria/federalista y que debe tener una relación complementaria y no jerárquica con los movimientos populares, nos diferenciamos de los partidos leninistas.

En términos teóricos, nuestro materialismo/realismo libertario difiere de los planteamientos marxistas, neopositivistas o posmodernos/postestructuralistas. A continuación hacemos algunos breves contrapuntos, pero volvemos a recomendar a los interesados que lean el documento “Nuestros principios y estrategia general”. Podemos decir que hemos intentado evitar la tentación contemporánea de combatir el marxismo con el postmodernismo y viceversa, un rasgo que desgraciadamente identificamos en casi toda la izquierda. Estamos construyendo una teoría social libertaria basada en autores anarquistas clásicos y contemporáneos, evitando caer en esta trampa.

Por un lado, creemos que es esencial superar los límites y resolver las contradicciones del marxismo. Por otro lado, también pensamos que es importante evitar los enormes problemas y malentendidos del postmodernismo, que ha avanzado globalmente con la adopción del liberalismo progresista por una parte considerable de la izquierda. Queremos afirmar la importancia de la ciencia crítica y de la razón, y también de conciliar, sobre una base de clase, el debate sobre la nacionalidad, el género/sexualidad y la raza/etnia. En breve tenemos la intención de publicar material que, además de explicar con mayor profundidad nuestras posiciones teóricas, explique también sus diferencias con el marxismo y el posmodernismo.

Aparte del anarquismo, ¿qué otras experiencias históricas de lucha de los pueblos de Brasil y América Latina inspiran a la OSL?

En primer lugar, no debemos olvidar que somos una organización internacionalista. En la medida en que el capitalismo-estatismo es un sistema internacional y global, nuestra propuesta debe seguir también esta perspectiva. Por eso el anarquismo organizado, especifista y plataformista, tiene un proyecto internacional y global, y tiene referencias teóricas y prácticas también internacionales y globales.

Pero dicho esto, queremos decir que el hecho de que nuestra organización esté ubicada en América Latina en general, y en Brasil en particular, significa que sin duda nos inspiramos permanentemente en las movilizaciones y resistencias de nuestra región. Tenemos una enorme tradición de movimientos y luchas que han involucrado a trabajadores, esclavizados, campesinos, indígenas, quilombolas, mujeres y otros sujetos. Se trata de una amplia experiencia de las clases oprimidas, que comenzó ya en la época de la colonización y continúa hasta nuestros días. A continuación mencionaremos algunos de estos movimientos y luchas que nos han inspirado día a día.

En Brasil, hubo varias organizaciones y confederaciones indígenas que lucharon contra el Imperio portugués, como la Confederación de los Tamoios (1557-1567), cuando los tupinambás organizaron un proceso insurreccional contra la ocupación portuguesa de la región costera entre Bertioga y Cabo Frío. También podemos mencionar el Quilombo dos Palmares (1597-1695), un territorio autoorganizado que contaba con más de 20.000 habitantes, entre africanos libertos, indígenas y blancos aliados, en lo que hoy es el estado de Alagoas. Duró casi cien años y liberó a otros pueblos esclavizados y dominados; luchó contra los mayores imperios de la época (Portugal y España) e inspiró otros procesos de resistencia a la esclavitud y la colonización.

En general, también hay que recordar los levantamientos indígenas en toda América Latina. No se limitaron a un deseo de independencia nacional y estatal, sino que perseguían la autoorganización de diversos pueblos. Ejemplos de ello son la resistencia de Túpac Amaru en el siglo XVI y la de su descendiente, Túpac Amaru II, en el siglo XVII. Además de la tradición de la Revolución Haitiana (1791), en Brasil también se produjeron diversas luchas indígenas, campesinas y abolicionistas contra la esclavitud. Una de ellas fue Canudos (1896-1897), otro territorio autoorganizado de Brasil, que luchó contra el hambre y las malas condiciones de vida en el interior del estado de Bahía. Estaba liderado por Antônio Conselheiro y, a pesar de las contradicciones, especialmente el carácter mesiánico de su líder y el discurso religioso, organizó un territorio comunal con más de 25.000 personas, representando una amenaza para el orden del Imperio y la futura república.

