
A siete kilómetros de Donostia se encuentra la bahía de Pasaia o Pasaiako badia en euskera, lugar icónico de la geografía guipuzcoana. Allí, en 1984 se produjo un macabro crimen. Nos situamos en el lugar de los acontecimientos, son cerca de las diez de la noche del 22 de marzo. Una zodiac se acerca al núcleo de Pasai Donibane, a bordo van cinco personas y una perra. Desde unas rocas cercanas una linterna se enciende y se apaga tres veces. Es la señal convenida con Rosa Jimeno para que se acerquen a amarrar, no hay peligro a la vista. La zodiac llega hasta la ubicación. Entre la penumbra de la noche lanzan un cabo a Rosa para estabilizar el bote. Dos de los viajeros descienden. Joseba Merino, que aquel día tripula la embarcación motorizada, se agacha para coger a su perra. Pide a uno de sus compañeros que le ayude, cuando lo hace por segunda vez, se escucha alto y claro un «Alto, policía». Sin tiempo para reaccionar un disparo surca la bahía. Dos segundos más tarde suena una ráfaga de disparos interminable. Dos de las personas y la perra mueren en el acto debido a los múltiples impactos. Los otros tres hombres han saltado al agua, librándose por el momento de la matanza. Tras un minuto en el que tratan de huir a nado, son detenidos con la ayuda de dos embarcaciones del cuerpo especial de actividades subacuáticas de la guardia civil. Han llegado rápidamente desde la otra orilla con focos de luz con los que consiguen detener a los escapistas. Los tres detenidos son identificados en las mismas rocas. A Joseba Merino le preguntan si es el coronel, a lo que él contesta que simplemente es Josua, dando un nombre falso. A punta de pistola le apartan de las otras dos personas, las cuales son identificadas como Rafael Delas, ‘Txapas’ y Dionisio Aizpiru, ‘Kurro’. Tras ello, un agente pronuncia con rotundidad la sentencia, «vais a morir». Son abatidos con una nueva ráfaga de disparos. El fusilamiento tiene lugar ante la estupefacción de Joseba. Rosa, la cual tenía una cuerda atada a los pies, había sido tirada al suelo al principio de la emboscada y después subida al paseo superior en el que se situaban la mayoría de los agentes. Más tarde son identificadas las otras dos personas asesinadas, son José Mari Izura ‘Pelu’ y Pedro Mari Isart ‘Pelitxo’.
Para explicar el contexto de lo sucedido en la bahía de Pasaia, hay que hablar de quiénes eran estas personas y de la coyuntura de aquellos años. Los ochenta son conocidos como los años de plomo. En un contexto internacional de ruptura con esquemas anquilosados surgen diversos grupos armados de diferente índole por todo el globo. En el estado español son reconocibles ETA, GRAPO o los GAL, grupo parapolicial creado por el gobierno del PSOE en su guerra sucia y principal exponente del terrorismo de estado. Entre los grupos armados, quizá sean menos reconocibles los Comandos Autónomos Anticapitalistas (CAA). Sus miembros apuestan por una horizontalidad mayor en la toma de decisiones y por encaminar su lucha hacia una liberación de la clase trabajadora internacional, aunque también se encuentra entre sus objetivos la independencia vasca. No comparte la ideología marxista-leninista de ETA, ni el camino reformista de los partidos de la izquierda abertzale. Algunos de sus miembros han roto con estas corrientes, mientras que otros son cercanos a posturas ácratas, influenciados sobre todo por el autonomismo. Van por libre, algo que genera muchas enemistades, incluso en el seno del independentismo vasco.

La banda estuvo activa desde finales de los setenta hasta ese mismo 1984, año en el que terminarían por disolverse sin ningún comunicado oficial. Un mes antes de la emboscada, los CAA habían decidido asesinar a Enrique Casas, senador del PSOE, miembro de UGT y candidato al Parlamento Vasco. Justificaron esta ekintza por considerar a Casas uno de los principales valedores de los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación). Más adelante Ricardo García Damborenea, secretario general del PSOE en Vizcaya, confirmó ante el juez Garzón que los precursores de este grupo armado habían sido José Barrionuevo, Rafael Vera, Txiqui Benegas, Julián Sancristóbal, Ramón Jauregui y Enrique Casas, además del propio Damborenea. A su vez apuntó que el principal responsable había sido Felipe González, presidente del gobierno español.
El asesinato de Casas fue muy criticado por círculos abertzales, los cuales temían una respuesta del estado español o la pérdida de rédito electoral en el caso de los reformistas. Tras este crimen, que sorprendió al estado, ya que no esperaban que los Comandos Autónomos pudiesen llegar hasta una de las cabezas visibles del PSOE, comenzó a gestarse la venganza que culminó en la bahía de Pasaia.
