El interés por el gas en la costa de Gaza

"El acceso a estos recursos, así como su control y producción, son elementos clave para ver qué bloque se quedará con la hegemonía mundial"

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El gas también está detrás del ataque del estado sionista de Israel a Palestina. En un contexto en el cual los recursos energéticos comienzan su declive, controlar los yacimientos que aún quedan por explotar, o que han comenzado su explotación hace pocos años, y, por tanto, están lejos de su pico de extracción; es fundamental para garantizar la posición estratégica de los estados. Para comprender el contexto actual, no podemos pasar por alto que el orden mundial impuesto por occidente, con EE.UU. como líder del bloque, está comenzando a resquebrajarse. Los BRICS+ , el conjunto de países que se oponen a los caprichos de occidente, se están reforzando cada año mediante acuerdos comerciales, políticos y militares. Una parte importante de los países que pertenecen a este nuevo bloque geopolítico controlan una gran cantidad de recursos energéticos, minerales e industriales; lo cual los convierte en una amenaza real para la hegemonía de occidente. En este nuevo orden, el control de los recursos energéticos resulta ser un pilar fundamental ya que la producción industrial y el sostenimiento de los estándares de vida y de consumo depende, en gran medida, de ello. Esto explica, en parte, tanto la guerra en Ucrania como el genocidio en Gaza.

Para comprender esta vinculación es necesario un breve repaso al momento histórico en el que nos encontramos. Tras la caída del patrón oro en los ’70, la economía comienza un proceso de desmaterialización —como a los economistas neoliberales les gusta llamar—. Este concepto puede inducir a error, puesto que no es posible, por definición, extirpar la economía de la materialidad de la vida en el planeta. Lo que planteaban con este concepto ambiguo era desligar el capital financiero del lastre de su equivalencia relativa a las reservas de oro de los bancos centrales y de los estados. Tras este movimiento, el dinero se respaldaría sobre sí mismo mediante la emisión de deuda. Este paso lo ejecuta EE.UU. quien controlaba, en aquel momento, las transacciones del comercio mundial y que dio el golpe de mano definitivo para apuntalar este nuevo sistema tras la firma del acuerdo del petrodólar con Arabia Saudí —no olvidemos que fue tras el bloqueo de la producción de petróleo por parte de la OPEP como boicot al ataque de Israel en la guerra del Yom Kipur contra países árabes—. De esta manera, el bloque de occidente, se levantó a nivel mundial como el agente mediador del comercio mundial y, en consecuencia, ligó la economía mundial al dólar. Por este motivo, es tramposo el concepto de desligar la economía de la materialidad, lo único que habían hecho, en efecto, fue desligar el capital financiero de las limitaciones de las reservas de oro y conectarlo con la producción mundial de combustibles y su comercio. Así, EE.UU. y occidente conseguían controlar, de facto, un pilar fundamental para la producción mundial de mercancías, además del sostenimiento de los estándares de vida; controlaban los recursos energéticos no renovables del planeta. Habían ganado otra herramienta más para someter a los pueblos rebeldes que no se alineasen o se dejasen imponer sus condiciones. Sin embargo, este equilibrio global lleva años tambaleándose y alterándose. El motor de este desajuste es la creación de los BRICS —aún sin el +, ya que por entonces solo eran miembros Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica—.

Con la aparición de este nuevo bloque geopolítico, las relaciones mundiales que imponía la globalización impulsada por occidente se pusieron en cuestión y comenzaron a desarrollarse nuevos acuerdos comerciales y políticos de cooperación. Esto último, la cooperación, es un pilar fundamental dentro de este nuevo bloque, algo que lo diferencia radicalmente del bloque occidental, donde el criterio que ha moldeado las relaciones internacionales ha sido el control y la subordinación.

La cuestión es que nos encontramos en un punto en el que las reservas de la mayoría de recursos no renovables están en plena meseta productiva o iniciando su declive. Esto no es un dato más. Es clave para entender muchos de los posicionamientos, discursos, estrategias y conflictos que se están produciendo y que están por llegar. El acceso a estos recursos, así como su control y producción, son elementos clave para ver qué bloque se quedará con la hegemonía mundial o, en su defecto, cómo se van a renegociar todas las condiciones que se daban en las relaciones internacionales que han moldeado el mundo hasta el día de hoy.

Un elemento que puede ser decisivo en este reordenamiento global fue la reunión de los BRICS+ que tuvo lugar en Kazán del 22 al 24 de octubre, donde se pretendió cerrar el acuerdo que les permita la creación de un sistema propio de pagos, al margen del SWIFT. Esto, junto con la no ratificación por parte de Arabia Saudí del acuerdo de los petrodólares, el pasado 9 de junio, abre las puertas para un nuevo comercio mundial de materias primas, recursos energéticos y mercancías; al margen del control de occidente. Esta reunión, puede desencadenar la aceptación del uso de misiles de largo alcance por parte de Ucrania. Estos misiles son proporcionados por EE.UU. y Reino Unido principalmente, por lo que Rusia ya ha advertido que, de ser utilizados, esto significaría que la OTAN ha entrado en guerra contra Rusia y que habrá consecuencias. De nuevo la nula negociación de occidente con los BRICS+ fruto de la negación de EE.UU. a perder el mando global, nos impulsa a una mayor escalada de la guerra.