Las luchas abolicionistas contra la esclavitud de los negros, que culminaron con la abolición en 1889, y algunos episodios de confrontación más radicalizada, como la Revolución Mexicana (1910-1913), en la que los anarquistas desempeñaron un papel destacado, la lucha por la independencia de Cuba y la lucha contra la ocupación española de Marruecos, fueron y siguen siendo importantes para los anarquistas brasileños.

Otra fuente fundamental de inspiración fue la experiencia del sindicalismo revolucionario y del anarcosindicalismo en América Latina a principios del siglo XX. Los anarquistas fueron fundamentales en la construcción de estas formas de sindicalismo en países como Brasil, Argentina y Uruguay, proponiéndose organizar a los trabajadores desde la base y fomentar su acción directa para conquistas inmediatas contra el capital y el Estado, al tiempo que construían un camino hacia la transformación revolucionaria de estas sociedades. Dentro de este movimiento, las mujeres desempeñaron un papel destacado en diferentes lugares. Tanto en las articulaciones y confrontaciones de clase, como en las luchas que implicaban cuestiones femeninas, que fueron las responsables de promover la necesidad de la emancipación de la mujer en la sociedad y en el propio movimiento.

En Brasil, este sindicalismo revolucionario impulsó tres importantes ciclos huelguísticos: 1906-1907, 1913-1914, 1917-1920. Este último ciclo incluyó movilizaciones centrales como: la Huelga General de São Paulo (1917), la Huelga General de Curitiba (1917), la huelga de los trabajadores de la Companhia Cantareira y de la Viação Fluminense (1918), la Insurrección Anarquista de Río de Janeiro (1918), la movilización de la Unión de los Trabajadores de la Construcción Civil (UOCC) y la conquista de las ocho horas para toda la categoría (1919), el nacimiento de la Federación Obrera de Minas Gerais (1920) y la realización del Tercer Congreso de los Trabajadores (1920); También hubo protestas y movilizaciones de masas en Pernambuco, Bahia, Rio Grande do Sul y otras partes del país.

Estas movilizaciones reunieron a miles de trabajadores y conquistaron los primeros derechos laborales en Brasil. Durante este periodo, varios puertos y fábricas fueron tomados mediante procesos insurreccionales. La primera organización sindical nacional fue la Confederación Brasileña de Trabajadores (1906), influida por organizaciones anarquistas y feministas como la Alianza Anarquista (1916), el Partido Comunista Anarquista de Brasil (1919) y la Liga Comunista Feminista (1920).

Más recientemente, se pueden mencionar otras experiencias latinoamericanas. Desde la lucha contra la dictadura militar en distintos países latinoamericanos, especialmente en Uruguay con la FAU -que asumió un proceso radicalizado de lucha a través de una rama armada (Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales, OPR-33) y una rama de masas (Tendencia Combativa / Convención Nacional de Trajadores, CNT), que fueron profundamente influyentes- hasta innumerables movilizaciones de campesinos, trabajadores rurales y urbanos que tuvieron lugar en nuestra región. Desde las revueltas del pueblo mapuche hasta los zapatistas en Chiapas, México.

En la década de 1990-2000, los anarquistas de Brasil hablaban de un proceso de “radicalización democrática” y de una “lucha popular prolongada”. Cómo valoráis estos conceptos en la actualidad?

Son conceptos muy relevantes en este periodo que mencionáis y que se han incorporado a nuestra propuesta teórica.

Cuando hablamos de “radicalización democrática”, esto resume, en otras palabras, nuestra concepción de la socialización generalizada, nuestra propia concepción del socialismo. Esta concepción difiere de la noción de que el socialismo sólo significa la socialización de la propiedad privada de los medios de producción. Por no hablar de que, a lo largo del siglo XX, un enorme sector de socialistas “transformó” acríticamente la socialización en nacionalización (que son nociones completamente diferentes), el hecho es que esta radicalización democrática significa, en nuestra corriente, una socialización que implica los ámbitos económico, político y moral-intelectual (cultural). Radicalizar la democracia significa poner en práctica la autogestión en términos económicos (el fin de la propiedad privada y el establecimiento de la propiedad colectiva), políticos (el fin del Estado y la toma de decisiones políticas establecidas por organizaciones de base) y culturales (el fin del monopolio de la producción y difusión del conocimiento y la información y su consiguiente socialización).

