O no mucho. No voy a repetir otra vez a mis lectores y lectoras frecuentes y ocasionales mi postura sobre las elecciones, pero para quienes no la sepan, pues sencillamente me resulta poco relevante el hecho de acudir a las urnas o no, ya que lo relevante está en la política del día a día que hagamos, o sea, en qué fregaos estamos metidos: militancia en el ámbito antirrepresivo, sindical, estudiantil, medio ambiental, cultural, vivienda, servicios públicos, suministros, etc, además de desarrollar nuestro propio proyecto político. Yo votaría de nuevo sin que esto suponga sentirme como si entregase mi alma al diablo o mordiese la manzana prohibida. De hecho lo hice en las pasadas elecciones, y en las municipales. ¿Y qué? Vale, sí, he legitimado el juego democrático-liberal y todas esas milongas, pero en verdad, el sistema no adquiere legitimidad solo porque votes, sino que esta legitimidad viene, primero, de la hegemonía política del parlamentarismo que ha logrado imponerse como único sistema político posible, y luego, de la carencia de proyectos políticos posibles que respondan a problemas actuales por nuestra parte. Y la legalidad está hecha precisamente para blindar esa legitimidad, para casos en que esa letra nos la tengan que entrar con sangre. Una abstención del 100% es un sueño húmedo para utopistas, y una abstención del 80% tampoco haría que el sistema se tambalease porque simplemente no hay alternativas a él y se formaría gobierno con esa “mayoría” salida del 20% de votos.
En verdad, yo me canso de ver siempre la misma campaña por la abstención activa calcada de años anteriores sin ninguna propuesta interesante o programa más allá de no votar. Qué irónico que digan que la abstención activa se hace todos los días y solo hagan ruido con ella en tiempos de elecciones. No es inercia, qué va, es estrategia clave sin duda. No como la idea reformista del “votes o no, lo importante es que los derechos se consiguen luchando” o algo así. Porque lo revolucionario es no dar un palo al agua el día de las elecciones. Si vas a votar, dejas de serlo y pasas a ser un vulgar ciudadano borrego que hace cosas normales como trabajar, estudiar, jugar a la PlayStation, irse de bares a ver el fútbol, emborracharse, tener amigos y amigas normales… Y como ser normal es pecado, qué mejor que vivir “como anarquista” haciendo “cosas anarquistas” como autofelarse y verlo todo “desde la perspectiva anarquista”. Y una mínima crítica a la postura abstencionista te convierte autómáticamente en ciudadano que delega sus responsabilidades.
¡Alerta spolier! Esta me la sé: pedir datos sobre qué haces en tu vida militante que no sea escribir en este sitio web. ¿En serio tengo que hacerlo como si fuese la declaración de la renta? Mi vida real no la tengo por qué contar por Internet así por así alegremente. Me la reservo para mis amistades en la vida real o para aquellas personas con las que haya establecido una relación de confianza recíproca.
Volvamos al hilo y con un poco más de seriedad. La gente no vota porque sí, como un acto involuntario o porque siga un rito. La mayoría de quienes deciden votar lo hacen porque están de acuerdo con el programa político de su partido o el que considere el más adecuado o vota nulo porque ningún partido les cae bien y meten un chorizo en el sobre. La cuestión por el cual Podemos está consiguiendo apoyos desde los movimientos sociales es que han sabido traducir ese descontento en programas políticos que contienen planes para mejorar la situación inmediata. Otra cosa es la vía en que hayan escogido para implementar su programa. (Aviso a navegantes: un programa político no tiene por qué ser electoral, simplemente es un documento que recoge una serie de objetivos a alcanzar por la organización política o partido que lo haya realizado) .Así pues, no tiene sentido repetir una y otra vez lo mismo de siempre sin tener detrás hojas de ruta, ni programa político ni estructura (diversas organizaciones que trabajan en diversos campos y niveles bajo un programa común). Si no tienes proyecto político materializado en un programa que marque las líneas estratégicas a seguir en aras de lograr imponerse como alternativa al neoliberalismo y llamas a la abstención, es como quienes se manifiestan en defensa de un concursante de Gran Hermano. Sin embargo, si tienes ese proyecto político y llamas a la abstención activa, tendrá sentido dependiendo de la coyuntura y las relaciones de poder entre las diferentes fuerzas políticas en el escenario, entre ellas la tuya. Y si llamas a votar a X coalición o partido, también dependerá de los factores mencionados, con posibles finalidades como desplazar el debate político más a la izquierda o contar con un mapa político del país más favorable a la construcción del poder popular, y por ende, para avanzar en la materialización de tu proyecto político. En todo caso, los análisis de coyuntura determinarán las líneas estratégicas a seguir acorde al proyecto que se desee implementar.
Sabemos de sobra que desde los parlamentos no se va a cambiar el sistema, prueba suficiente lo tenemos con Syriza, por ejemplo, pero no todo se reduce a la política paralamentaria. También habrá que tener en cuenta las influencias que tiene la configuración del mapa político parlamentario en los medios de comunicación y en la sociedad. Así pues, una victoria o un ascenso de partidos a la izquierda del PSOE podría desplazar el discurso centro-derechista hegemónico del país, lo que significa una oportunidad para empujar más desde abajo y a la izquierda. Por otro lado, en el caso de que se haya formado un gobierno progresista, existe el riesgo de la desmovilización al extenderse la idea de esperar a que cumplan los programas electorales en vez de continuar con la política del día a día. Y en el peor de los casos, que el caso del fracaso electoral de las izquierdas genere un ambiente de desilusión dando la sensación de que todas las esperanzas de mejora de las condiciones de vida de la clase trabajadora se desvanezcan y el fascismo sea el que recoja ese descontento. Estos puntos serían las posibles derivas y consecuencias de la ausencia de un proyecto político libertario como alternativa real a la Europa del capital, como proyecto que devuelva nuestra soberanía popular pisoteada por el capitalismo global y los Estados que lo imponen.
Personalmente, no haría campaña en favor de ningún partido, pero tampoco me interesa posicionarme como un amargado con su discurso anti-todo o repetir el mismo mensaje de los años ’90. Más que nada, porque necesitamos ahora mismo consolidar nuestro proyecto político y dejarnos de tonterías como la identidad, la pureza ideológica, de si es anarquista/revolucionario o no una cosa u otra, debates infinitos sobre cuestiones banales, mitología del ’36… para hablar de programas, líneas estratégicas, alianzas, soberanía popular, luchas sociales, hojas de ruta y todos aquellos temas que nos afecten como clase trabajadora de todos los géneros, de todas las edades, etnias, afiliación política/sindical/religiosa… Pues eso, que a mi lo de votar como que me la sopla un poco. Si me levanto vago un domingo o lo tengo ocupado o me queda lejos el colegio electoral, paso de votar. De lo contrario, si no tengo nada que hacer y me da por echar el voto, lo haría.