En sus primeras pesquisas, la policía localizó un coche vinculado a los Comandos que podría llevarles hasta alguno de sus miembros, daba igual que estos no tuvieran que ver con el asesinato de Casas. Pusieron dicho automóvil bajo vigilancia hasta que el 18 de marzo de 1984, Rosa Jimeno fue a moverlo a Donostia. La joven fue detenida al momento llevando encima un teléfono francés apuntado. En comisaría no se notificó su detención, acababa de entrar en vigor una ley antiterrorista mediante la cual una persona podía ser retenida durante siete días sin pruebas ni notificación de ningún tipo a abogados o familiares. Más tarde aumentaría el plazo a diez días. La virulencia de este secuestro legal por parte del estado se aplicó especialmente en el territorio vasco debido al Plan de la Zona Especial Norte, elaborado por José Barrionuevo, ministro del interior por el PSOE. La aplicación de este plan se tradujo en infinidad de torturas y decenas de asesinatos. Recomiendo en este punto el documental Carpetas Azules en el que se habla de las miles de torturas cometidas durante años por la «democrática» policía española, sobre todo en el territorio vasco. Es desgarrador escuchar algunas declaraciones. Por su parte, Rosa denunció haber sido sometida a golpes, electrodos, la bañera o una constante humillación física y psicológica. Las torturas llegaron hasta el punto de ser obligada a llamar a casa de sus padres para decir que estaba en casa de una amiga embarazada que necesitaba ayuda. También hizo lo mismo en su puesto de trabajo. Lo hizo con una pistola en la sien por parte de sus secuestradores. Sus padres debieron notar algo en su tono de voz y fueron a comisaría a las pocas horas, no se creían la versión que les había dado su hija. Allí les notificaron que no había ninguna mujer detenida con ese nombre y así era, Rosa había sido registrada con otro nombre. Las torturas llegaron hasta el punto de amenazar con asesinar a su sobrino de siete años, lo cual quebró definitivamente a Rosa. Debido a que portaba su teléfono fue obligada a concretar una cita con ‘Kurro’, su pareja, que en aquel entonces residía en el estado francés, concretamente en Ziburu. Lugar desde el que saldría la zodiac el 22 por la noche. Rosa sería el cebo de la emboscada. A cambio de la traición, la policía se comprometió a no hacer daño a los detenidos siempre y cuando estos no disparasen. Rosa empezó a sospechar que no cumplirían su palabra al ver cómo cargaban el arsenal de armas en comisaría.

Rosa no pudo confirmar la muerte de sus compañeros hasta días más tarde. Varios agentes le dijeron en primera instancia que no habían matado a nadie, pero no se lo podía creer ante la cantidad de disparos que escuchó. Joseba Merino siempre ha defendido que él no fue asesinado junto al resto de sus compañeros porque necesitaban a alguien que cargase con la pena del asesinato de Casas. Además, él era el responsable de infraestructuras de los Comandos y con su detención quizá pudieran sacar más información sobre otros miembros del grupo. En la estrategia de su defensa Joseba argumentó no haber estado en la bahía de Pasaia, pero cuando le cayeron 53 años en relación con el asesinato de Casas habló sobre la matanza ocurrida en Pasaia en 1984. Por cierto, Pablo Pego Gude, supuesto ejecutor del senador Casas, sería asesinado a su vez por la guardia civil ese mismo año.
Tras la emboscada, la policía creó una máquina de fango que distorsionaba lo que allí había sucedido. El levantamiento de cadáveres no se hizo en el lugar de los hechos, fue a 800 metros y no contó con un juez forense. La policía en su atestado defendió que desde la zodiac abrieron fuego y que no tuvieron más opción que dispararles. No aportaron pruebas que confirmarse esta versión, como casquillos de balas o marcas de disparos en la zona en la que estaban los agentes. Para confirmar su excusa llevaron a una joven pareja como testigos auditivos. Estas dos personas habían sido retenidas antes de la emboscada y solo pudieron confirmar que habían escuchado un «Alto, policía» e infinidad de disparos. En declaraciones posteriores una de estas personas concedió una entrevista en la que apuntaba que no habían oído nada en realidad y que la policía les obligó a dar esta versión. A su vez, medios como ABC dieron por válida la versión de la policía, sirviendo como altavoz informativo del terrorismo de estado.
En la autopsia, el forense encontró 113 orificios de bala repartidos entre los cuerpos de los cuatro jóvenes. Además, entre los orificios, había heridas de postas. Esto es, un proyectil que lanza infinidad de munición a forma de metralla utilizada en caza mayor y que es ilegal en la policía. Los abogados de las familias siempre han defendido que hubo un invitado especial en la venganza por la muerte de Casas, persona misteriosa esta que llevaría su arma personal a la emboscada. La versión de las postas fue confirmada por la familia de Rafael Delas. Denunciaron que cuando les fueron a entregar las propiedades del joven asesinado les dieron una bolsa con los casquillos de las postas y después, tras argumentar un error, se rieron de ellos, dándoles ya sí sus objetos personales. Su hermana también relata en el documental Pasaiako Badia las llamadas recibidas en su domicilio por parte de la policía para reírse de la muerte de ‘Txapas’.

