Por Borja M. Barriobero (https://twitter.com/borjalibertario)
Para entender la Revolución asturiana de 1934, así como la Revolución social puesta en marcha en 1936, hay que estudiar atentamente las innumerables acciones e insurrecciones que el proletariado hispano llevó a cabo desde los albores del asociacionismo obrero en la década de los sesenta del siglo XIX. La revolución de la que nos vamos a ocupar en el presente artículo, la de Asturias, la que hizo nacer la “Comuna asturiana”, nombre que recibió en honor de la memorable Comuna de París, no puede entenderse como una acción espontánea realizada por una masa de incontrolados obreros que sabían lo que tenían que destruir pero no qué construir, sino todo lo contrario. La revolución de Asturias tiene sus raíces en la conciencia popular, en más de medio siglo de luchas e insurrecciones, que lejos de solo servir para asustar a la vieja oligarquía parasitaria y aristocrática, también servía para entrenar a la clase trabajadora para su fin más preciado, esto es, la emancipación, por vía revolucionaria, económica, política y cultural de la clase trabajadora. Este entrenamiento, al cual un ilustre líder anarquista como fue Joan García Oliver llamaría gimnasia revolucionaria, sirvió al proletariado para pensar y organizar, en todos sus aspectos, la nueva sociedad que estaba aun por nacer.
Pero para entender la insurrección asturiana primero hay que entender la evolución de la Segunda República española nacida el 14 de abril de 1931. Todas las promesas y discursos del republicanismo liberal, así como las del socialismo democrático, que se hicieron en los Pactos de San Sebastián, fueron diluyéndose cada vez más en el pozo de las miserias de la clase trabajadora, pues ninguna de las reformas prometidas llegaba a tiempo ni arreglaba el problema de raíz que fustigaba día y noche al proletariado. Cuando llegó al poder del gobierno, tras las elecciones del 19 de noviembre de 1933, la CEDA de José María Gil Robles junto con el Partido Radical de Alejando Lerroux, el fracaso de la República como solución de los problemas al pueblo español se hizo más que patente. De esta forma la CNT se dirigía a la UGT, la cual desde un primer momento había defendido a la Segunda República española.
“Causas ajenas a la organización confederal en general, impidieron a ésta dirigirse antes a la clase trabajadora, como hubiera sido su deseo. Reunido el pleno nacional con la representación de todas las regionales, estudió detenidamente la situación política y social de España, constatando que, tanto las libertades individuales como los derechos ciudadanos se encuentran en la actualidad restringidos y conculcados como en los peores tiempos de la monarquía. Los daños de represión consecutiva por parte de los elementos republicanos y socialistas que han gobernado el país, han dado la razón, a lo propagado por la Confederación Nacional del Trabajo en el sentido de que la República, como todos los regímenes conservadores y democráticos, no puede dar satisfacción a las necesidades y aspiraciones de la clase trabajadora.
Y considerando que la conducta de la República española tiende a conducir al país a la implantación del fascismo, el Pleno determina marcar la posición de la organización, demostrando a través de ella a la clase trabajadora que la Confederación Nacional del Trabajo, respondiendo a su trayectoria revolucionaria, y atenta a las manifestaciones de los organismos representativos de la U.G.T., está dispuesta, como siempre, a contribuir con todas sus fuerzas a todo movimiento revolucionario que tienda a la manumisión de toda, pero toda, la clase trabajadora, sin que esta manifestación harto conocida implique compromiso o pacto alguno con fuerzas o partidos políticos.
Por lo tanto, la Confederación Nacional del Trabajo emplaza a la U.G.T. a que manifieste clara y públicamente cuáles son sus aspiraciones revolucionarias. Pero téngase en cuenta que al hablar de revolución no debe hacerse creyendo que se va a un simple cambio de poderes como el 14 de abril, sino a la supresión total del capitalismo y del Estado.
Aceptan y acuerdan por unanimidad Andalucía, Centro, Galicia, Cataluña, Baleares, Norte, Asturias, Levante, Aragón, Rioja y Navarra.”
Con la publicación de este texto, se dejaba patente la necesaria alianza revolucionaria de las distintas organizaciones obreras para hacer la ansiada revolución, aprovechando la llegada al poder del “fascismo blanco” de Gil Robles y Lerroux. Las agitaciones obreras en las calles de la geografía española empiezan a expandirse rápidamente para impotencia del gobierno. Entre huelgas y manifestaciones llega octubre de 1934, la clase obrera asturiana también proclama la huelga general revolucionaria y se lanza a por el todo, dominando toda la cuenca minera y la región de Oviedo.
