El anarquismo es una obra colectiva

Por regue
10 min. de lectura

El anarquismo no es una negación. No es la idea brillante de una rebelde o persona estudiosa de las condiciones, y roles, sociales.

El anarquismo es una creación colectiva de experiencias de cambio, y análisis, que interconectan esas experiencias [1]. Ya sea un análisis de las condiciones y elementos que nos impiden una vida plena, ya sea el aprendizaje a través del conflicto. No es una visión sólo economicista y mucho menos determinista. Ni tampoco una filosofía ahistórica que no se pueda aterrizar a la vida cotidiana más mundana. Es un proyecto de transformación socialista revolucionario. Es un diálogo abierto entre la práctica de lucha y su teorización en constante retroalimentación para llegar a tener una vida plena. No se queda en burda praxeología, ni tampoco en teorización constante.

Cuando pensamos en compañeras como Lucía Saornil, Malatesta, Bakunin, Lucy Parsons y tantas anónimas que han escrito cientos y cientos de textos; pensamos que, desde una iluminación personal e individual llegaban a desarrollar sus propuestas y teorías desde ahí, desde su particular visión. Nada más lejos de la realidad. En el proceso de creación de la teoría revolucionaria a la que nos adscribimos, y de la que formaban parte las compañeras, su función no era ser una suerte de élite pensante, sino condensar y sintetizar los debates, aprendizajes y replanteamientos estratégicos a los que se llegaban de forma colectiva en el sindicato o la organización de masas, en definitiva, a través de lo aprendido en las luchas.

La mayoría de ellas estaban en un sindicato o habían fundado uno. Tenían trabajos manuales o compartían militancias diarias con quienes los tenían. Esto les daba una perspectiva profunda y una cultura del trabajo, en el que criticaban a cierta aristocracia obrera —no por su posición social, si no por su elitismo—. Estas compañeras, como decíamos, participaban en acciones de todo tipo, desde las más espectaculares y con mayor proyección, hasta, y era la mayoría de las veces, tareas mundanas y repetitivas. Al fin y al cabo, son esas tareas mucho menos agradecidas, las que creaban los espacios, la confianza y la complicidad para poder preparar el terreno necesario que, llegado el momento real de confrontación, permitiese tener los lazos y la preparación; con las herramientas bien afiladas.

No existe tal cosa que sea una doctrina emanada de unas cabezas privilegiadas. Esto puede parecer, a ojos simplistas, como una alerta, una carencia. Que adolece de una falta de cuerpo teórico coherente, pero realmente, esa idea sólo puede ser resultado de un error de partida. Intentar encontrar un esquema que resulte familiar, por ejemplo, partiendo de otras referencias e ideologías. En esa búsqueda de referencias familiares, de equivalentes, puede llevar fácilmente a que el aprendizaje sea una fuente de frustraciones, o en el mejor de los casos, a una suerte de malabarismos por intentar encajar posiciones que no tienen ninguna relación ideo-lógica, ni si quiera pragmática.

A veces hemos visto como teóricos o académicos han intentado construir una teoría, creyendo leer la realidad, conociéndola por entrevistas, interacciones, visitas, etc. Como antropólogo que visita una cultura a la que es un elemento exógeno, y sienta teorías desde su subjetividad y superioridad. Estos perfiles han generado un rechazo evidente entre la clase trabajadora consciente. Si pretende erigirse en una vanguardia, como bien la describe Wayne Price [2], es totalmente rechazada. Y este rechazo, algunas veces, se ha confundido con una especie de anti-intelectualismo.

Otro mito que se ha inflado, el anarquismo no es anti-intelectual. Menos, por ser una obra colectiva. Es anti-elitista, precisamente porque es una obra colectiva. Si esa intelectualidad forma parte de la construcción de nuestra clase, no ha sido nunca rechazada, todo lo contrario, ha formado parte de manera orgánica.

Un ejemplo de esto, de una intelectualidad orgánica actual, sería el compa Felipe Côrrea, que milita en un sindicato, organización política y en la academia. Intentando sintetizar los procesos, enseñanzas y experiencias, conectando la militancia con lo académico. Poniéndose al servicio del movimiento. No yendo por delante, haciendo de sus escritos obras colectivas.

