A veces encontramos enfrentadas dos cuestiones sociales, las condiciones materiales de los trabajadores para poder llevarse algo a la boca y la cuestión ecológica del buen uso de los recursos naturales de los que disponemos. Será tarea de este artículo hacer un brevisimo análisis de este enfrentamiento que a veces surge en nuestra sociedad.
En 2011 según la FAO la producción mundial de pescados, crustáceos, moluscos y otros animales acuáticos alcanzó 156,2 millones de toneladas, cifra que no ha dejado de aumentar desde hace años. El crecimiento no ha dejado de aumentar, pasando de 34,6 millones de toneladas en 2001 a 52,7 millones de toneladas en 2011.
Los principales países pesqueros son: China, Perú, Indonesia, EEUU e India. En el 2011, el total de la captura en los Estados Unidos de América fue el más alto registrado en el país durante los últimos 17 años.
Si del Estado Español debemos hablar las cifras no son menos escandalosas, a pesar de la reducción en el número de buques de 10.847 en 2010 a 10.505 en 2011 las capturas pasan de 769 mil toneladas en 2010 a 860 en 2011, lo que supone un incremento de más del 10% en las capturas.
Atendiendo a las cifras de empleo, nos topamos con que solo 37.000 personas son empleadas en pesca-acuicultura en el Estado Español, es decir un 0,20% del total de personas empleadas en ese momento. Lo que vendría a suponer 23,34 toneladas por cabeza, lo que suponen algo más de 53.000 € al año por cabeza. Dinero que por supuesto no cobran las trabajadoras. Es decir, que básicamente estamos agotando el mar para que unas pocas acumulen capital.
Un 52 % de los recursos pesqueros marítimos del mundo están “plenamente explotados”, es decir, se han pescado hasta su nivel permisible máximo. Otro 28 % está “sobre explotado”, agotado o se está recuperando de haberse agotado.
En 1950, las capturas marinas fueron 16,7 millones de toneladas y representaron el 86 % de la producción total mundial de pescado. Las pesquerías marinas han experimentado diferentes etapas de desarrollo, pasando de 16,7 millones de toneladas en 1950 a un máximo de 87,7 millones de toneladas en 1996, y luego disminuyó hasta estabilizarse en alrededor de 80 millones de toneladas, con fluctuaciones interanuales.
Teniendo en cuenta todos estos datos, es de vital importancia entender que ya se están explotando los caladeros al máximo y que seguir sobre-explotando el mar, nos llevará a una catástrofe ecológica que afectará no solo a la economía, si no también a la soberanía alimentaria, muchísimas personas dependen en el mundo de la pesca para poder alimentarse, reproducir episodios como el de Somalía es no solo vergonzoso, sino un crimen contra la humanidad misma, destruir estos caladeros no solo ha hecho la pesca inviable en dicha zona, sino que ha dejado desamparadas a cientos de personas que subsistían a base de la pesca, puesto que Somalía es un país en el que, hoy por hoy, la mayor parte de la agricultura es inviable. Como este tenemos otros muchos ejemplos a lo largo del mundo.
Por esto, la exigencia de patronos para seguir mermando no solo los caladeros, recurso hoy por hoy indispensable para la seguridad alimentaria del mundo, sino la soberanía alimentaria de países como Mauritania o Somalía, es inadmisible. Reconducir la pesca a niveles que no sobre-exploten el mar es lo adecuado, pudiéndose apoyar en la implantación de cooperativas de acuicultura, respetando en lo posible la costa, no hablo ya solo de Europa sino de que de una vez las personas de precisamente los países más afectados por el expolio de recursos puedan recuperar su soberanía alimentaria y económica. Igualmente en el norte que se dispone de amplios recursos para una agricultura eco-responsable, debe dejar de consumir lo que no puede producir, promocionando una dieta que contenga más vegetales y menos animales.
Dr Alén Cea