Sonaban campanas de guerra por toda España, pero especialmente en la zona minera asturiana. En marzo de 1934, la CNT firma finalmente el tan ansiado pacto de unión obrera y sindical con la UGT con el objetivo exclusivo de aunar fuerzas para el cometido final: la revolución social. Se perfilaba así la guerra proletaria contra el régimen burgués y el “fascismo blanco” que gobernaban la República española.
Ya es octubre en aquella España del proletariado revolucionario, de la agitación sindical, del ojo por ojo contra la patronal. Y más que carbón, lo que se respira en toda la cuenca minera es olor a emancipación. La revolución, aun así, no se expande por toda la geografía española, sino que se perfila en Asturias, en forma de revolución obrera, y en Cataluña, en forma –aparentemente- de revolución política.
La revolución en Asturias no fue un acto espontáneo, por sus formas y procedimientos parecía que llevaban años preparándolo al dedillo en un despacho, pues para sorpresa de muchos (del Estado principalmente) las defensas del Gobierno fueron barridas el primer día por la clase trabajadora. Los revolucionarios se hicieron dueños completos de Asturias en 24 horas. Quizá, y así lo asegura el periodista anarquista Manuel Villar, el primer triunfo de esta revolución se debió a que no tuvo adjetivos, es decir, no fue una revolución socialista, anarquista o bolchevique, sino una revolución hecha por todo el pueblo asturiano, por todos los elementos ideológicos y procedimentales, incluso por los sin partido y sin organización. Era una revolución hecha por todo el pueblo y para todo el pueblo.
Los primeros conatos revolucionarios empiezan en la madrugada del 5 de octubre de 1934. En pocas horas la insurrección se va extendiendo por toda la cuenca minera, desde Avilés a Gijón, pasando por Pola de Lena y Puerto Pajares, e incluso hasta Palencia y León. La dinamita fue el arma más poderosa de los revolucionarios, sobre todo hasta que socializaron las fábricas de armas, pues gracias a la dinamita cercaron todos los cuarteles de la Guardia Civil para así tener toda Asturias bajo su control en escasas horas. Con cada población que va siendo liberada por el proletariado revolucionario, se establece rápidamente un sistema anticapitalista, anarquista allá donde la CNT tenía mayor presencia, y bolchevique allá donde la UGT (junto al PCE) era mayoritaria. En la mayoría de lugares quedó suprimida la circulación del dinero y el consumo, ante el desabastecimiento, quedó reglamentado por un comité de abastos y otro de distribución. Como intérprete de la voluntad popular y de las demandas de la propia revolución, la Alianza Obrera (CNT, UGT, PSOE y PCE) establecía un Comité Revolucionario en cada Concejo (municipio) que tuvo como función establecer las medidas y normas necesarias para el curso positivo de la insurrección obrera. Las distintas directrices que lanzaban cada Comité revolucionario era un ejemplo gráfico de las distintas doctrinas ideológicas que componían la revolución asturiana. Este ejemplo se podía ver perfectamente en el Comité revolucionario del Concejo de Mieres, el cual era bolchevique cien por cien, y el Concejo de Grado, el cual era de filiación anarquista. Así mismo, la población de Sama se convirtió en el cuartel general del socialismo y bolchevismo, mientras que La Felguera fue la central del anarquismo y anarcosindicalismo.
En el aspecto económico y de consumo los procedimientos fueron muy diversos, según si la zona era más afín al socialismo o al anarquismo. Incluso en muchas localidades los comités revolucionarios eran mixtos y estaban compuestos de igual manera por socialistas, comunistas y anarquistas. Se pudieron ver pueblos donde la moneda fue integralmente abolida, en otros se requisaron los bienes de consumo para proceder a su reparto equitativo, en otros tan solo se requisan y reparten los bienes de consumo más indispensable para repartirlos igualitariamente mientras se mantiene el dinero para conseguir otros productos no considerados elementales. Pese a que parece que Asturias entera ha sido liberada por los revolucionarios, los hombres del General López Ochoa y del General Bosch comienzan a llegar a las distintas regiones asturianas, con la inestimable ayuda de los Regulares de África, para sofocar el último reducto de la revolución.
