Introducción
Actualmente, nos guste o no, la tecnología ha adquirido un gran protagonismo en todas y cada una de las facetas de nuestra vida: en la forma de comunicarnos con los demás, en la forma a través de la cual obtenemos información y conocimiento, en nuestro trabajo, en nuestro tiempo libre, en qué hacemos y qué dejamos de hacer, en qué opinamos sobre ciertos temas, los medios a través de los cuales los colectivos toman decisiones, cómo son las protestas y revueltas, cómo nos van a sanar cuando enfermemos, cómo vamos a ser educados en la escuela,…
Quizás sea más rápido describir hasta que punto está la tecnología presente en nuestras vidas reflexionando acerca de este hecho: Algún aparato electrónico, nuestro o ajeno, nos rodea prácticamente desde el momento en el que nos levantamos de la cama hasta que nos acostamos.
Aún más, la tecnología hoy en día es causante de guerras por la obtención de los recursos, permite que el sistema financiero internacional sea tan desorbitadamente voluminoso y muchas de las empresas con mayor capital del mundo son empresas dedicadas únicamente al ámbito de la tecnología.
La tecnología, por tanto, emerge así como un factor que determina y moldea la sociedad y, así, otorga poder a aquél que la posea o controle. Los poderes políticos y económicos son buenos conocedores de esto y, ya desde hace mucho tiempo y cada vez con mayor contundencia, tratan de controlar, manejar y poseer el desarrollo, implantación y uso de la tecnología.
El Estado
Por un lado, el Estado busca proteger y defender los intereses económicos y estratégicos de las empresas, especialmente a las empresas cuyo negocio se basa en la propiedad de los derechos de autor, así como a las empresas que fabrican software, hardware y tecnología en general.
Por otro lado, el Estado también quiere protegerse a sí mismo y controlar lo mayor posible la tecnología y especialmente las comunicaciones. De esta manera, las instituciones del Estado han invertido una gran cantidad de recursos en desarrollar herramientas para vigilar y controlar a la población. Asimismo, podemos ver como el Estado quiere limitar y definir el contenido y las potencialidades que puede tener Internet y las nuevas tecnologías como recientemente hizo con la ley mordaza.
El poder económico
Los poderes económicos también se han blindado de elementos privativos sobre sus productos para hacer cada vez más indefenso y desposeído al usuario, y, en definitiva, convertir a éste en un individuo menos libre. Observamos como ya no solo el software es distribuido sin el código fuente que nos permitiría estudiar su funcionamiento y adaptarlo a nuestro gusto –algo que debería ser habitual cuando pagas por un producto como es un programa informático– ; sino que, de igual manera, cada vez más: equipos de sonido, coches, neveras, móviles y un largo etcétera se venden sin unos planos que te permitan a ti inspeccionar o modificar tu producto (si ese es tu deseo) o poseen elementos de protección como: carcasas soldadas o cerradas herméticamente, piezas de recambio muy limitadas, no estándar y específicas de cada modelo. De esta manera el comprador no puede, ni siquiera, analizar cómo funciona o tratar de mejorar su propio producto.
Al mismo tiempo, dichos poderes han aprovechado la tecnología para incrementar enormemente la economía de escala, reducir costes y aumentar la inversión en marketing y publicidad para crear un modelo de negocio basado en el consumismo y desechismo exacerbados. Una cuestión que de nuevo repercute en varios aspectos fundamentales de la vida social: menor libertad, dependencia del trabajo asalariado, aumento de la diferencia entre clases, explotación de los recursos humanos y materiales del tercer mundo, aumento descontrolado de la explotación del medio ambiente y pérdida de toda soberanía tecnológica (desde el proceso de auto-producción hasta el proceso de reciclado pasando por la auto-reparación).
La alternativa para los de abajo
A pesar de todo esto, muchas personas han encontrado en las tecnologías, especialmente en internet, fines comunitarios y empoderantes. Así, tenemos que destacar principalmente el movimiento por el software libre y el hacktivismo.
Para este artículo, me centraré especialmente en el movimiento del software libre. Este movimiento fue creado por Richard Stallman y nace con la intención de devolver la libertad al usuario de ver, modificar y compartir el código fuente del software que ha obtenido, ya sea de forma gratuita o comercial.
Cuando un usuario o una comunidad de usuarios tiene acceso al código fuente de un programa, éste o ésta es capaz de analizarlo para buscar agujeros de seguridad, puertas traseras, violaciones de privacidad, etc.; también es capaz de modificarlo para eliminar estas “funcionalidades” indeseadas y, por último, puede distribuir estos cambios de modo que toda la comunidad de usuarios se vea beneficiada por ello.
Este movimiento consigue así restar poder a las empresas productoras de software y a la vigilancia del Estado. El poseedor y controlador del software dejan de ser las empresas y pasan a ser la comunidad de usuarios y desarrolladores, y una mejora o modificación que haga uno de ellos pasa a formar parte de toda la comunidad.
Observamos como hay una gran concordancia entre la filosofía del software libre y los principios del comunismo libertario.
Más recientemente, la filosofía del software libre se ha extendido a otras áreas más extensas como así lo ha hecho con los diseños de hardware, creando lo que conocemos como hardware libre; o como ha ocurrido con las licencias Creative Commons para obras creativas. Aunque aplicadas a temáticas muy diferentes, todas han buscado alcanzar una forma de empoderamiento y retroactividad para / con la comunidad; en contra de la predominante filosofía de que empresas, instituciones o individualidades sean las poseedoras de la cultura, el arte o la tecnología. Y por extensión, se define la tecnología libre como toda aquella que es libre de usarse, inspeccionarse, modificarse y compartida; y por tanto no puede estar sujeta a patentes o licencias que restrinjan alguna de estas cuatro libertades. Análogamente surgen los conceptos de conocimiento libre y cultura libre.
En el fondo, se trata de: 1) Un cambio en la forma de entender la propiedad, desde una propiedad privada y jerárquica a una comunitaria y distribuida; 2) Transferir el poder, desde un poder de arriba a abajo, a uno de abajo a arriba; y 3) Recuperar la soberanía tecnológica, permitiéndonos autogestionar nuestras herramientas tecnológicas y no delegar ni depender en quién ha producido la tecnología según sus intereses. Los dos primeros elementos son fundamentales dentro del comunismo libertario, y el tercero se muestra condición necesaria para aspirar a una sociedad libre. Por tanto, el movimiento y la práctica anarcocomunista solo puede defender y usar tecnologías libres, y rechazar cualquier tipo de tecnología propietaria, controlada desde arriba.
Puede descargarse aquí el audio de la charla relacionada con este artículo.
Quasipodo