Quien más quien menos está acostumbrado a leer publicaciones cuya carga ideológica es distinta, o directamente contraria, a la de un@. Sea un periódico, un panfleto o una entrada en un blog, en general tenemos cierta capacidad de buscar sus puntos débiles y relativizar o invalidar lo que dice el otro… pero ¿estamos dispuest@s a evitar esos mismos problemas en nuestro discurso (y, por tanto, en nuestro discurrir) cuando seamos nosotr@s l@s que nos expresemos?
Nos hemos puesto a pensar en esto y, con la ayuda de otras gentes*, hemos dado con veinte problemas, más generales o más concretos, que nos convierten a veces en l@s populistas, manipuladores y demás que no queremos ser. Estoy hablando de cuatro problemas en cuanto a cómo se aborda la discrepancia y otros dieciséis más concretos, considerados falacias -argumentos inválidos-, en la tradición filosófica heredada de l@s clásic@s grecorroman@s o en consonancia con esa tradición. Concretamente, como aspectos generales:
- Mala fe, ya sea por entender el debate como un enfrentamiento personal, por ser más exigente con l@s demás que con un@ mism@ o con quienes están más cerca, etc.
- Argumentación emocional, ya sea en cuanto a los hechos presentados, a la manera de presentarlos, al criterio con que se eligen unos u otros… El miedo y la esperanza pueden ser buenos mecanismos para manipularnos (nota: no pretendemos negar la parte emocional del ser humano ni que pueda afectar a la racional, lo que negamos es la supuesta legimitidad del uso del poder de las emociones para escamotear o retorcer lo racional).
- Mentalidad del «mal» como sustancia contaminante. Como detallaremos más adelante, esto se puede concretar de varias maneras: impugnar una idea por la persona que la propugna, hacerlo con una persona en función de algún aspecto de su vida privada, etc.
- De la mano de esto, la «externalización selectiva», esto es, que, una vez que un@ ya ha decidido quién/es son l@s buen@s y quiénes l@s mal@s (por intuición, por un análisis global o por lo que sea) el criterio se vuelve distinto. A partir de ahí, l@s un@s sólo hacen algo malo por las circunstancias y algo bueno por naturaleza y l@s mal@s, al revés; a un@s les aceptamos que separen medios y fines, o palabras y acciones, y a l@s otr@s, no; etc.
Como falacias más concretas:
- Ad hominem: para intentar invalidar lo que defiende alguien, le invalido a él o ella como persona.
- Ad populum: la idea de que algo es lógico porque lo hace todo el mundo. También se puede usar -y se usa- dada la vuelta, lo que podríamos llamar «falacia snob»: si parece minoritario o marginal, es acertado o merece algún tipo de aplauso.
- Apelar a la ignorancia (para ignorar objeciones): «no hay pruebas de lo contrario, luego es así». ¿Quién no ha visto defender posiciones de fe (religiosa, supersticiosa, new age) sembrando la duda sobre el método científico, para luego no hacerlo sobre la fe?
- Argumentación dirigida a las consecuencias: intento rechazar o afirmar un razonamiento aludiendo a consecuencias deseables o indeseables, pero que no lo hacen más ni menos lógico.
- Autoridad irrelevante: me apoyo en lo dicho o hecho por alguien sin tener en cuenta que el que sea una autoridad en algún aspecto no quiere decir que lo sea en lo demás.
- Ad antiquitatem: casi una variante de lo anterior: digo que algo es defendible porque es antiguo, porque siempre se ha hecho así, … Sostener, al contrario, que algo es cierto o merece apoyo sólo por ser nuevo no es menos ilógico (falacia ad novitatem).
- Causa cuestionable: pretendo que existe una relación causa-efecto entre dos hechos sólo porque han ocurrido consecutivamente o a la vez.
- Deducción abusiva: generalizo en cuanto a una persona-figura y a su discurso (si está de acuerdo con algo, se está de acuerdo con todo, etc.).
- Efecto dominó: (también llamada de la pendiente resbaladiza) doy por seguro, no como un mero riesgo, que la consecuencia de un acto tendrá, a su vez, otra(s) consecuencia(s) que en realidad no son seguras («quien rompe una ventana acabará matando a alguien si no se le castiga», «quien fuma porros acabará enganchado a la heroína», etc.) para acabar llegando de lo aceptable a lo inaceptable, o al contrario.
- El hombre de paja: caricaturizo lo que dice el otr@ e impugno la caricatura y no lo que realmente ha postulado.
- Equívoco: mezclo ideas utilizando las ambigüedades del lenguaje.
- Falacia genética: afirmo o niego el valor de un argumento en función de su origen (época, país del que procedería… puede ir fácilmente unida a la falacia ad hominem).
- Falso dilema o falsa dicotomía: intento reducir el debate a dos posiciones -en ninguna de las cuales se sitúan mis oponentes- más allá de las cuales, supuestamente, no hay alternativa.
- Razonamiento circular: dos proposiciones que son usadas cada una como base de la otra, pese a que no tienen ningún fundamento más allá del círculo que forman.
- Reductio ad hitlerum: busco alguna conexión entre el discurso del adversario, o su persona, incluso si es indirecto o superficial, para relacionarlo con Hitler, el nazismo -por este lado, sería un tipo reciente de falacia- o cualquier otra cosa (¿ETA?) que un@ considere el colmo del Mal (en el Occidente de los últimos setenta años, son el nazismo y la persona de Hitler).
- Secundum quid: generalizo, asignando lo que hacen algunas personas de un colectivo humano a todo ese colectivo (género, sector político, profesión, comunidad religiosa, étnica, …).
* Esta entrada quizá no habría existido de no ser por el artículo [en francés] Empirer l’incompréhension. Alain Soral et les règles élémentaires du débat intellectuel, publicado por Frédéric Dufoing en Jibrile y no habría sido tan sencilla de escribir de no ser por (además de Dufoing) Ali Almossawi, que ha escrito y dibujado este estupendo Un libro ilustrado de malos argumentos y por María Corchero, que lo ha traducido al castellano.