¿Cómo fue la reorganización económica? Tal empresa fue abordada desde diversos flancos, por una parte tenemos el sector del abastecimiento, el cual se caracterizó por el hecho de que cada Comité revolucionario se hizo cargo de socializar los productos de primera necesidad ante el desabastecimiento provocado por la insurrección. Todo establecimiento dedicado a los comestibles quedaba en manos de los revolucionarios. Se adjudicaron una serie de delegados por barrio, los cuales participaban en los Comités de Abastos fijando la cantidad de productos necesarios para las familias de cada barriada. En el aspecto laboral también se constituyeron Comités de Trabajo, con la función de organizar las jornadas laborales, las horas y los niveles de producción, sobre todo en las fábricas de armas y en las minas. Tanto sanidad como transporte son también dos sectores totalmente socializadas y volcados a favor de las demandas de la revolución. Uno de comités más importantes en el devenir de la insurrección fue el llamado Comité de Guerra el cual era el encargado de utilizar teléfonos y enlaces para unificar a todos los Comités de Asturias, para que hubiera una perfecta coordinación y armonía entre éstos y siempre se tuviera constancia de cuantos hombres hay en la batalla, cuantos en reserva y cuantos haciendo función de orden público (vigilando los pueblos y servicios de información).
Para poder estudiar el papel del anarquismo en la Revolución de Asturias debemos poner nuestros ojos en el concejo de Langreo, concretamente en la población de La Felguera. Esta parroquia fue sin duda alguna el centro vital de la emanación del anarquismo en la insurrección asturiana de 1934. La Felguera fue el punto más importante de la lucha social en toda Asturias desde hacía décadas, llegando a albergar a unos cuatro mil militantes en el sindicato CNT de la zona. El ambiente que se respiraba en aquella región metalúrgica era de lucha, solidaridad y ansias de libertad. Los valerosos proletarios anarquistas de La Felguera demostraron con coraje y con valor que nada tenían que envidiar a las poblaciones de mayoría socialistas, como Sama. La parroquia comunista libertaria por excelencia supo cumplir muy bien su función para con la revolución al igual que para la propia población. Sin aplastar la iniciativa popular y respetando la libertad del individuo, La Felguera mostró un claro ejemplo de organización coherente, racional y eficaz en todos sus aspectos.
Los primeros chispazos revolucionarios de La Felguera y del concejo de Langreo los encontramos el día 4 de octubre, a un día del comienzo de la insurrección. Los hombres de La Felguera se preparan toda la noche para tal empresa y reúnen los 400 fusiles, las 6 ametralladoras pesadas y la abundante dinamita con la que cuentan. Los obreros no aguantan más las ganas de lanzarse a luchar contra quienes durante siglos han oprimido y vilipendiado al proletariado. El primer ataque por parte del movimiento anarquista de La Felguera se produce en la toma del Cuartel de la Guardia Civil. Dicha toma fue tremendamente dura y encarnizada, por lo cual los revolucionarios ordenaron a los habitantes de las casas colindantes que abandonaran sus viviendas en aras de evitar muertes inocentes. Finalmente, a las tres de la madrugada se consigue tomar el cuartel, mediante el uso de dinamita, causando la muerte a dos guardias civiles y a una de sus mujeres. Por la parte de los revolucionarios, cayeron en combate dos hombres. El resto de guardias civiles acaban rindiéndose ante el proletariado en armas.
A partir de este suceso, se pusieron manos a la obra con el triunfo de la revolución en toda la zona. El ayuntamiento quedó en manos del Comité Revolucionario, la iglesia fue incendiada, el convento de los frailes dominicos incautado y se socializaron los medios de producción y los víveres de primera necesidad. Seguidamente, ya afirmado el nuevo orden revolucionario, se hizo una gran asamblea popular donde asistió toda la población y se ratificaron los miembros del Comité Revolucionario, el cual se encargó de la reorganización económica y social sobre los preceptos del anarquismo.
El triunfo total del comunismo libertario en La Felguera hizo que el ideal anarquista se expandiera por todo el concejo rápidamente. Uno de los municipios donde llegó el anarquismo fue Valdesoto, el cual emitía esta nota una vez triunfada la revolución:
“El Comité Revolucionario de Valdesoto, al pueblo en general
Triunfante la Revolución social en infinidad de pueblos de Asturias y provincias, este comité se pone en relación con el pueblo para daros a conocer lo siguiente:
Según acuerdos del pueblo reunido queda abolida la propiedad privada y con ésta la moneda. El pueblo para mantener sus necesidades alimenticias o de otra índole debe dirigirse a los comités de reparto residentes en Lagarón y Paes los cuales entregarán vales para dirigirse a los comercios por toda clase de artículos.
El comité revolucionario advierte a todos aquellos compañeros que no se hayan incorporado al movimiento se den cuenta de la falta moral que cometen, y lo hagan inmediatamente. Si algún comerciante o almacenista se negase a dar artículos será inmediatamente juzgado por el Tribunal del pueblo.
