En medio del crisol de organizaciones de todo tipo que afloran el día de la conmemoración por antonomasia de la clase obrera, el 1 de Mayo, viene al pelo analizar la situación del sindicalismo y las causas que lo han llevado a la actual desconexión con los y las trabajadoras.
Históricamente, el sindicalismo ha sido una de las corrientes que más en comunión ha estado con la clase obrera en el seno de sus problemas: el entorno laboral. A su vez, gracias a la lucha que ha surgido de este movimiento generalista (podríamos desgranarlo en función de sus matices, pero nos llevaría otro artículo), se han logrado cuantiosos triunfos para dicha clase, materializados en forma de derechos laborales; ahora básicos y esenciales, aunque antaño parecieran quiméricos y/o largoplacistas.
Sin duda, es innegable el papel de las organizaciones sindicales en tales luchas y victorias. Especialmente en épocas en donde la represión contra la movilización obrera estaba a la orden del día.
Inevitablemente me surge una serie de preguntas que iré respondiendo a lo largo del artículo.
¿ES QUE YA NO HACE FALTA EL SINDICALISMO?
Vivimos una época gloriosa para la paz social, adentrados en la entelequia de la clase media. Ahora ya no somos obreros luchando contra malvados explotadores, sino trabajadores con pretensiones de alcanzar una cierta estabilidad en nuestros puestos de trabajo mientras vivimos en un limbo de insana incertidumbre. Tampoco somos aquellos individuos fabriles, miembros de una cadena de producción fordista, que se pasan doce horas realizando la misma tarea de forma mecánica, sino sujetos hiperespecializados en tareas concretas trabajando en alguna empresa de cara amable en donde se valora tu magnífica “proactividad” y tu buena “gestión de las complicaciones”.
Antaño no había más derechos de los que imponía el propietario de la fábrica, actualmente nos venden la imagen del sacrificio por la empresa como algo necesario y unitario, buenrollista diríase. En una forma burda de menoscabar los derechos laborales de los que ahora nos beneficiamos, la apelación al sacrificio y al “todo por la empresa” (discurso similar al del patriotismo fascista con su “todo por la patria”), quien no sea capaz de someterse a tales designios, que se considere un paria y un mal ciudadano, que alguien ya estará dispuesto a hacer su mismo trabajo bajo esas condiciones.
Las malas prácticas empresariales no han cedido, llevan ahí desde que la sociedad es sociedad. Pero al igual que han ido variando en función de las distintas etapas históricas, esta vez se han metamorfoseado y adaptado a la vida contemporánea. Por lo tanto, se puede concluir que el sindicalismo es igual de necesario ahora que en el siglo pasado, pero que su discurso, tiene que estar en consonancia con los problemas actuales, alejados de la mirada dogmática y arcaica que a veces profesan.
SITUACIÓN DEL SINDICALISMO
No hay duda de que el discurso justificador de la explotación modernizada vociferado desde las clases dominantes ha calado en la mentalidad popular.
Es habitual escuchar o leer comentarios de compañeros y compañeras de clase trabajadora cargados de bilis contra los taxistas “que monopolizan el sector”, los “privilegiados” estibadores “que sólo cargan cajas en barcos”, los “subvencionados y prejubilados” mineros, los médicos “que cobran más que nadie” o los profesores “que tienen muchas vacaciones”. La cultura del sacrificio lleva unos años asentándose entre nosotros y su alternativa es un discurso victimista y anticuado, por parte del sindicalismo partidista, que se consume en sus propio incendio mientras empresarios, políticos y medios, avivan las ascuas con su propaganda anti-sindical.
Bajo este paradigma, no es sorprendente que la afiliación de los dos sindicatos mayoritarios del estado español (CCOO y UGT) haya bajado en sus cuatro últimos años un 21%, pese a suceder en un contexto de inestabilidad política y económica y con una clase obrera azotada por cuantiosos recortes y dos reformas laborales abrumadoras.
Esto no sería un problema grave si se tradujese en un aumento sustancial en la afiliación del sindicalismo alternativo o de clase, pero muy al contrario, la mayoría abandona con resignación la militancia sindical.