Cuando hablamos de una “lucha popular prolongada”, nos referimos a algo relevante para nosotros: el hecho de que una transformación social revolucionaria como la que estamos dispuestos a promover no es un proyecto a corto o medio plazo. Creemos que no hay atajos para ello. Hemos visto cómo las revoluciones del siglo XX intentaron atajar este proceso y no hicieron más que sustituir la dominación burguesa por la dominación burocrática, continuando la sociedad de clases, la dominación, la explotación, etc. Este proceso de transformación socialista y libertaria que queremos impulsar es algo que hay que construir día a día, paso a paso, y para ello es imprescindible tener paciencia revolucionaria. En general, usamos una metáfora cuando hablamos de esto: estamos corriendo una maratón y no tiene sentido correr adelante sólo para abandonar al poco tiempo; tenemos que ser capaces de durar en el tiempo y garantizar la victoria de las clases oprimidas al final.

Hoy, aunque se habla mucho de colonialismo e imperialismo, no se habla tanto de Liberación Nacional. Teniendo en cuenta que el anarquismo especifista de los años 60-70 hablaba de revolución social y nacional al mismo tiempo, ¿cómo valoráis hoy este tema?

Este es un tema interesante. Cuando estudiamos el anarquismo y nos alejamos del eje del Atlántico Norte (Europa Occidental y EEUU), en el que se han centrado casi exclusivamente los historiadores del anarquismo, encontramos una larga tradición de luchas anticoloniales, antiimperialistas y de liberación nacional. La cuestión nacional siempre ha estado cerca del corazón de los anarquistas de los países periféricos, que la han tratado, en la mayoría de los casos, de forma coherente. Han defendido líneas teóricas y prácticas libertarias, revolucionarias, clasistas e internacionalistas. 

Así ocurrió en diversos contextos. Por ejemplo, en la Ucrania revolucionaria (1918-1921), cuando los majnovistas tuvieron que enfrentarse al imperialismo austro-alemán; en la Manchuria/corea revolucionaria (1929-1932), cuando los anarquistas se vieron obligados a luchar contra el imperialismo japonés; en el Uruguay anterior a la dictadura militar de 1973, cuando la FAU tuvo que enfrentarse al imperialismo estadounidense.

Hoy tenemos un panorama interesante. Una parte del anarquismo (y de la propia izquierda) en el eje del Atlántico Norte sigue minimizando la cuestión nacional y, especialmente en el caso de los anarquistas, confundiendo las luchas de liberación nacional con el nacionalismo. Por otro lado, hay una influencia creciente (curiosamente, a menudo debido a la influencia de EEUU y Europa Occidental) de perspectivas teóricas decoloniales, postcoloniales y otras que, si bien por un lado hacen críticas certeras al eurocentrismo, por otro lado caen a menudo en el postmodernismo, los nacionalismos y acaban teniendo una influencia restringida en términos prácticos.

Para nosotros, todo esto queda claro cuando analizamos el genocidio que el Estado de Israel está promoviendo actualmente contra la población palestina. El sionismo que subvenciona el gobierno israelí es una doctrina colonialista y racista, y estamos asistiendo en tiempo real a una masacre sin precedentes que debe ser denunciada y combatida con toda la fuerza necesaria. Por supuesto, esto no es una crítica al pueblo judío, ni una forma de antisemitismo, ya que entre los judíos ha habido y hay otras doctrinas opuestas al sionismo, y muchas de ellas se están posicionando en contra del actual genocidio. Lo curioso es que muchos de los que adoptan posturas decoloniales, postcoloniales, etc. callan ante lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza y Cisjordania.

Tenemos que retomar esta tradición anarquista anticolonial y antiimperialista en todo el mundo. Esto será importante para combatir no sólo el sionismo israelí, sino también el imperialismo estadounidense. Entre otras cosas, también hará que los anarquistas mejoren sus análisis y posiciones sobre la guerra entre Rusia y Ucrania. Por ejemplo, ha sido común en la izquierda mundial (e incluso en sectores del anarquismo) asumir las posiciones del imperialismo norteamericano en la región y defender acríticamente a Ucrania; y también apoyar acríticamente los intereses imperialistas de Rusia en la región, ya que esto sería una forma de socavar al imperialismo norteamericano….

En definitiva, es necesario volver a la tradición anarquista anticolonialista, antiimperialista y de liberación nacional, que permita comprender la realidad y adoptar formas de intervención política basadas en presupuestos libertarios, revolucionarios, clasistas e internacionalistas.   

Embat Organització Libertària de Catalunya.

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