Viva el Socialismo Libertario
EL COMITÉ”
Oviedo fue sin duda alguna el centro neurálgico de la revolución de Asturias y la población con mayor importancia, tanto para el bando revolucionario como para el propio gobierno republicano. En esta ciudad, el Comité Revolucionario no contó en un primer momento con los delegados de la CNT, pues eran mayoría los socialistas y así pretendieron mantenerse. De forma paralela los anarquistas conquistaron un buen puesto y una muy buena consideración mediante sus acciones e iniciativas.
Pero Oviedo no cae rápidamente en manos del proletariado revolucionario, cosa que acabará por pasar factura al devenir total de la insurrección. La Guardia de Asalto y los soldados del ejército español se habían afincado de buena manera en la Catedral de Oviedo; por una parte la CNT propone derribar el edificio mediante dinamita para acabar con el último reducto de la reacción, mientras que los socialistas instan a mantener la joya arquitectónica de la ciudad, como si la cantidad de vidas humanas que se estaban perdiendo fueran menos importantes que un elemento arquitectónico. Tal respeto a la Catedral acabó siendo un error táctico enorme, reconocido más tarde por los mismos socialistas, que no hizo más que prolongar la lucha encarnizada por toda la ciudad haciendo aumentar el número de vidas revolucionarias perdidas en la contienda. Ante tal situación, los socialistas acaban aceptando a los delegados cenetistas en el Comité Revolucionario viendo que las críticas e indicaciones de los anarquistas habían sido certeras.
El día 11 de octubre, ante la situación fatídica que está sufriendo Oviedo, y la cantidad de fuerzas republicanas que están llegando a la cuenca minera, el Comité llega al acuerdo doloroso de dictaminar que el movimiento revolucionario había tocado a su fin y que no podía vencer de ninguna manera. Incluso con la victoria ya en manos del Gobierno republicano, sus fuerzas de choque no muestran piedad alguna y hasta el último momento siguen aterrorizando a la población asturiana. Así lo explicaba en una nota el Comité Provincial Revolucionario el 15 de octubre:
“Estad prevenidos, hermanos proletarios; nuestra revolución sigue su marcha ascendente. De esta realidad que nadie se aparte; de nuestra potencia es un exponente la debilidad de las fuerzas enemigas, acusada en los procedimientos asesinos que emplean en la lucha, penetrando en las casas de Oviedo de los barrios pobres y degollando con la gumia en uso en las cabilas del Rif seres inocentes, niños en presencia de sus madres, provocando la locura de éstas, mártires por muchos conceptos, para luego rematarlas con fruición demoniaca.”
La Comuna de Asturias recibió el golpe mortal del cual no se repondría al caer Oviedo en manos del Estado. La revolución tocaba a su fin. La ciudad más importante había caído, la huelga general había sido sofocada en toda España y Lerroux-Gil Robles tenían las manos libres para aplastar a aquel pueblo que se había levantado contra la opresión. El 18 de octubre de 1934 tocaba a su fin oficialmente la revolución de Asturias, y así lo anunciaba el Comité Provincial Revolucionario en el que sería su último comunicado:
“A todos los trabajadores:
El día cinco del mes en curso comenzó la insurrección gloriosa del proletariado contra la burguesía, y después de probada la capacidad revolucionaria de las masas obreras para los objetivos de gobierno, ofreciendo alternativas de ataque y defensa ponderadas, estimamos una tregua de lucha, deponiendo las armas en evitación de males mayores. Por ello, reunidos todos los comités revolucionarios con el provincial, se acordó la vuelta a la normalidad, encareciéndoos a todos os reeintegréis, de forma ordenada, consciente y serena, al trabajo. Esta retirada nuestra, camaradas, la consideramos honrosa por inevitable. La diferencia de medios de lucha, cuando nosotros hemos rendido tributo de ideales y de hombría en el teatro de la guerra, y el enemigo cuenta con elementos modernos de combate, nos llevó por ética revolucionaria a adoptar esta actitud extrema. Es un alto en el camino, un paréntesis, un descanso reparador después de tanto ‘surmenaje’. Nosotros, camaradas, os recordamos esta frase histórica: Al proletariado se le puede derrotar, pero jamás vencer.
¡Todos al trabajo y a continuar luchando por el triunfo!
18-10-1934.”
Al día siguiente, la clase trabajadora volvía al trabajo con normalidad, como habían hecho hasta ahora, pero sabiendo que la victoria para el proletariado llegaría tarde o temprano, y que por ello no había que bajar la guardia. Esta fue la historia de la Comuna asturiana.