
“La praxis es la reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo.”
— Paulo Freire, Pedagogía del oprimido
Cartografías lúdicas en tiempos de guerra social
En un mundo que parece haber vuelto permanente su estado de crisis, desarrollar estrategias revolucionarias no es una opción sino una urgencia. La acción política, especialmente desde una perspectiva anarquista, requiere algo más que voluntad: necesita una lectura concreta del momento histórico, formación colectiva, capacidad de simulación, debate ideológico y ensayo táctico. Frente a estas necesidades, un recurso inesperado está ganando terreno entre sectores de la militancia: los juegos. Ya no solo como pasatiempo o ámbito de socialización alternativa, sino como una herramienta estratégica para probar ideas, simular situaciones complejas y prepararnos para enfrentar desafíos de una manera más efectiva.
Esta idea me vino a la cabeza después de ver el video “Is the US planning for war by… playing games?” del creador Johnny Harris. En él se relata cómo el ejército estadounidense y sus asesores civiles utilizan simulaciones de guerra —con juegos de tablero y de rol— para pensar escenarios estratégicos reales, como una hipotética invasión china a Taiwán. La experiencia, profundamente inmersiva, muestra cómo el juego activa procesos de reflexión, análisis y toma de decisiones en condiciones de incertidumbre. No es un simple entretenimiento: es una escuela de estrategia.
Si el aparato militar más poderoso del mundo utiliza los juegos para preparar conflictos, ¿por qué no hacerlo desde una perspectiva revolucionaria, para preparar la defensa y la transformación radical de nuestras vidas?
Simular para comprender: del juego de rol al ensayo ideológico
El juego de rol, en particular, ofrece una potencia singular. Se trata de un ejercicio colectivo de imaginación estructurada, donde cada participante asume un papel dentro de una narrativa con reglas determinadas. En su versión anarquista, esto se convierte en un espacio de ensayo táctico e ideológico. Imaginar situaciones de conflicto, representar posiciones políticas antagónicas y defenderlas (o demolerlas) en un debate ficcionado no es solo una práctica de aprendizaje: es un ejercicio de combate.
Por ejemplo, se pueden estructurar juegos de rol donde se simula una asamblea barrial en la que participan tanto anarquistas como miembros de partidos reformistas, ONGs, sindicatos burocráticos o incluso actores estatales. El objetivo: defender una posición anarquista sin caer en purismos paralizantes ni en concesiones desarmantes. En este tipo de juego, el error no tiene costo directo, pero enseña. Y eso lo convierte en una herramienta pedagógica poderosa.
La experiencia de estos juegos remite a la importancia que el especifismo ha otorgado a la formación ideológica dentro de la organización específica. No se trata solo de estudiar teoría, sino de saber aplicar ideas en contextos complejos. El juego de rol introduce una capa esencial: la del ensayo ideológico situado.
Tableros insurgentes: táctica urbana y autonomía encarnada
Juegos como Bloc by Bloc: The Insurrection Game, Autonomía Zapatista o La Batalla de Can Vies han sido diseñados justamente desde esta premisa: simular luchas sociales reales para aprender de ellas. En Bloc by Bloc, cada jugador representa un colectivo que participa en una insurrección urbana. La cooperación, la defensa del territorio, la construcción de poder popular y la amenaza constante de la represión estatal son dinámicas centrales. Este tipo de juegos permite trabajar tácticas de defensa, entender la importancia del control territorial y debatir sobre formas de articulación entre diferentes sujetos políticos.
No es casual que estos juegos hayan sido producidos o promovidos desde entornos antiautoritarios. Son herramientas que condensan experiencias históricas en una dinámica lúdica que, sin embargo, está cargada de pedagogía política. Autonomía Zapatista, por su parte, permite recorrer los procesos de construcción de autonomía en Chiapas, desafiando al jugador a sostener la vida en condiciones de guerra de baja intensidad, articular asambleas, producir alimentos, defenderse y educar. La Batalla de Can Vies, inspirado en la defensa de un centro social autogestionado en Barcelona, lleva al jugador a experimentar en primera persona los dilemas y decisiones colectivas de una resistencia urbana autónoma.
Estos juegos no sustituyen la praxis, pero pueden preparar para ella. Y eso, en el marco de una estrategia revolucionaria, es vital.
El arte de la guerra reinventado: juegos militares y tactismo libertario
La izquierda libertaria ha desconfiado (no sin razones) de toda aproximación que imite el militarismo estatal o leninista. Pero la reflexión táctica no puede ser abandonada. Como lo han demostrado experiencias como la de la Federación Anarquista de Bulgaria, las luchas armadas en la España revolucionaria o la propia FAU en Uruguay, el combate no implica renunciar a la ética libertaria.
Juegos que simulan conflictos militares, especialmente aquellos que permiten trabajar escenarios asimétricos (como guerrilla contra ejército regular), pueden ser utilizados para pensar logística, movilidad, puntos de retirada, ataques a infraestructuras y formas de defensa territorial. Juegos clásicos como Twilight Struggle, o adaptaciones libertarias caseras de wargames, también pueden cumplir esta función si se adaptan a contextos de lucha popular. No se trata de glorificar la guerra, sino de preparar a los movimientos para sobrevivir y resistir en contextos hostiles.