No se trata de defender ninguna identidad purista, sea anarquista o de cualquier otro tipo. De hecho, otro de los mitos que nos ha llegado hasta nuestros días, y que sirve para construir hombres de paja es que el anarquismo es profundamente anti-marxista, anti-analítico, etc. Cayendo en el malentendido que, las disputas estratégicas de un momento concreto, son algo monolítico que definen una ideología u otra. Y esto anula toda aportación de otras corrientes revolucionarias. El anarquismo, si por una cosa ha destacado, es por ser permeable a replantearse estrategias, pero manteniendo unas bases firmes contra la dominación, por la autogestión y el federalismo.

El anarquismo, al menos el que defendemos desde aquí, no ha obviado toda la gran aportación en análisis de la economía política hecha por autorías consideradas marxistas. Las diferencias vienen en su desarrollo, más allá de la teoría crítica. En la práctica: las estrategias, y las tácticas para alcanzar los objetivos de un socialismo libertario.

Por eso, caer en los mitos, reproducirlos, sin entender ni conocer la historia de cómo se ha construido la ideología anarquista y las corrientes que la componen; sobre todo las que mantienen una vocación de intervenir dentro, y desde la clase trabajadora: anarcosindicalista, especifista, plataformista, sindicalista revolucionaria, etc. resulta, creemos, un gran error de bulto.

Esas dinámicas colectivas que se desarrollaban para construir, tanto la teoría como las organizaciones, atraviesan y son una constante por algún motivo. No se trata de una elección de gustos: esta autora me cae bien, esta no. Hay, detrás de afirmaciones así, un elitismo poco disimulado y peligroso para una construcción colectiva. Y del que el anarquismo ha huido siempre. A pesar de tener portavocías o altavoces, con nombres y apellidos, éstas se reconocían como meros instrumentos de esa obra colectiva, de la organización, sindicato, etc.

El activismo que se mantiene en un plano espectacular, sea éste de agitación intelectual —buscando la teorización perfecta— o de acción, carece de músculo militante real. Puede estar buscando una tropa que dirigir, un impacto espectacular, pero creemos que tiene un destino asegurado: acabar siendo un monstruo devorado por su propio elitismo. Y ese monstruo nada tiene que ver con el anarquismo que desde aquí defendemos y respiramos.

Desde aquí ponemos el foco en la construcción colectiva, y de clase trabajadora consciente, en su conjunto, de las herramientas para poder superar el actual estado de las cosas.

El anarquismo es una ideología que se forja en las luchas y es de ellas que extrae un aprendizaje, y un análisis o una síntesis que ayude a mejorar las estrategias del siguiente embate. Por eso el anarquismo, donde tuvo su mayor impacto fue fundando sindicatos e interviniendo en los ya existentes. Es decir, conectado con el conflicto de clases, con la lucha diaria.

Al igual que la ciencia cibernética busca en los resultados la información significativa que sirva para nutrir la entrada —teoría— de información para rectificar y mejorar las hipótesis predeterminadas, perfilando y mejorando las siguientes, siempre en base a unos criterios puestos colectivamente, e interrelacionados —con una profundidad ética y mirada puesta en los objetivos finales—, manteniendo así la coherencia entre medios y fines. El anarquismo ha intentado, y sigue intentado, poner en cuestión las estrategias y tácticas para poder afilar las herramientas para el siguiente asalto. Sin esta preparación artesana, no hay momentos ni ventanas de oportunidad posibles sin esa conexión con la ética y las bases fundamentales. Quizás se alcance algún momento espectacular, pero nunca una transformación profunda.

Preparemos en conjunto el siguiente asalto, sin pararnos en cada tropiezo, pero aprendiendo de él.

Regue, militant d’Embat (Organització Llibertària de Catalunya)


[1] A muchas nos puede resultar una obviedad, pero en ocasiones es necesario recordar obviedades.

[2] https://es.anarchistlibraries.net/library/wayne-price-organizacion-anarquista-no-vanguardia-leninista

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