El especifismo ante sus críticos

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Ni asamblea paralela ni cooptación, organización estratégica: Respondiendo a las críticas volcadas sobre el especifismo.

El anarquismo especifista defiende la necesidad de una organización teórica, estratégica y táctica bajo el prisma del socialismo libertario. Una organización ‘específicamente anarquista’, de ahí el término acuñado de especifismo. Un punto de encuentro entre afinidades del anarquismo social y organizado para incidir en los frentes de masas o ‘frentes amplios’. Todo esto bajo una estrategia conjunta con un programa definido. Por eso utilizamos el término ‘dualismo organizativo’. Porque la organización especifista no se entiende si no se orienta hacia las diferentes luchas populares. La organización específica apuesta por crear, dentro de esos frentes, el germen revolucionario o proporcionar una base sólida frente a las oscilaciones en la conflictividad social y los ciclos políticos.

La mayoría de las críticas hacia el especifismo lo acusan de ‘entrismo’, asambleas paralelas, poder oculto de una minoría coordinada o praxis desleal hacia los espacios amplios donde esas militantes participan. Es una sospecha que entendemos legítima pero que, creemos, si se hace desde la honestidad y la preocupación real, esa suspicacia se debe a que no se termina de entender cuál es el fondo de la propuesta. El anarquismo especifista defiende la idea del poder popular. Esta idea entiende que la revolución llegará a través de las propias masas proletarias organizadas. Cree firmemente que esas clases populares han de ser los propios protagonistas y sujetos de la revolución. Apuesta por el proceso autogestionario de dichas luchas, en las cuales se levanten estructuras populares sostenidas en la participación activa de una amplia mayoría y en mecanismos democráticos de decisión. La práctica concreta del especifismo es hacer de esos frentes de masas elementos de aprendizaje y participación popular. Por lo que no tiene sentido, desde esta propuesta, ejercer el control de ningún espacio amplio ya que la organización especifista no es un fin en sí mismo. Rehúye de las tesis vanguardistas y entiende que el militante comunista libertario ha de estar inserto dentro del pueblo y de sus luchas, ni por encima ni ‘en la sombra’.

Por otro lado, sabemos que no todo el mundo es anarquista ni siquiera, dentro del propio espacio libertario existen consensos amplios en torno a la acción política. La organización anarquista es un espacio de afinidad para aquellas que entendemos indispensable la estrategia, los análisis de coyuntura y la formación. También, puesto que nos sabemos herederas de la tradición socialista, entendemos que en conjunto vamos a pensar mejor y renegamos de las individualidades anarquistas, las cuales creemos desviaciones liberales de las últimas décadas.

Volviendo a la idea de poder popular, mucha de la praxis concreta que tiene el anarquismo especifista, en lo concreto, es lograr que los frentes de masas sean participativos y democráticos. Esto es, además, señalar la existencia de otros grupos políticos dentro de esos frentes con los que habrá que entenderse y, en otros casos, confrontar. La praxis sobre esos frentes es proporcionales herramientas efectivas de organización y acción. Ser sujetos activos dentro de esas luchas y evitar que esos frentes sean desactivados por tendencias institucionales y/o vanguardistas. Es decir, la organización estratégica busca todo lo contrario a la cooptación o al entrismo. Intenta organizar y radicalizar a las masas populares bajo la propia voluntad de estas, entrenando esa capacidad de lucha y ese deseo de liberación.

Una de las bases fundamentales del anarquismo es la ‘política prefigurativa’. Esta defiende que los modos de organización y tácticas realizadas han de reflejar con exactitud el futuro de la sociedad que se busca. Esto atraviesa a nuestros modos de organización, de acción y a un código de ética militante. Donde no distinguimos fines y medios. Creemos que el medio ya de por sí es un mensaje cargado de significado y no queremos construir un mundo nuevo engendrando los males endémicos del actual. Por eso el especifismo tiene su código ético bien claro. Donde prima la transparencia, la claridad en el mensaje y comunicar con honestidad las intenciones que se buscan. Las estrategias de entrismo o cooptación suelen estar tapadas por estratagemas poco éticas como el control de determinados grupos de trabajo por una minoría organizada desde fuera, toma del poder formal e informal y/o el uso de mensajes ambiguos que no desvelen las intenciones reales. Entendemos que el vanguardismo engendra una futura sociedad de clases dirigida por una élite burocrático-intelectual y, por tanto, su remedio es la participación popular de una mayoría obrera bajo los marcos del confederalismo y el control socializado de la producción. Generando así una institucionalidad amplia que no pueda ser tomada por una minoría de privilegiados e intelectuales.

Dicho todo lo anterior, la organización especifista también puede llegar a ser un punto de referencia y escuela militante para mucha gente desorientada en la inmensidad de la lucha política. Supone, además, un espacio de mentoría y de aprendizaje conjunto. Muchas hemos empezado huérfanas de referentes políticos y desorientados sin contexto histórico previo. La organización ha de ser un sitio que canalice la inteligencia colectiva hacia una estrategia coherente. Donde mucha militancia joven encuentre refugio teórico y analítico. Un sentimiento compartido de muchas militantes ha sido la frustración, la sensación permanente de no avanzar y la ausencia de un punto de referencia. Tenemos que encontrar espacios donde subsanar esas carencias.

Por otro lado, y mirando hacia el sindicalismo revolucionario (SR), existe un debate bastante entendible con respecto a la existencia de la organización específicamente anarquista. Puesto que el SR entiende al sindicato como la estructura que conforma la síntesis entre organización política y frente de masas, acabando con esa diferenciación. Es la organización que sustituirá al Estado como administrador de la sociedad hasta la llegada del comunismo último. Apostamos formalmente por esta apuesta política y su estrategia, pero, con todo esto, no nos parece contradictoria la existencia de una organización donde se encuentren militantes del espectro anarcosindicalista para establecer una coherencia estratégica, compartir experiencias de lucha y tener debates teóricos más allá de los espacios sindicales. El SR es la materialización popular de la clase trabajadora constituida en sindicato. Aquella que pone su fuerza hacia el control efectivo de la producción. El problema es que, muchas veces, cuesta enganchar militancia joven hacia el anarcosindicalismo porque no encuentra su espacio. Dada su situación material o por ausencia de formación teórica, encontramos muy difícil el relevo o la suma de un núcleo militante más amplio por la dificultad que implica el trabajo sindical. La organización anarquista también puede ser el espacio donde formar y mejorar a los militantes anarcosindicalistas del futuro. Con capacidad analítica, estratégica y de trabajo efectivo. Como se ha expuesto anteriormente, un lugar que sirva de escuela política para muchas personas políticamente desorientadas.

En un contexto donde los árboles no nos dejan ver el bosque, la organización política anarquista debería ser el monte donde subir para vislumbrar el paisaje. Un lugar que genere la base revolucionaria sólida para los diferentes frentes, que los interconecte y que engrase al anarcosindicalismo con militancia pragmática y formada. Entendemos que sobran razones para ello y celebramos estos debates organizativos. Demuestran que el espacio libertario vuelve a cobrar vida después de muchos años de estancamiento teórico, sectarismo, desorganización y activismo puramente estético. La tarea por delante sigue siendo bastante grande, pero no por ello es menos ilusionante.

SrgHkBk, militante de CNT

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