Entre las irregularidades cometidas y las viles humillaciones también hay que destacar las cargas que los agentes realizaron en el entierro de José Mari Izura ‘Pelu’. A su vez, tampoco se explica la desaparición de las fotografías en la inspección ocular del lugar del crimen o el vídeo que hicieron durante la autopsia. Pruebas que podrían haber ayudado a esclarecer un caso que el estado nunca quiso resolver.
Además de los 53 años que le cayeron a Joseba Merino, de los cuales cumplió 17, Rosa Jimeno permaneció tres años en prisión por colaboración con banda armada. Las familias y el ayuntamiento de Azpeitia, localidad de donde provenían dos de los jóvenes asesinados, han reabierto el caso en diversas ocasiones, tratando de llevarlo al Tribunal Constitucional o al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo. Siempre se han topado con la desestimación o el ninguneo por parte de la judicatura. Sobra decir, por tanto, que ninguno de los asesinos fue juzgado por esta matanza. El agente nº12983 llegó a declarar que en la acción habían participado más de 100 policías, GEOs venidos de Guadalajara o la guardia civil con cuerpos especiales como el de actividades subacuáticas. Cientos de personas que nunca aportaron más que la escueta versión oficial dada. En 1986, Joseba Merino leyó un reportaje sobre un atentado de ETA, en el cual aparecían fotografías donde salían varios policías, entre ellos identificó a alguno que había participado en la emboscada de la bahía de Pasaia. Joseba trató de denunciar a estas personas, aportando como prueba las fotografías, pero recibió como única respuesta que era imposible identificarlas. Curioso, cuanto menos, cuando el principal testigo ya les estaba identificando. Recientemente, después de que se reabriera nuevamente el caso, sí que hubo una rueda de reconocimiento, pero Joseba no reconoció a nadie, algo que según defiende públicamente, ya esperaba de antemano. O bien porque entre los agentes que habían llevado a la rueda de reconocimiento no había nadie que hubiera estado en Pasaia o bien porque cuarenta años después es muy difícil identificar a una persona.
Por su parte, el juzgado de instrucción de Donostia cerró el caso señalando que hubo cuatro delitos de homicidio por parte de la policía pero que no era posible acreditar quiénes lo cometieron. Además, el gobierno vasco ha llegado a hablar de «ejecución extrajudicial» y de «caso paradigmático de violación grave de los derechos humanos» en un informe encargado a la Universidad del País Vasco. Aunque no se hiciera justicia, los movimientos sociales de Euskal Herria no han olvidado esta matanza. En las rocas en las que fueron asesinados, cuatro siluetas blancas recuerdan el crimen sin resolver. Además, en el paseo superior, una placa no les olvida, aunque ha sido arrancada y vandalizada en diversas ocasiones. En ella se puede leer «El pueblo no perdona». A su vez, en Azpeitia un monolito fue creado en su memoria y cada 22 de marzo se reúnen allí familiares y amigos para recordarles.
Es importante señalar aquí que el vendido como estado de derecho no es tal y que no entra en la cabeza como las personas que compran el marco de la socialdemocracia aceptan este monopolio de la violencia sin cortapisas por parte del estado. Un estado supuestamente democrático que es capaz de fusilar a civiles. Sean cuales sean las circunstancias o acciones de estos no podemos aceptar un marco en el que las víctimas por parte del estado son olvidadas, ninguneadas e incluso sus muertes son justificadas por parte de buena parte de la opinión pública. Con casos como estos se demuestra que la legislación no se aplica por igual a todos. Como ejemplo tenemos a los terroristas de los GAL, cuyos miembros consiguieron impunidad estatal y tan solo llegaron a cumplir penas menores.
Joseba Merino resume su visión del caso así: «Los policías son los ejecutores en este como en otros hechos similares. Son solamente el brazo ejecutor. Si los policías actuaron así es porque los mandos, siguiendo las indicaciones del jefe político de turno, han autorizado o indicado a actuar de esta forma. La sociedad no reacciona y acepta que haya crímenes de estado en nombre de la democracia».
Para terminar cabe decir que en 1987 el grupo de rock, Barricada, compuso la archiconocida canción Bahía de Pasaia, la cual ganó mayor notoriedad al ser censurada por la propia discográfica del grupo. Desde ese momento comenzó a compartirse mediante CDs pirata hasta llegar a ser un clásico de la banda. El Drogas, cantante y compositor del grupo, dijo que con su letra quería mostrar lo que sucedió aquella trágica noche. En parte lo hizo porque años atrás había conocido a Rafael Delas en Iruña, lugar del que también era otro de los asesinados de los Comandos Autónomos.
Andrés Cabrera, militante de Impulso
