Muchas décadas han pasado desde que aquella generación, intentara poner en marcha un sistema en libertad, igualdad y fraternidad, hoy, ochenta años después, siguen habiendo resistencias, propuestas e iniciativas, que se podrían considerar continuadoras de la iniciada por las anarcosindicalistas de la CNT. Pero, también, es cierto, que la mayoría de estas iniciativas, no se ven reflejadas y referentes del anarcosindicalismo.
Éste desde aquel dramático exilio, ha continuado su andadura y siempre ha estado al lado de las trabajadoras, muchas veces encontrándose solo, en esa lucha. Pero también se ha visto enredado en luchas intestinas, debates eternos, que le hicieron perder, paulatinamente, un discurso que llegara a la gente. Quedándose muchas veces replegado de puertas para adentro, sin entender los cambios que se daban en la sociedad y sin darse cuenta de que la mayoría de ésta dejaba de tenerlo como referente y se alejaba o se mantenía indiferente ante sus debates. Muchas veces anclado en sus símbolos e identidad, sacando a relucir “su glorioso pasado” o cayendo en aptitudes autoritarias e inmovilismo.
No es menos cierto que éste continúa resistiendo a las embestidas del capital y ha servido de apoyo a muchas personas y movimientos sociales, pero ha perdido su influencia “política”, ya no es un referente ni para la mayoría de las nuevas generaciones de libertarias.
Alguna de las corrientes que se reclaman del anarcosindicalismo, se encuentra en una maraña, mezclada de sectarismo, expulsiones, desfederaciones… de la cual aún apenas han logrado salir.
La corriente mayoritaria, se encuentra, en mi opinión, en gran parte atrapada por unas estructuras que fueron diseñadas para un mundo laboral que desaparece y que no dan, en muchas ocasiones, respuesta a las precarias trabajadoras, que un día trabajan aquí y otro allá. Inmerso en un sistema de elecciones sindicales, en el cual dice participar de forma crítica, pero al que está más adaptado de lo que se debería y lejos de crear su propio sindicalismo. Vaciando de contenido este sindicalismo orquestado desde el propio sistema, para hacer de él, una herramienta poco eficaz. Así como un funcionamiento interno, que complica muchísimo la participación de personas sin recursos sindicales. Habiendo un abismo entre esas trabajadoras a los cuales aún les queda algún derecho y a una amplia mayoría la cual no tiene ninguno.
Por supuesto, sigue siendo necesario la organización de las trabajadoras, ésta es fundamental, quizá más hoy que nunca, tampoco se está afirmando que haya que renunciar a lo que se ha conseguido, ni a la representación en las empresas. Pero se ha de reconocer que hay una gran mayoría de personas a las cuales, no se les logra organizar, ni se identifican con el sindicalismo actual
Es necesario una organización menos rígida y más participativa, hace décadas que no se hacen cambios en nuestras formas de organización. A diferencia de los que nos precedieron que adaptaban las estructuras del sindicato, para ser útiles a la realidad laboral que vivían, como ejemplo, los sindicatos únicos o federaciones de industria. Ir a la calle y los centros de trabajo a preguntarle a la gente porque no acuden a nuestras convocatorias. Que la autogestión deje de ser una consigna para pasar a ser una realidad palpable y practicada dentro de nuestra organización, visible para las demás personas, dando apoyo, real, a las personas que deciden emprender iniciativas, aunque estás se salgan del sindicalismo puro y duro. Practicar el apoyo mutuo, acudiendo allí, donde se nos necesite y dejar de utilizar la ideología como arma arrojadiza, para englobar al máximo número de personas, tengan estas el ADN Rojinegro o no.
Ser oposición permanente y una crítica atroz no es suficiente, ni saludable, hay que tener humildad, escuchar a esas personas despolitizadas en vez de juzgarlas. El número es importante, pero si este no se traduce en militancia, en traspasar la puerta de nuestro centro de trabajo o local, sino se es capaz de conectar con las nuevas generaciones de jóvenes, es como un cascaron vacío de contenido. Como se va pretender cambiar nada, cuando vemos como la participación en la mayoría de asambleas es testimonial, es necesario preguntarse ¿Por qué?
Esto no es un ataque contra nadie, reconozco el esfuerzo de muchas compañeras, su lucha en los centros de trabajo y la represión que sufren, es simplemente una reflexión personal. Yo mismo me incluyo en la crítica, al no haber sido capaz en mis diez años de militancia anarcosindicalista de consolidar una organización y cumplir mínimamente mis objetivos.
De la revolución de 1936 debe quedar el sacrifico, la humildad y la construcción en el día a día de una sociedad paralela al sistema, con comportamientos y valores distintos. Es momento de debate y de perder miedos a renunciar a algunas de las cosas que siempre habríamos creído, en ese debate no sobra nadie y deberían estar todas las que creen en una sociedad sin jerarquías y explotación.
Ese es el reto de las organizaciones de hoy, si es que es posible que sean ellas mismas las que inicien ese camino, para volver a ser un referente de las trabajadoras. Ante la crisis y la paralización de las organizaciones institucionales, es el momento de retomar los valores del anarquismo que pregonamos. Intentando ser un reflejo, lo más cercano posible a la sociedad que decimos querer construir, poniendo en la práctica la democracia directa, el apoyo mutuo, la autogestión, adaptando nuestra organización a los tiempos que vivimos y dejando paso a las nuevas generaciones, para que construyan con sus errores y aciertos su propio camino. Abriendo los ojos a la realidad que nos rodea y escuchando a esas miles de personas que tanto están sufriendo. Siendo humildes y reconociendo que hay vida, más allá del anarcosincalismo, empapándonos mutuamente de la variedad de movimientos sociales y, sobretodo, poniendo el énfasis en la construcción y menos en la pura crítica que muchas veces la gente no comprende.
Debate, reflexión y acierto. Continuamos llevando un mundo nuevo en nuestros corazones.
ALEXIS POBLET MARCO.