Desde la década de los ’60 hasta hoy, la sociedad occidental ha experimentado un cambio espectacular después de que los movimientos sociales que intentaron resurgir fueron, o bien derrotados, o bien absorbidos por el progresismo o bien, quedándose en grupos marginales. La situación actual de crisis financiera ha hecho acrecentar más la diferencia entre pobres y ricos y los que se creyeron el cuento de las clases medias vieron cómo les engañaron y se les han reído en sus caras. Por contra, la respuesta actual de la sociedad es débil, por no decir domada por la izquierda y el ciudadanismo reformista.
En el seno del movimiento libertario surgieron diversas tendencias que, tras haber sido derrotados en el período de entreguerras y con el patrimonio cultural en su mayoría enterrados, son consecuencias de haber visto la incapacidad de llegar a ser un movimiento de masas o al menos, tener cierta simpatía en la sociedad. Esas tendencias se hacen llamar “antisociales” y “nihilistas”, que van ligados a algunas corrientes dentro del anarquismo insurreccionalista. Para éstos, las viejas tácticas ya no tienen sentido, reniegan de las organizaciones tradicionales que actualmente están semi-estancadas y proponen pasar a la acción en el enfrentamiento directo contra el sistema, incluida la sociedad misma que lo ve como enemiga, esa masa de borregos que jamás comprenderán su condición de explotados.
Ciertamente, entre las diversas corrientes del anarquismo compartimos la crítica a la sociedad actual: es una masa estúpida de sujeto pasivos. No obstante, los individuos que forman la masa no son entes uniformes. Existen variantes, unos más alienados y otros menos, unos buscando refugio en la evasión y otros, sin conocer alternativas, se contentan con no querer problemas, unos que les gusta el fútbol y otros que lo repudian… En general, estos matices no se notan cuando hablamos en su conjunto. Aunque todos -o la mayoría- ellos comparten características comunes como el consumismo, el egoísmo, la desconfianza, los prejuicios y complejos.
El aislamiento moral de los individuos causa de esta sociedad capitalista, que conforman la masa parece haber afectado también a muchos que tuvieron contacto con el anarquismo por primera vez, concretamente la actual juventud minoritaria. Muchos de ellos, han terminado por aislarse de la sociedad y mirar a la gente normal con desprecio, al verse incapaces de hacerles comprender las inquietudes libertarias. La normalidad, fruto de la estandarización de un estilo de vida hedonista y consumista creada por la cultura occidental y repetida hasta la saciedad en el marketing y en los mass media, siempre la hemos repudiado por representar unos valores sin valores, es decir, puramente superficiales. Sin embargo, ¿qué es lo que nos ha llevado a una buena parte de los anarquistas a permanecer como individualidades aislados?
Algunos alardean del rotundo fracaso de “llegar a la gente” porque esa “gente” es idiota. Otros, tras una evaluación, autocrítica, revisión histórica y lectura de libros, han dado con que no “llegamos a la gente” por falta de organizaciones sólidas y serias que vayan ligadas a una práctica viable con programas a corto, medio y largo plazo realizables, posibles.
Hoy en día han surgido diversas corrientes como el anti-desarrollismo, el primitivismo y el veganismo que han tenido cabida en el anarquismo, pero se han integrado más en el insurreccionalismo que en el anarquismo social. Si bien comparto la crítica a la sociedad tecno-industrial y que apuesto por la destrucción de ésta para recuperar la autonomía, no estoy de acuerdo con el primitivismo, pues es necesario una etapa de transición hacia otro modelo social y ésta pasa también por la recuperación de los medios de producción, no solo por el decrecimiento. Ello implica que necesariamente tengamos que actuar en el campo de la acción social, es decir, en trabajar en organizaciones formales que tengan como fin el comunismo libertario; y no simplemente en sabotajes, que aunque resulte efectivo, solo es a corto plazo y debe por ello complementarse con otras tácticas.
El ser humano es un ser social y queramos o no, necesariamente tenemos que vivir en sociedad. Por ello, el anarquismo no puede ser antisocial sino todo lo contrario. No harán la revolución social un grupo minoritario de militantes muy activos mientras el resto del pueblo se queda de brazos cruzados. Tenemos que ser capaces de al menos conseguir que las individualidades anarquistas que busquen militancia tengan una organización en la que poner su granito de arena, para posteriormente conseguir calar en los sectores descontentos de la población. Si el anarquismo se aparta de la sociedad jamás conseguirá construir una sociedad libertaria, sino que se quedará entre un grupo de amigos que viven okupando, marginados y en ghettos, que ocasionalmente encabecen una ola de disturbios.
Sin embargo, no pretendemos llegar a gente realmente estúpida ni mucho menos a los críos acomodados y fachas, sino a quienes estén descontentos con el sistema y busquen alternativas posibles. Allí es donde tenemos que estar: trabajando con los diferentes movimientos sociales, desde el sindicalismo de base pasando por el movimiento okupa, soberanía alimentaria, ecologismo, veganismo hasta el 15M y las PAH, participando en ellas quienes consideren oportunos, siempre y cuando mantengamos los principios libertarios y trabajemos con colectivos horizontales. Eso sí, proponiendo nuestra alternativa y mostrando que la autoorganización es posible.