MOTIVOS DE LA BAJA AFILIACIÓN: LA FALTA DE CONCIENCIA DE CLASE, DESCONFIANZA Y ALTERNATIVAS POCO VISIBLES
A raíz de todo lo analizado, es bastante previsible saber por dónde van los tiros de la pésima situación del sindicalismo en España.
Por un lado tenemos la baja credibilidad de estas organizaciones, ocasionada por la propia actitud de los grandes sindicatos estatales: sumidos en tramas de corrupción, afinidad y dependencia de distintos partidos políticos, falta de representatividad y acción visible, abandono hacia los desempleados, la extrema burocratización, las subvenciones públicas, las figuras poco representativas del comité de empresa y el delegado sindical…
Por otro, a pesar de la cantidad de bazas que muestra el sindicalismo estatista, las alternativas sindicales de clase no acaban de ser una fuerza de choque suficientemente potente. Muy a menudo por su falta de visibilización, su anclaje a una jerga y unas praxis arcaicas y poco adecuadas para la sociedad actual y sobretodo, por la cantidad de luchas intestinas que rompen con cualquier ápice de unidad, enfrentando y atomizando (más si cabe) a obreros conscientes, fomentando así el descontento general y fomentando el prejuicio anti-sindical.
Por último, todo esto no se puede entender sin un contexto un poco más social; es decir, la realidad material en la que vivimos.
La mentalidad posmoderna fomenta la representación del individuo contra el mundo. La referencia para un obrero o un estudiante ya no es una turba de obreros enfadados exigiendo derechos a cualquier precio, sino la figura del emprendedor. De aquél personaje “hecho a sí mismo” y fuera de todo contexto que ha sido capaz de, mediante esfuerzo y dedicación, superar la lucha de clases llegando a formar parte de la clase dominante en vez de acabando con las clases en sí.
Esta mentalidad, de notable influencia visible en la actualidad, fomenta la alienación del trabajador respecto a su clase y le acerca a la aceptación de las normas sociales convenidas por el aparato de dominación. Es decir, las clases populares acaban sintiendo como suyos los intereses de las clases dominantes aunque supongan una contrariedad con sus intereses propios.
ALTERNATIVAS: LO QUE TODAVÍA PODEMOS HACER
En este clima de pesimismo y llanto, abogo por aportar algunas soluciones que pueden ayudar al sindicalismo a encontrar la luz al final del túnel en el que se halla sumido.
Para los sindicatos de clase
– Aprovechar la tesitura de descontento generalizado con los sindicatos estatales para deslegitimarlos y postularse como alternativa viable.
– Aumentar la presencia en conflictos no exclusivamente laborales, sino también fomentar el activismo y la interrelación con colectivos políticos no estrictamente laboralistas (ej. Can Vies, desahucios, Rodea el Congreso…)
– Mayor y mejor presencia en Internet. Fortalecer el contenido a recursos online y la comunicación a través de redes sociales, aprovechando la ventaja que nos brinda la descentralizada red, como contramedida hacia los medios generalistas.
– Abandonar el discurso anticuado, regenerándolo y adaptándolo a las necesidades actuales. Aunque las opresiones no sean distintas, la forma de oprimir si lo es y por lo tanto, hay que responder con alternativas dialécticas a la altura.
– Anteponer la unidad de los trabajadores a los problemas internos e interorganizacionales, como forma de evitar la tan perjuiciosa ruptura de la clase obrera.
Para los trabajadores sindicados
– Fomentar la afiliación en el entorno laboral y la participación de todos los trabajadores, argumentando sobre la necesidad de hacerlo.
– Mediar en los conflictos que se produzcan en el entorno laboral y fomentar la convivencia entre trabajadores, pese a ser de ramas distintas.
– Conocer las necesidades y ser consciente de la situación de los compañeros y las compañeras del entorno laboral.
Para los trabajadores no sindicados
– Buscar activamente alternativas sindicales que se adecúen a nuestra forma de actuación y a la rama profesional.
– Afiliarse en un sindicato que responda a las expectativas y por supuesto, militar en medida de lo posible, ya que sin acción no hay consecuencia positiva.