En este contexto, es importante introducir la guerra de Ucrania por las consecuencias políticas y económicas que se derivan de ella. Una de ellas ha sido las sanciones a Rusia y el corte del suministro de gas hacia Europa. La economía alemana ya está sufriendo de forma directa los efectos de esta política belicista de supresión de relaciones. Se están anunciando miles de despidos dentro de la industria alemana, aquel pilar sólido que se nos ha vendido siempre como motor de la economía europea y referente de todas las sandeces neoliberales de desarrollo e innovación. Europa es altamente dependiente de los recursos energéticos extranjeros. A día de hoy, importa el 83% de la energía que consume. En este escenario, cortar con el suministro estable y barato de Rusia es, a las claras, una mala idea. Y esto tiene consecuencias en los posicionamientos que están adoptando los diferentes estados europeos con respecto al genocidio en Gaza. Recordemos que no es la única explicación de lo que está ocurriendo, sin embargo, no podemos olvidar que la cantinela neoliberal de desmaterialización de la economía no deja de ser una estrategia política para que no veamos los movimientos internacionales como parte de una estrategia global para asegurar el control occidental de la producción. Es decir, son movimientos estratégicos para mantener el capitalismo en pie. A fin de cuentas son uno de los pilares fundamentales de control y supervivencia de los estados.

Europa se encuentra contra las cuerdas. Aquí es donde entra en juego el gas gazatí y, de forma más amplia, el gas en la cuenca levantina del mediterráneo. En esta zona, la franja de costa y zona económica exclusiva que va desde el Líbano hasta Egipto, se encuentra una de las mayores reservas de gas probadas del mundo. Concretamente, los campos de gas de Tamar, Leviatán, Marine 1 y Marine 2. Estos dos últimos son los que se sitúan frente a las costas de la franja de Gaza.

El derecho internacional reconoce un área mar adentro que denomina como zona económica exclusiva, región marítima donde cada estado tiene derecho exclusivo de explotación de los recursos que se encuentren en ella. Esta abarca, aproximadamente, las 200 millas náuticas de mar desde la costa. Por este criterio, la franja de Gaza incluye, además de la extensión en tierra, una parte del mediterráneo donde se encuentran yacimientos de gas probados sobre los que Israel tiene intereses. La política de Israel desde la llegada al poder de Netanyahu es la de enfocar la economía del país hacia la producción y distribución de recursos energéticos, así como el fortalecimiento de su brazo industrial en la región. Un motivo más por el cual la franja de Gaza estorba a Israel, ya que le impide el acceso a dichos yacimientos.

No es tampoco menos importante tener presente que los campos de Tamar y Leviatán se encuentran al norte de Israel, lindando con la frontera sur del Líbano. Israel no quiere arriesgarse a perder el control sobre estos dos grandes campos de gas, al mismo tiempo que proyecta construir gaseoductos para llevar el gas a Europa a través de Chipre. Estos motivos afianzan la posición de Israel en el papel de occidente y lo consolidan como productor de gas, lo cual refuerza su posición mundial en general y en oriente próximo en particular. De esta forma impulsan los ataques contra Hizbulá, el cual controla el sur de Líbano y contra la que se han lanzado sucesivos ataques desde el 17 de septiembre. Estos ataques se están recrudeciendo de forma indiscriminada, sembrando el terror entre la población libanesa del sur del país.

Europa, a través de empresas como BP, Shell o Enei han firmado acuerdos de exploración y explotación de los diferentes campos de gas; del mismo modo que Chevron explota el campo de Tamar. Las empresas anteriormente citadas son británicas, holandesas, italianas y estadounidenses. Considerando la dependencia brutal de Europa de energía del exterior y que ha perdido la fuente fundamental de gas estable y barato de los últimos 40 años, los campos de gas de la cuenca levantina del mediterráneo se tornan una gran opción para mantener el capital europeo a flote mientras sea posible y poder así adaptar políticas de mayor control sobre la población —antes de que todo se vaya al garete, claro—. Por este motivo, el posicionamiento de los estados europeos frente al genocidio en Gaza es de apoyo a Israel, comerciando con ellos para mantener su economía, vendiéndole armas para que consiga sus objetivos y dando apoyo diplomático internacional para que sus atrocidades no tengan represalias.

Por todo ello es importante también que la clase trabajadora europea tome consciencia de la encrucijada en la que nos encontramos para comprender el porqué de la aparente inoperancia de los gobiernos y, por tanto, involucrarnos todas en la causa palestina, porque la lucha del pueblo palestino es la lucha de todos los pueblos por la autonomía.

No podemos olvidar que Palestina está en el otro extremo del mediterráneo, mientras que nosotras estamos en el opuesto. No podemos olvidar que los efectos del cambio climático se van a sentir con especial dureza en los pueblos mediterráneos. Es importante recordar que el yugo que sufre el pueblo palestino nace de los mismos intereses capitalistas, coloniales y ecocidas que sufrimos también aquí. Por todo esto es importante tener claro que solo la lucha de los pueblos y de la clase trabajadora podrá poner fin a las masacres y la destrucción del planeta. La toma de conciencia y la acción en Europa se hace cada vez más necesaria, ya que de lo contrario, estaremos siendo cómplices de la consolidación de una élite post capitalista que no dudará en aplicar el fascismo más salvaje para salvar su posición en un mundo profundamente alterado por la reconfiguración de los polos de poder. Es el momento de dejar de ser quienes ejecutamos sus intereses y liberarnos para construir un mundo nuevo.

Tilikum

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