«Hombre: abre la ventana de tu intelecto a todos los vientos y cuando te hayas bañado en ellos, juzga y dinos, con criterio sereno, cuál fue el más puro».
Los mismos fallos e imprecisiones que comete la sociedad en general con el comunismo anarquista (también con el colectivismo, pero me refiero explícitamente al comunismo por ser la tendencia mayoritaria en la actualidad), tiende el último a cometerlos para con el anarquismo individualista. Si es del todo erróneo leer a Marx, Bakunin y Kropotkin a través de un apologeta del liberalismo, también lo es leer a Stirner o Tucker desde Marx, Kropotkin o Murray Bookchin. Por ser más claro y pragmático: no es bueno interpretar la trifulca de la I Internacional desde Marx, como tampoco es recomendable hacerlo desde Bakunin; únicamente la lectura de ambos, la comparación, la construcción de un discurso gradual y voluble, servirán como herramienta digna y plausible de análisis.
Así también, es un error lógico, pero comprensible, el inferir que puesto que ciertos individuos particulares se consideran influidos por Stirner, y puesto que abogan por una serie de planteamientos, esos mismos planteamientos son necesariamente stirnenanos, es decir, que esos razonamientos son iguales a lo que decía o no decía Stirner. La interpretación de Stirner de James L. Walker, un anarcoindividualista inglés, difiere sustancialmente de la que hace, por ejemplo, Miguel Giménez Igualada, anarcoindividualista español. Sólo si se ha leído a Stirner directamente, más allá de las variaciones personales que siempre hace cada autor y que constituyen la pluralidad del pensamiento, se puede saber con certidumbre cuál de los dos es el que más se acerca al filósofo alemán en su interpretación. Si se tiene curiosidad y afán de conocimiento, por supuesto.
La Wikipedia puede ser una buena amiga para ciertos casos pero, al ser esencialmente esquemática, es nefasta para la comprensión cabal; es decir, para realizar una crítica profunda a un autor. Por ejemplo, yo, excepto un breve texto de Pannekoek y unas cuantas referencias parciales en artículos y textos, apenas he leído nada de los llamados marxistas libertarios. ¿Cuál es mi posición, pues, respecto a estos? La única posible: confiar en la interpretación de mis compañeros, y mientras tanto no atacarlos. Podría criticarlos a través de otros individualistas, pero sería una bravuconada sin fundamento. Cuando los lea por mí mismo (¡qué de lecturas, maldita sea, hacen falta para comprender todo el pensamiento político!), podré opinar con una base real. Podré cavilar entonces por qué sí o por qué no; qué de bueno y qué de malo; qué de aprovechable y qué de desechable hay en sus teorías. Hasta ese momento sólo cabe, como digo, la escucha, el intento de comprensión y el respeto hacia lo desconocido.
Pero ya me imagino la respuesta: ¿no puedo entonces criticar a Hitler, el fascismo, etc.? Claro que se puede. El caso es no quedarse en el chascarrillo de la televisión, o para nuestro caso del panfleto (me remito a Bookchin y a su Anarquismo social o anarquismo personal). Hace poco, en un programa llamado Fort Apache, hablaban de cómo el término fascismo había perdido todo su contenido. Pues bien, lo mismo le pasa al anarquismo respecto a la sociedad y al anarcoindividualismo respecto al mismo anarquismo (comunista, reitero). Lo que tanto nos desagrada, que tomen el anarquismo como algo que no es: caos, sucede a cada instante dentro del propio movimiento filosófico y político ácrata. En la actualidad, la palabra individualismo, como tantas otras: socialismo, anarquismo, comunismo, etc., ha perdido su significado, sí, pero eso no puede servir de acicate para despreciar al individualismo anarquista, que toma el término y lo potencia hasta el infinito del entendimiento.
Por otro lado, que no se me olvide, querría tocar levemente otro punto importante: las comparaciones tendenciosas que suelen hacerse. La más común, sin excluir otras, es esta: puesto que el individualismo anarquista bebe de autores liberales (Spencer, por ejemplo), el individualismo anarquista es en gran medida liberal. Dejando de lado que todas las ramas del anarquismo se nutren del pensamiento liberal en menor o mayor modo, este argumento es a todas luces falaz. Tan falaz como si yo afirmase que, puesto que el comunismo anarquista se inspira y depende en gran medida de los análisis marxistas, el comunismo anarquista es igual que el marxismo-leninismo. Se mire por donde se mire, tal afirmación es insostenible a poco que se profundice en el tema. En este sofisma cayó, a mi entender, muchas veces Benjamin Tucker.
En definitiva, mi único consejo es este: leed primero al original y desconfiad de lo que dice el adversario. No leáis a Kropotkin desde Tucker; ni leáis a Tucker desde Kropotkin. Un argumento que se toma como verdad antes de haber sido comparado, está sentenciado de raíz. El panfleto, el sofisma, etc., pueden ser herramientas válidas de cara a atacar a elementos externos y represores, pero no sirven para llevar a cabo un sano debate. Si de verdad somos los valedores del radicalismo, no podemos quedarnos en la superficialidad. Siempre un poco más lejos: eso es lo que nos diferencia del resto de ideologías.
Para finalizar, dejo un fragmento de El alma del hombre bajo el Socialismo, de Oscar Wilde, que me gusta bastante:
«Pero cabría preguntarse cómo el Individualismo, que ahora depende más o menos de la existencia de la propiedad privada para su desarrollo, se beneficiará de la abolición de tal propiedad privada. La respuesta es muy simple… La propiedad privada ha aplastado el verdadero Individualismo, e instalado un Individualismo que es falso. Se ha excluido a una parte de la comunidad de ser individual para dejarlos muertos de hambre. Se ha excluido la otra parte de la comunidad de ser individual poniéndola en el camino equivocado, y estorbándolos… Con la abolición de la propiedad privada, entonces, tendremos un Individualismo verdadero, hermoso, sano. Nadie gastará su vida en acumular cosas, y los símbolos para cosas. Uno vivirá. Vivir es la cosa más rara en el mundo. Mucha gente existe, eso es todo».