Geopolítica desde abajo: pensar el poder, sin asumirlo
Otra línea de exploración es la de los juegos de simulación geopolítica. Juegos como Risk, Twilight Struggle o versiones más complejas como Europa Universalis permiten observar cómo se comportan los actores con poder, cuáles son las lógicas que rigen la política interestatal y cuáles son los factores que explican la consolidación o la caída de un bloque de poder.
Aunque estos juegos están diseñados desde una perspectiva estadocéntrica, pueden ser usados críticamente para entender a qué lógicas se enfrentan los pueblos en lucha. También pueden adaptarse para ensayar la toma de decisiones en organizaciones horizontales a gran escala. ¿Cómo tomar decisiones entre 2000 personas sin burocratizarse? ¿Qué hacer cuando dos regiones autónomas entran en conflicto? ¿Qué rol juega la diplomacia entre movimientos sociales? Estas preguntas pueden ser dramatizadas, discutidas y resueltas en escenarios lúdicos, que luego alimenten estrategias reales.
De la simulación al ensayo de poder popular
La clave de todo esto no es el juego en sí mismo, sino su uso. El juego como ensayo, como espacio de aprendizaje, como momento de formación militante. Tal como afirma la FAU, la organización específica debe construir una estrategia que articule ideología, programa, táctica y ética revolucionaria. El juego puede contribuir a esa articulación.
En una época en que los movimientos sociales están asediados por la precariedad, el aislamiento, la represión y la cooptación, abrir espacios lúdicos que permitan aprender, pensar, discutir y proyectar sin el peso de la inmediatez puede ser una estrategia clave. No se trata de “jugar a la revolución”, sino de jugar para prepararse para ella.
La revolución como imaginación estructurada
El anarquismo ha sido siempre una pedagogía de la acción, pero también una filosofía de la imaginación. Imaginar la sociedad libre no es un gesto utópico, sino una necesidad estratégica. En ese sentido, los juegos nos ofrecen mapas, simulaciones, campos de ensayo, narrativas posibles.
Quizá ha llegado el momento de que la organización específica incorpore de manera más sistemática este recurso. No para entretenerse, sino para fortalecer su proyecto histórico. Jugar, en este contexto, puede ser un acto de estrategia, de rebeldía y de preparación.
Porque en el fondo, como decía Bakunin, “la pasión por la destrucción es también una pasión creadora”. Y toda creación, incluso la de mundos libres, comienza por imaginar que es posible. Los juegos pueden ayudarnos a eso. Y eso, para el anarquismo, es jugar en serio.
Agradecer lo lúdico, imaginar lo posible
Entre quienes han contribuido activamente a la creación de juegos pensados para movimientos sociales y prácticas emancipadoras, destacan colectivos como Gall Negre y Outlandish Games, cuyo trabajo combina creatividad, memoria histórica y pedagogía popular. Juegos como Okupa tu També, Bloc by Bloc, La Batalla de Can Vies y otros que han surgido desde estos espacios no solo nos entretienen: nos educan, nos entrenan, nos ayudan a pensar. Es justo agradecerles por esa labor inmensa, que no responde a lógicas de mercado sino a necesidades políticas. Cada juego que producen es una herramienta más para la autonomía.
Pero no basta con jugar lo que ya existe. Es urgente que los movimientos libertarios se apropien de esta herramienta y comiencen a crear, adaptar y rediseñar juegos desde una perspectiva anarquista. La invitación está abierta: pensemos en juegos para dispositivos móviles que puedan circular entre barrios y territorios sin necesidad de infraestructura compleja; adaptemos juegos existentes dándoles una vuelta libertaria, cuestionando sus lógicas de poder y propiedad; digitalicemos juegos físicos, hagamos mods que inserten nuestras historias —como el de la Guerra Civil Española para Call of Duty— y vayamos más allá: desarrollemos videojuegos integrales, con narrativa y mecánicas inspiradas en nuestras prácticas, nuestras luchas y nuestros sueños.
Un ejemplo paradigmático de herramienta estratégica transformadora es el milenario juego de Go. A diferencia del ajedrez —centrado en el asalto frontal a un poder centralizado—, el Go refleja mejor los conflictos del mundo real: descentralizados, dinámicos, distribuidos. El Go enseña que la clave no es tomar el centro de inmediato, sino construir desde las esquinas, expandir territorio poco a poco, conectar grupos débiles y evitar confrontaciones inútiles. Sus proverbios, como “pierde tus primeras 50 partidas lo antes posible” o “no tires un huevo contra el muro”, se vuelven principios tácticos para la acción directa, la construcción de base y la solidaridad entre frentes de lucha. Aplicar el pensamiento del Go a la estrategia anarquista no es una metáfora vacía: es dotarnos de un lenguaje, una estructura y una intuición para leer el conflicto social y actuar con mayor eficacia.
Como en el Go, en nuestras luchas necesitamos saber cuándo atacar, cuándo ceder, cuándo conectar grupos y cuándo construir base sólida. El juego nos ayuda a practicar eso en condiciones de bajo riesgo, para prepararnos mejor para un mundo en disputa real.
Jugar, entonces, no es evadirse. Es ensayar la revolución.
La invitación está hecha.
Don Diego de la Vega, militante de Liza
